martes, 28 de septiembre de 2010

¿Quién me presta una escalera...?

En la falda del cerro Mirón, a un extremo de la ciudad de Soria, se alza el templo románico de Santo Tomé, ahora conocido como Santo Domingo. Construido por orden de Alfonso VIII, hacia 1158, conserva una magnífica fachada, en la que destaca la singular portada. Verdadera "Biblia de Piedra", sus esculturas "miniadas" son un goce para los ojos, los del cuerpo y los del espíritu.
Recientemente, un apreciado -al par que incordiante- amigo, ha ejercido de "Abogado del Diablo" -aunque algunos, prefieran calificarlo como "un demonio de abogado"-, respecto al significado de cierta representación en las arquivoltas del citado templo. En justa correspondencia, ejerceremos de "Diablo", a secas, y expondremos lo que pensamos sobre tales figuras.
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La "polémica", ha surgido respecto a la escena de "la crucifixión". En su blog, "Soria. Se hace camino al andar" -http://juancar347.blogspot.com/-, nuestro compadre Juancar347, afirma perplejo: "Lo que me sorprende, es observar esa escena del calvario, donde Cristo es alanceado en ambos costados por dos legionarios romanos. Si uno es Longinos ¿quién es el otro? ¿Existe la posibilidad de una segunda lanza sagrada, aún no encontrada?". El "abogado diabólico", le contesta: "Más que dos lanceros, yo creí ver representado el 'abajamiento' del crucificado por su pariente José de Arimatea y otro, mientras figurillas angelicales portan utensilios para desclavarlo del madero". Y abunda en su idea, alegando que ello es así, porque no ve soldados por parte alguna, sino dos venerables señores, barba y túnica en ristre, que han de ser por fuerza quienes él afirma.
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Ante todo, es preciso "leer la escena" atendiendo a la coherencia interna de la representación escultórica, de este templo, no a la de nuestros conocimientos de mitología bíblica. Para ello, debemos repasar las otras arquivoltas de esta portada, y sus personajes.
En el medievo, al colocar imágenes militares en escenas religiosas, bíblicas, los soldados representados eran "romanos" tan sólo en sentido figurado, porque sus efigies eran las de soldados medievales con la impedimenta propia de la época: cota de mallas, vestes, cascos, escudos, lanzas, espadas y arcos, según eran los de uso corriente en los siglos medios. Elementos, que podían aparecer todos juntos, o por separado. En la Edad Media, los "romanos", jamás visten como "romanos", según los conocemos por los monumentos clásicos, los libros de historia y las películas "de romanos". A veces, ni siquiera parecen soldados.
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En la tercera arquivolta, de esta portada, donde se esculpe el nacimiento e infancia del Galileo, aparece Herodes, enterándose del nacimiento del "divino niño", mientras tres soldados de su guardia esperan las macabras órdenes que a continuación dará. Y no parecen "soldados", salvo por sus espadas y escudos, pues van ataviados con unas "vestes" de lo más medieval. -Nótese el contradictorio anacronismo: los escudos se decoran con "cruces". ¡Cruces de Calatrava!-.
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No obstante, en la segunda arquivolta, curiosamente dedicada por completo a la "matanza de los inocentes", con "sádico" realismo, aparecen los soldados herodianos completamente entregados a su funesta labor, con gran eficacia y afición. Allí, unos se cubren solamente con la veste, y otros con cota de mallas.
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Sin embargo, en la cuarta arquivolta, que narra la pasión del Galileo en sus facetas principales, los soldados, desde la escena del "prendimiento en el huerto", hasta la del "sepulcro vacío", sólo llevan la veste y sus armas. ¿Por qué, en la "matanza de los inocentes", aparecen con cota de mallas tomando un aspecto más militar, y en las demás escenas no? ¿Quiso el Magister representarlos como vulgares "sayones", en lugar de legionarios romanos, para restarles categoría, para denigrarlos?
"Llegó un grupo numeroso con espadas y palos, de parte del Sumo Sacerdote y los Ancianos del pueblo. Aquellos se adelantaron, echaron mano a Jesús y le prendieron" (Mateo 26, 47).
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Así pues, el "prendimiento" fue obra de sayones judíos, al servicio de sus notables y sacerdotes, por lo que tiene cierta lógica que no vistan como soldados imperiales. Pero la escena inmediatamente anterior a la "crucifixión", es la de "los ultrajes" que la soldadesca aplica al Galileo, cuando le quitan los vestidos y lo coronan de espinas, para luego azotarlo atado a una columna. Soldadesca que, aquí, tampoco lleva arreos militares. Y, esta vez, sí que se trataba de legionarios romanos a las órdenes del Gobernador Pilatos. Por tanto, vista la versatilidad del Magister a la hora de efigiar guerreros, ¿a qué extrañarse porque en la siguiente escena, los soldados carezcan de vestimenta militar? Además, sus posturas y actitudes responden a la mitología sagrada, si bien unificando en la misma escena dos acciones consecutivas del relato bíblico.
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"Jesús dice: Tengo sed. Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una caña una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca. Cuando Jesús tomó el vinagre, dijo: Todo está cumplido. Inclinó la cabeza y entregó el espíritu" (Juan 19, 28-30).
Acto seguido, los judíos piden a Pilatos que remate a los condenados, para que sus cuerpos no permanezcan en el patíbulo durante la fiesta del sábado.
"Pero al llegar a Jesús, como le hallaron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza" (Juan 19, 31-34).
Y aquí está el "busilis" de la conflictiva representación: porque los soldados no tienen impedimenta militar, además están agachados, y todo resulta agravado por el deterioro de la piedra. Pero, aún así, se aprecia como un soldado tiende la caña -cuyo extremo está roto- con la avinagrada esponja, mientras Longinos atraviesa, con su lanza, el costado divino. Encima de la cruz, que es tan corta que los pies del ajusticiado llegan al suelo, y por ello el Magister se ha visto obligado a "acuclillar" a los soldados, sobrevuelan dos pequeños "ángeles turiferarios", agitando sus incensarios para indicar la glorificación del Galileo.
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La escena entera se aclara, todavía más, si la analizamos en su conjunto y en relación a las inmediatas. Primero está esculpido "el prendimiento en el huerto" y posterior "despojo de las vestiduras". Luego, la "crucifixión", con estos elementos: en un extremo Dimas, el buen ladrón, asistido por un ángel, y al lado opuesto Gestas, el mal ladrón, atacado por un demonio -ambos están sujetos a un poste, no a una cruz-. Siguen, a la derecha del Galileo, la Virgen, María, y al otro costado el discípulo preferido, Juan. Sobre el crucificado, los citados ángeles, bajo la cruz, los esbirros con lanza y caña. Todo ello, se acomoda al relato mítico judeo-cristiano, donde nunca se dice que José de Arimatea, ni sus ayudantes, llevasen lanza, ni caña, para el "descendimiento", ni mucho menos que se iniciase el descenso mientras estaban "avinagrando" o "alanceando" a su admirado profeta.
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A seguido de la "crucifixión", se pasa directamente al acto de depositar el cuerpo divino en el sepulcro, lo que continúa con la "resurrección", de modo que se salta el "abajamiento" de la cruz. Lo que nos lleva a una última apreciación lógica: si éste fuese el "descendimiento" ¿dónde demonios está la crucifixión? ¿Qué clase de heterodoxo era éste Magister, que escenifica el "descendimiento", acto carente de importancia teológica, y omite la "crucifixión", acto fundamental de la mitología judeo-cristiana?
Evidentemente, no se trata de heterodoxia, sino de utilitarismo. El Magister, al enfrentarse a esta obra, hubo de esquivar los convencionalismos del oficio, y recrear la escena según su entender, para que cupiese lo más completa posible en el marco físico de la arquivolta. Por ello, todo queda un poco confuso y desproporcionado: el crucificado está a nivel del suelo, los soldados tiene que agacharlos, la Virgen es más pequeña que san Juan y, éste, se interpone junto al "mal ladrón", etc.
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Item mas. Creo que el argumento definitivo, a favor de esta escena como "crucifixión", no se encuentra en las imágenes representadas, sino en un objeto ausente. Un humilde y cotidiano objeto.
Porque, si esto es un "descendimiento", un "abajamiento", ¿dónde diablos está la escalera, la famosa escalera? Aquella que el poeta Antonio Machado, de tan grato recuerdo en Soria, pedía en sus célebres versos:
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"¿Quien me presta una escalera,
para subir al madero,
para quitarle los clavos
a Jesús el Nazareno?"
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Salud y fraternidad.