miércoles, 7 de noviembre de 2012

Almas como pájaros, entonan la Música de las Esferas...

Aramil (Siero). San Esteban de los Caballeros. Citado en 1240.


La arquitectura románica asturiana, salida de lo que podríamos calificar como “taller de Villaviciosa”, se caracteriza por ciertos curiosos elementos, que determina un grupo específico dentro del románico ibérico, pero que no está relacionado con el resto del románico peninsular sino con el de la Europa atlántica. Nos referimos a las “cabezas de pico” o “cabezas rostradas”, en inglés “beak-heads”.
Se comprueba su presencia en aquellos territorios por los que la conquista normanda expandió su cultura, partiendo de la Normandía francesa: Britania, Irlanda, Sicilia, Apulia, Portugal y Asturias. Los países donde se conservan más ejemplos, son Inglaterra, Irlanda y Francia, y su influencia penetró en nuestra península a través de los contactos marítimos comerciales, intensificados por las peregrinaciones jacobeas. En Asturias dichas construcciones se expanden siguiendo el camino peregrino que, desde la costa, introduce diferentes ramales secundarios hacia el interior. Y lo hacen en la etapa tardía del románico, durante el s.XIII.
En las arquivoltas, las “cabezas de pico” van acompañadas de zigzag, líneas quebradas, dientes de sierra, perlas enfiladas, etc, elementos propios de las portadas anglonormandas. Debemos citar que, en territorio ibérico, tales “cabezas de pico” se limitan a las portadas, mientras que en los templos anglonormandos se emplean también en los arcos de triunfo interiores. En algunos templos asturianos, además, aparecen unidas a un elemento orientalizante, musulmán, propio de los talleres leoneses y del Duero: los arquillos lobulados.

Amandi (Villaviciosa). San Juan. Citado en 1270.


Dichas “cabezas de pico”, consisten en la figuración esquemática de una cabeza de pájaro, en forma más o menos triangular, según tiendan al realismo o al esquematismo. Tan singulares y enigmáticas tallas se sitúan a lo largo de una arquivolta, sujetando dentro de sus picos el baquetón del arco, mientras nos observan con sus oblicuos ojos entre inquietantes y misteriosos.
Los ejemplos asturianos, se distribuyen siguiendo las rutas jacobeas de peregrinación. El primero está en Nuestra Señora de los Ángeles en San Vicente de la Barquera, hoy perteneciente a Cantabria, pero antaño incluido en las Asturias de Santillana. El segundo, ya en el actual territorio asturiano, aparece en Santa María de Lugás, y sigue con San Xuan de Amandi (ambos de Villaviciosa), continúa por San Esteban de los Caballeros de Aramil (Siero), y Santa Clara de Oviedo, otro ramal continúa por San Esteban de Ciaño (Langreo), a enlazar con el que subía desde Santa María de Arbás (León), por San Antolín de Sotiello (Lena) y San Xuan de Mieres (Mieres) -hoy, esta portada está en la Quinta de los Condes, en La Pedrera, Gijón-. Y en la parte oriental de Asturias, aparece en el Monasterio de San Juan de Corias (Cangas del Narcea).
No podemos excluir su existencia en algunos de los muchos templos desaparecidos, porque de varios tenemos noticias. Así sabemos, que en San Antolín de Sotiello hubo una portada semejante a la de Mieres, y que en el Monasterio de Corias se conserva una dovela, con “cabeza de pájaro”, perteneciente a una portada del desaparecido templo románico.

Lugás (Villaviciosa). Santa María. s.XIII.


En Asturias se representan, exclusivamente, cabezas de pájaros, mientras que en los demás ejemplos europeos, principalmente en Britania, la personalidad de tales cabezas es variopinta: pájaros, lobos, caballos, leones, humanos y diversos animales del bestiario tradicional. En Castilla existe un único ejemplo, de este modelo mixto, en Colina de Losa (Burgos), donde encontramos gatos, entrelazos vegetales, manos humanas, y cintas entrecruzadas. El ejemplar de Santa María de Arbás (Puerto de Pajares, León), podría encuadrarse en este modelo, puesto que sólo hay una “cabeza de pico”, en la clave de la tercera arquivolta, presidiendo las demás figuras.
Al aparecer sobre las arquivoltas asturianas en número variable, las cabezas de pájaro, no pueden orientarnos sobre un especial simbolismo basado en las cifras: la bandada de Lugás se compone de trece pájaros, que son quince en Amandi, dieciséis en Aramil, dieciocho en Ciaño, y llegan a los diecinueve en Mieres y San Vicente de la Barquera.
Su simbolismo es oscuro, formado por varias capas superpuestas, aunque podemos esbozar un principio de interpretación. Las aves, con carácter general, representan las almas de los difuntos o los mensajeros encargados de transportarlas al más allá. Así era en Egipto, donde el pájaro-alma, llamado Ba, era también atributo del espíritu de los dioses. En la tradición hindú los pájaros representan los estados superiores del ser. El mundo clásico, sobre todo desde Platón, sustenta la creencia de que las almas, al separarse de los cuerpos, vuelan hacia las alturas de los astros en forma de pájaros. Aunque el origen de las “cabezas de pico” parece tener más que ver con el mundo celto-nórdico, puesto que son creación normanda, y con los pájaros de Odín: Huguin –Pensamiento- y Munin –Memoria-, que en el campo de batalla susurran a las almas de los muertos para indicarles el camino del Valhalla.

Ciaño (Langreo). San Esteban. 1º tercio s.XIII.


La mitología cristiana, asumirá todos estos antecedentes. En ciertas representaciones del niño Jesús, que tiene un pájaro en las manos, el ave simboliza la naturaleza humana que coexiste con la divina en dicho personaje mitológico, como expresó el padre Martigny: “Cristo estuvo encerrado nueve meses en el seno virginal de María, como el pájaro en una jaula…”. Y las almas humanas, durante el Medievo, son figuradas mediante un niño o un pájaro.
Almas que, según Tertuliano, por sus virtudes, pertenecen a fieles que han trascendido el mundo físico para disfrutar la vida eterna en el paraíso celeste. Tal como cantaba el mítico rey David, cuyas palabras fueron adoptadas por la liturgia latina en el “Oficio de los Santos Inocentes”: “Anima nostra sicut passer erepta est de laqueo venantium: Laqueus contritus est, et nos liberati sumus”. -Nuestra alma, como un pájaro, escapó del lazo de los cazadores. El lazo se rompió y nosotros escapamos (Salmo 124 [123], 7)-.
En dicho salmo parece inspirarse aquella ingenua narración, del Evangelio de la Infancia, donde el niño Jesús moldea doce pajarillos de barro y, soplando, les infunde vida. La mística medieval interpretó este hecho como imagen de los doce apóstoles, que de ser almas indignas -barro material apegado al suelo-, resultaron ser transmutados en espíritus emancipados -pájaros, libres para remontarse y difundir la Palabra- por el aliento divino recibido en Pentecostés.

Mieres del Camín (Mieres). San Juan. Fin s.XIII. Foto superior hacia 1925. [Estas tres fotos, de MSR/RIDEA, proceden de la Enciclopedia del Románico en Asturias, Ed. Real Instituto de Estudios Asturianos, vol. 1 p.498].


Estas almas-aves, con sus cánticos armoniosos, representan también la “música celestial” o “música de las esferas”. Ellas, al entonar las armonías celestiales de la Creación, conservan el equilibrio entre los astros y entre las esferas superpuestas de los cielos.
Nuestras “cabezas de pico” se encuentran en las portadas, concretamente en las arquivoltas. La portada es símbolo de la entrada a los cielos, y las arquivoltas son los círculos celestes. Al estar “sujetando” con sus picos las arquivoltas, son imagen de las citadas almas-ave que mediante sus cánticos mantienen el equilibrio de la maquinaria celeste, proclamando las glorias de la divinidad. Es lo que parece querer decir Daniel: “Benedicite omnes volucres coeli Domino; laudate et super exaltate eum in saecula” –Pájaros todos del cielo, bendecid al Señor, alabadle, exaltadle eternamente (Daniel 3, 80)-.
También debemos tener en cuenta la “lengua de los pájaros”, el idioma universal cuyo conocimiento permite comprender el “habla” de toda la Naturaleza, ya se trate del rumor de las aguas, el murmullo de la vegetación, o los sonidos de los animales. Y no olvidemos la afinidad formal de las vocales, con las notas musicales y los colores...
 
 San Vicente de la Barquera (Cantabria). SªMª de los Ángeles. Mediados s.XIII.

Por desgracia nuestras “cabezas de pico” han perdido los colores que ostentaron en el Medievo, ya que estos determinaban un sentido secundario de su simbolismo. Así, el azul indicaría las ideas puras, el ideal del alma. El amarillo, la intuición que ilumina el origen y el destino de los acontecimientos. El rojo, fuego purificador que enciende el alma. El verde, la fertilidad de la Naturaleza, el ciclo muerte-resurrección. El blanco, es la intemporalidad y éxtasis, mientras el negro representa el tiempo cíclico, etc. Pero nuestros pájaros han perdido las plumas, sus rostros de piedra han enmudecido.
Que su significado no debía andar lejos de lo expuesto, parece deducirse de algunas tradiciones populares asturianas sobre dos desaparecidas portadas con “cabezas de pico”. En San Antolín de Sotiello, contaban los ancianos que, esa puerta, tenía el privilegio de perdonar ciertos pecados “espinosos”, si los malhechores la atravesaban con sincero arrepentimiento, por lo que eran admitidos de nuevo en la comunidad parroquial. Algo parecido contaban en el Monasterio de Corias, donde los peregrinos jacobeos que no podían continuar el camino, por causa grave, obtenían el perdón de sus pecados -aunque no el jubileo- si pasaban por la puerta “de los pájaros”.

Salud y fraternidad.