sábado, 31 de diciembre de 2011

El Páramo: "pulvis, cinis, nihil..." [¿Un despoblado sin historia?]

En la frontera de Guadalajara con Soria, encastillada entre las sierras de Pela, al norte, y Alto Rey, al sur, se creó en tiempos de la repoblación castellana una villa, perteneciente al señorío de Atienza, y luego al común de Miedes, que alcanzaría cierta prosperidad en los ss.XII-XIII. La suficiente, para alzar allí un precioso templo, románico, con galería porticada, bellamente decorado.
Con posterioridad, el lugar fue perdiendo su importancia, en favor del vecino pueblo de Condemios de Suso -ahora, Condemios de Arriba-, para acabar desapareciendo, hacia el s.XVII, de modo que hoy incluso su nombre medieval resulta confuso, aunque algunos lo nombran Despoblado del Páramo. 

Ese nombre, le viene por estar situado en el alto páramo al norte de Condemios de Suso -o, de Arriba-, junto al camino que lleva a Campisábalos, en un erial donde sólo quedan montones de irreconocibles piedras.
El tiempo y la incuria humana no mostraron respeto por los venerables restos, una vez arruinado el templo sus sillares fueron aprovechados, por los vecinos del contorno, para los más diversos menesteres.
Hoy, desconoceríamos por completo la riqueza de dicho templo, si no fuese por el azar. Según algunos ancianos de Condemios de Arriba, cuando ya todo había desaparecido, a fines del s.XVII o principios del XVIII, arando unos campos contiguos a las ruinas del Despoblado del Páramo, aparecieron enterradas algunas piedras primorosamente labradas, que se trajeron al pueblo para aprovecharlas en la construcción de varias viviendas.

Se trataba de algunos capiteles esculturados, dobles, con sus cimacios, que por su estructura se revelaban pertenecientes a una galería porticada -hay una pareja prácticamente idéntica en la galería de San Pedro de Caracena, y otra en la de Santa María de Tiermes, ambas en la vecina Soria-.
Aparecieron también restos de cornisas con trabajos de entrelazos, varios canecillos esculpidos, "uno que figuraba un bonito jabalí, y otro un músico con rabelillo", más algunos relieves de figuras, regularmente conservados, y otros con círculos crucíferos.

El hallazgo más misterioso, consistió en una sepultura, con restos óseos, en la que se hallaba una espada "muy, muy vieja", indicio de que allí estaba enterrado un caballero.
Aparecieron también "otras cosas curiosas y de valor, figuras de piedra y monedas antiguas, que se perdieron sin saber cómo..." Aunque quizá no "se perdieron", sino que las guardaron algunos vecinos, cuyos descendientes todavía las conservan, celosamente, si no las vendieron a cualquier astuto trajinante... Pero sobre ese tema, nadie se pronuncia claramente entre los lugareños "barranqueros", todos acaban coincidiendo, como mucho, en que tales objetos se hallan "en paradero desconocido".

En lo que si permanecen unánimes, es en afirmar que, desde el descubrimiento de la sepultura, en las noches sin luna, se aparece por el páramo "la Pantasma", el espectro del caballero, como presencia fantasmal, que vaga entre las ruinas buscando su espada.
Por eso, desde que se pone el sol, nadie del pueblo se acerca por allí, los pastores prefieren dar un rodeo para volver a sus rediles, y los perros de los cazadores aúllan lúgubremente si pasan por las cercanías.

Condemios de Arriba, cuyo nombre parece provenir de Kanadmios o Kandamios, epíteto de una divinidad celtíbera, asimilada a Júpiter por los romanos, conserva una rica arquitectura popular, típica de la zona serrana, con casonas de piedra sillar, vanos adintelados y esculpidos, etc.
Integradas en ella, se encuentran las poquísimas piedras románicas de aquel templo del Despoblado del Páramo, que todavía son visibles. Podemos verlas, incrustadas en una casona de dos plantas, en la calle mayor.

En la parte superior de la esquina sudeste, que da a un estrecho callejón, bajo el alero, como acobardado entre cables, canalones, la farola y una antena de TV, podemos ver un doble capitel de excelente factura, con bien tallado relieve de cestería, incrustado en posición invertida, y coronado por su cimacio de entrelazo.
La fachada principal luce, empotrado a media altura entre puerta y ventana del piso bajo, el citado relieve de círculos crucíferos, desafiante en su enigmático simbolismo... En el alfeizar de las ventanas superiores, se emplean restos de otros cimacios, con bellos entrelazos.
Eso es todo cuanto hoy nos es permitido contemplar del perdido templo del Páramo. De haber allí algunas otras piedras trabajadas, no son visibles. 

El día de la fiesta, los danzantes de Condemios de Suso -o, de Arriba-, enrazados en la tradición celtibérica, dirigidos por el Zarragón -o, Zagarrón-, interpretan canciones y bailes de paloteo, al son de dulzainas, castañuelas y tamboriles, siendo la más vistosa "El Cordón", porque en ella se utiliza un tronco alrededor del cual, los danzantes, van entrelazando cintas según el ritmo del baile.
No preguntéis aquí por el Despoblado del Páramo, y las perdidas piedras de su templo, porque sólo os darán evasivas o vagas noticias de su existencia. En cambio, si preguntáis a los amables vecinos por los danzantes, os relatarán gustosos todo cuanto hay que saber sobre ellos, incluso es posible que entonen alguna estrofa de sus cánticos tradicionales.

"Cantan las ranas,
bailan los sapos,
tocan las castañuelas
los renacuajos".

"El que tenga batán y molino,
puerta falsa y mala mujer,
poco pan y muchos hijos,
no le faltará que hacer".

"Si quieres que te ronde la puerta,
tabernera de mi corazón,
si quieres que te ronde la puerta,
dame del vino mejor".

Salud y fraternidad.

sábado, 17 de diciembre de 2011

¡Feliz solsticio invernal 2012!

A cuantos compadres, amigos, admiradores, o simples curiosos, siguen fielmente este blog, les deseamos todo lo mejor en el nuevo ciclo solar que ahora comienza.
Que la Madre Tierra os llene de energías positivas, para hacer frente a los desafíos de la vida cotidiana en todos sus aspectos.
Que el nuevo Solsticio de Invierno, esté lleno de todo lo bueno que deseáis, Ánimo y adelante.

Salud y fraternidad.

martes, 13 de diciembre de 2011

Morenglos, un tesoro perdido. [Historia de un despoblado].

En las serranías norteñas de Guadalajara, muy cerca de Alcolea de las Peñas, destaca la silueta de un peñasco, sobre el que se alzan los restos de un airoso, enigmático, torreón medieval... 

Si recorremos los páramos de Atienza (Guadalajara), que anteceden a la Sierra Gorda fronteriza con Soria, descubriremos que allí se yerguen unas melancólicas ruinas, sobre las que, por los pueblos vecinos, circulan mágicas leyendas, aunque sus habitantes ya no recuerden ninguna otra historia sobre dicho lugar. Se trata, del despoblado de Morenglos.
Dicen los lugareños, que el pueblo de Morenglos quedó deshabitado a causa de "una plaga de termitas", ocurrida, según unos, por los hechizos de una bruja envidiosa, según otros, por castigo ejemplarizante de Dios a causa de los pecados de sus vecinos.
También hablan sobre viejos tesoros de los godos, custodiados por fantasmas en las cuevas del lugar, aunque nadie haya encontrado nunca nada, por más que excavasen allí durante siglos.

El extraño peñasco, pétreo pedestal del torreón, esconde celosamente sus misterios, aunque nos muestre alguna que otra pista...

Todavía está por hacer un profundo estudio, sobre el poblamiento de estas comarcas en la antigüedad. Por aquí abundan los castros celtíberos y las villas romanas, que ocuparon luego visigodos, musulmanes y mozárabes. 
Existen bastantes señales de que, en su origen, hacia el siglo VI, Morenglos fue un eremitorio visigodo -en el cercano "Cerrado de las Monjas", existe una necrópolis visigoda, establecida junto a una villa romana-, que durante los siglos X y XI estuvo vinculado a los mozárabes, y posteriormente se transformó en lugar de repoblación castellana. Resulta muy semejante a los eremitorios del norte de Palencia, Burgos y La Rioja, y no es aquí un caso aislado, debemos tener en cuenta las cuevas-eremitorio de "la Celda" o "la Cárcel" en el cercano Alcolea de las Peñas, o las de "los Corrales" en el vecino Tordelrábano.

En las noches de luna llena, formas vaporosas vagan entre las ruinas, se escuchan inquietantes susurros, y las buenas gentes evitan pasar por las cercanías...

Este conjunto, se estructura en dos enclaves bien diferenciados. El primero, al oriente, es la roca sobre la que se alza el templo románico, rodeado de sepulturas antropomorfas y excavaciones rupestres. El segundo, unos cien metros al occidente, es otra eminencia rocosa con restos de cuevas y construcciones.
Del templo románico, dedicado al Salvador, se conserva únicamente el muro oeste de la torre-campanario, sita a los pies del edificio. En la cara norte de este elemento, queda la base del husillo, con escalera de caracol, que permitía el acceso a las estancias superiores y al cuerpo de campanas. En el piso bajo de la torre, hay una estancia abovedada, que se supone actuaba de baptisterio.
Tuvo una sola nave, de regular tamaño, con ábside semicircular coronado de canecillos, y portada al sur. Estructuras de estilo románico, relacionadas con la arquitectura de repoblación castellana, del s.XII, que nos hablan de la presencia de un sustancial grupo de colonos.
  
El lienzo oeste de la torre, último retazo de una grandeza desaparecida, aunque se desmorona lentamente, conserva un no sé qué de hidalgo empobrecido, pero digno...

La explanada, junto al muro sur del templo, concentra el conjunto sepulcral, excavado en la roca, consistente en tumbas cuadrangulares, unas de tipo "bañera" y otras antropomorfas, algunas de las cuales presentan un elemento poco corriente: el rebaje lateral del borde, para el encaje de las lápidas. Son de varios tamaños, para adultos y niños, orientadas de oeste a este.
En la base de la pared rocosa, que limita este sector, hay una serie de excavaciones que delatan el tipo de construcción utilizado: casas de adobe y entramado de madera, apoyadas en la roca, cuya pared de arenisca se excava para crear estancias adicionales, alacenas, silos, cisternas, establos, e incluso chimeneas. Todo lo cual se encuentra hoy, o cegado por rellenos de tierra, o cubierto por la maleza.

La arquería del cuerpo de campanas, cual ojo ciego de un cíclope de piedra, mira sin ver, hacia los infinitos horizontes, mientras sus piedras mantienen un equilibrio imposible...

El sector occidental, conserva en su afloramiento rocoso signos semejantes: mechinales de las vigas y oquedades varias, en las cuales se encastrarían las habitaciones de adobe y madera, con sus accesorios. Aquí hubo al menos cinco viviendas excavadas en la arenisca, actualmente cegadas todas con relleno, aunque sobrevive una cueva, con dos estancias, sustentadas por un pilar, y restos de cubiertas de madera. En esta zona también existieron enterramientos, pero los sepulcros están deteriorados por construirse viviendas sobre ellos.
Poco más puede decirse sobre los restos del enclave, sin recurrir a la intervención arqueológica. Por su parte, la documentación antigua sobre Morenglos es tan escasa como los restos físicos que afloran en el lugar. Dichos papeles, se concentran esencialmente en el Archivo Histórico Diocesano de Guadalajara y el Archivo Histórico Provincial de Guadalajara. 

El lugar sagrado de Morenglos pasó, de retiro eremítico visigodo, a refugio de pastores, cobijo de vagabundos, campa de mozos enredadores, cueva de bandoleros, depósito de contrabandistas, y dominio de espíritus errantes...

Las primeras referencias escritas, que nos quedan sobre Morenglos, son bastante tardías, ya que comienzan mediado el s.XIII, cuando con el nombre de "Moregnos", figura en un documento de 1269. Así reaparece en 1301, en el elenco de parroquias que conforman la Mayordomía de la Mesa Capitular de la Diócesis de Atienza. En 1345, Pedro Martín, su párroco, comparece como testigo en un pleito con la villa de Atienza. En 1353 se recoge en el censo parroquial de la Diócesis de Sigüenza, bajo el nombre actual de "Morenglos".
Extrañamente, cuando en 1365 se realiza una relación de parroquias de la zona, no se cita Morenglos. ¿Quizá porque en esa época carece de sacerdote, debido a un notable descenso de su población? En cualquier caso, parece que a partir de aquí se inicia su sostenida decadencia, con notables altibajos, pues unas veces es citado casi como despoblado, y otras el censo de vecinos aumenta. Su categoría como parroquia, aparece y desaparece de los censos a tenor del número de vecinos que posee en cada ocasión.

La estancia inferior, de la torre, se va cegando poco a poco con los escombros del arruinado templo. El espacio que sirvió como baptisterio, es ahora morada ocasional de lechuzas y murciélagos...

Su historia posterior, denota que a partir de este momento el lugar contará con una población "flotante", o circunstancial, que ocupaba el lugar por un tiempo y se marchaba en cuanto surgían oportunidades de mejora en otro lugar.
Al paso de los siglos, el recuerdo del enclave se vuelve tan borroso como sus piedras y, cual Guadiana, aparece y desaparece de los documentos. ¿Tal vez porque éstos se han perdido, o por la poca importancia del lugar?
En 1650, se cita en un pleito por cierta campana que, Morenglos, prestó al vecino Alcolea de las Peñas y nunca le fue devuelta. En 1681, se realizan reparaciones en el campanario del templo, según el Libro de Fábrica de Morenglos, y en 1695 se trajo una campana nueva, lo que demuestra que el templo continuaba en uso porque había vecinos suficientes para ello.

En un destructor trabajo coordinado, el viento y la lluvia han moldeado los viejos sillares del baptisterio, la simbólica pila románica se ha esfumado, pero aún se respira aquí una espesa presencia ancestral...

Las citas documentales escasean cada vez más, Morenglos aparece nombrado en 1705, en la compra-venta de una casa. Hacia 1722, parece que el lugar está prácticamente despoblado, el Santísimo Sacramento es retirado del templo y llevado a la parroquial de Alcolea de las Peñas. Los escasos vecinos, han de ir allí si quieren asistir a los oficios religiosos. Esto es recogido por el Catastro de Ensenada, donde se afirma que, en 1753, Morenglos contaba con "tres vecinos".
Sin embargo, por esos vaivenes poblacionales, ya citados, en 1767 sus habitantes han aumentado lo suficiente para pedir que se restituya al templo el Santísimo Sacramento y el culto, pues no quieren sufrir las incomodidades de cruzar el arroyo, muchas veces crecido, que les separa de Alcolea, cuando desean acudir a misa.
Con dicho motivo, tiene lugar una "visita regular" del cura de Tordelrábano, don Juan Cebolla, acompañado del notario de Paredes de Sigüenza, don Juan de Dios Luzia, y el alcalde de dicha villa, don Pedro la Fuente, quienes dan fe de existir ahora "cuatro vecinos censados, que con sus familias forman un total de catorce personas".

Dicen unos, que en estas tumbas se enterraron los primitivos eremitas visigodos, dicen otros, que aquí recibieron sepultura los ricos del lugar. En cualquier caso, eso ya no importa, ahora todos son polvo y olvido...

En la "visita", el padre Cebolla escribe: "pasé a la iglesia de Morenglos a verla y reconocerla, su ajuar y sus llabes y zerraduras..." Luego describe al detalle el estado del templo, con sus bienes.
Así, nos enteramos de su buen estado general y de que se conservaba la pila bautismal románica, pero carente de pie y base. Tenía un digno mobiliario sacro, bien abastecido, con hermosas imágenes. Aunque los tejados y el suelo necesitaban reparaciones, por valor de 40 ducados. Contaba además con un rico patrimonio, de fincas rústicas, cuyos réditos bastaban a mantener el templo, dado los pocos gastos que generaba.
Después de estos informes favorables, el culto es restituido en Morenglos hacia 1768 ó 1769.

Cuentan algunos, que aquí fueron enterrados quienes murieron por causa de la plaga de termitas que, por hechizo de una bruja envidiosa, arruinó el pueblo y asoló sus campos...

Los textos antedichos, de fines del s.XVIII, desmienten las apresuradas afirmaciones de algunos autores, sobre que sus arruinadas piedras habían sido desmontadas y reutilizadas para la obra de San Juan del Mercado, en la villa de Atienza, realizadas entre 1548 y 1670, más de doscientos años antes.
Esta equívoca noticia -actualmente muy repetida, sin contrastarla- parece derivar de una mala interpretación del siguiente texto de Francisco Layna Serrano, (Historia de la Villa de Atienza, Guadalajara 2004, p.401), donde los diversos "copistas" confunden la mención de las "canteras" con las "ruinas" del despoblado:
   "En 1629 se empiezan a consignar pagos al maestro Peña, yerno de Llamas, y ese mismo Peña ajustó en 1630 traer piedras de las canteras de Los Morenglos, despoblado cercano a Alcolea de las Peñas, ayudándoles varios oficiales vizcaínos que labraron los sillares de la portada y columnas del templo..."
Bien claro se dice, que la piedra procedía de las canteras, donde se tallaron in situ, no de un templo en ruinas utilizado como cantera. Además, los documentos conservados dan fe de que el templo seguía en pie y con culto activo, hacia 1768, como acabamos de comprobar.

Y no falta quienes afirmen que, en uno de tales sepulcros, apareció enterrada la milagrosa imagen de Nuestra Señora de la Artesilla, oculta allí desde tiempos de moros...

En 1800, el lugar estaba todavía habitado, pues existe una denuncia sobre cierto vecino, acusado de agredir al guardés del ganado de Tordelrábano. A este pueblo se trasladó la última vecina de Morenglos, en 1803.
De 1807 son las últimas referencias, en el Libro de Fábrica de Morenglos, diciendo claramente que el lugar está despoblado.
Como si fuese un fantasmal arcaísmo, Morenglos es citado en 1827, con datos ya caducos y claramente anteriores a la ruina del lugar:
   "Morenglos. L.S. de España, provincia de Guadalajara, partido de Sigüenza, A.P., 7 vecinos, 32 habitantes, 1 parroquia. Situado en los confines orientales de esta provincia con la de Soria, lindando con los pueblos de Cercadillo, Morazobel y Tor del Rábano. Produce trigo, cebada, avena y ganado lanar. Dista 4 leguas de la cabeza de partido. Contribuye con 94 rs, 30 mrs". (Sebastián de Miñano Bedoya, Diccionario Geográfico-Estadístico de España y Portugal. Madrid 1827, Tomo VI, p.148).

La roca madre, sobre la que se asienta el templo, está agujereada con las covachas de los eremitas, que luego fueron habitación de los vecinos. Y ahora, espacio para sobrenaturales manifestaciones de almas en pena...

La cita final data de 1850. En el Diccionario de Madoz es nombrado como "Torre Morango", término corrompido, que luego recogen los mapas del Servicio Cartográfico del Ejército y del Instituto Geográfico Nacional.
El pueblo, que entonces pertenecía al Conde de Coruña, está completamente en ruinas, y su templo del Salvador, aunque muy maltrecho, mantiene precariamente parte de su románica figura, de la que llaman la atención al señor Madoz su agrietada torre y el derrumbado husillo, con escalera de caracol, para subir a las estancias superiores y al cuerpo de campanas. (Pascual Madoz, Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de ultramar. Madrid 1845-1850).

El tiempo implacable, va royendo la roca, derriba los pocos sillares restantes, ciega las tumbas. La maleza lo cubre todo, y este tesoro, de arte y tradiciones, desaparece enterrado en el olvido...

A partir de aquí, la ruina del edificio se acelera. Las posesiones materiales del templo de San Salvador de Morenglos se repartieron por los pueblos aledaños, sus piedras sirvieron a los vecinos para levantar casas, cercados, huertas, cuadras...
Hoy, de todo aquello, la única reliquia cierta es la "Virgen de la Artesilla", conservada en la parroquial de Tordelrábano, cuya advocación le viene de estar expuesta en una hornacina, parte de un desaparecido retablo, que tiene forma de "artesa".
Esta imagen, del s.XVI, es sustituta del perdido ejemplar románico, que la leyenda sitúa aparecido en época visigoda, o musulmana, y "muy hacedora de milagros". Ella es el último eslabón con las ninfas de los arroyos, los trasgos del bosque, las hechiceras de las cuevas, y todos los personajes mágicos de la Antigua Religión, que habitaron estas comarcas hasta época no tan lejana...

[Post scriptum. El Cronista Provincial de Guadalajara, D. Antonio Herrera Casado, en su obra El Románico en Guadalajara, Ed. AACHE 1994, p.61, dice: "Morencos, un despoblado cerca de Alcolea de las Peñas...", refiriéndose al que todos conocemos como Morenglos. Tratándose de un investigador tan meticuloso, resulta chocante esta equivocación, a menos que se trate de una errata de imprenta, de la que ningún escritor está libre. Apoya nuestra suposición, el hecho de que en la página web "Los escritos de Herrera Casado. Rumbo Guadalajara", en el artículo "Viaje a los pueblos que ya no lo son", 22 mayo 2009, su autor habla de varios despoblados y entre ellos cita el de "Morenglos", correctamente escrito].

Salud y fraternidad.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Sombras, nada más...

Hay muchos templos románicos, de singular importancia, que no figuran en los libros de arte. Las comarcas castellanas, están plagadas de ejemplos al respecto, conocemos su existencia pero nadie habla de ellos. ¿Por qué éste olvido?
Muy sencillo, tales edificios hace siglos que desaparecieron, tragados por la barbarie, la incuria, la estulticia del vulgo y la complicidad de las autoridades. Sólo unos pocos documentos, o el recuerdo de algunos lugareños, nos dan fe que de una vez fueron reales.
Sin embargo, no todos han desaparecido por completo, de unos cuantos quedan todavía restos dispersos, piedras labradas abandonadas en sitios inverosímiles, sombras de su gloria, solamente sombras.
En algunos lugares, tales restos pétreos, ni siquiera se conoce de dónde proceden, ni a qué templo pertenecieron. No obstante, su elaborada belleza los delata como propios de edificios singulares, ricos en arte y simbolismo.

Unos pocos de esos restos, se encuentran en el pueblo burgalés de Hontoria de Valdearados. Su parroquial, de San Esteban, es obra gótico-renacentista del s.XVI, con añadidos neoclásicos del s.XVIII, sin que tengamos noticia alguna de un templo anterior.
A pesar de ello, sobre su portada campean varios sillares románicos. Se trata de lo que fue una chambrana, con cabezas de clavo, y una imposta de lo mismo. Son unos elementos bien humildes, es cierto, pero a quienes levantaron este edificio les parecieron suficientes para dar un toque "elegante" al sencillo acceso al templo.
¿Eso es todo, para esto hemos hecho tal viaje?

No parecen, en absoluto, elementos de una entidad que justifiquen el desplazamiento, hasta allí, de algún "enamorado" del románico, si acaso, tal vez, de algún "loco" seguidor de dicho arte. Sin embargo, estos muros nos deparan una sorpresa. Pero es preciso aguzar la vista, y escudriñar con cuidado por los rincones.
La fachada oeste, está tan desprovista de atractivo que basta una simple ojeada, de refilón, para pasarla de largo. Pero, si hacemos tal cosa, nos perderemos aquello por lo que merece la pena visitar este edificio.

A gran altura, en el testero de la nave central, se abre un óculo que la ilumina, la nave sur tiene otro, pero está cegado. Justo sobre él, se distinguen unas piedras extrañas, que parecen trabajadas. Es preciso utilizar el zoom de una cámara fotográfica, o unos prismáticos, para distinguir con claridad de qué se trata.
Y la sorpresa es mayúscula, porque estamos ante tres grandes capiteles dobles, seguramente procedentes de una claustro o galería porticada, empotrados en ese muro como material de relleno.

En el primero, de izquierda a derecha, campea una pareja de encapuchadas arpías, de cuidado plumaje, afrontadas, que vuelven la cabeza, mientras entrelazan serpentinamente unas colas de carácter vegetal.

El segundo, está habitado por dos esbeltos y elegantes grifos, que se vuelven la grupa, y cuyos cuellos son enlazados por sendos tallos vegetales.

En el tercero, se escenifica una psicostasis, o pesaje de las almas, donde un estoico arcángel san Miguel contiende con un tramposo demonio, empeñado en trampear la balanza del alma para que se incline a su favor. 

Pero eso no es todo, las sorpresas continúan. Justo al lado derecho de los antedichos, ahora en el muro oeste de la torre que da acceso a la espadaña, contemplamos, casi a similar altura, otro trío de dúplices capiteles, compañeros de los anteriores.
Todos de idéntica factura, de idéntica exquisita labra, deudores del segundo taller de canteros que trabajó en Santo Domingo de Silos, y emparentados con el también desaparecido Monasterio de San Pedro, en Gumiel de Hizán.

El primero, parcialmente oculto por un bajante del canalón, presenta en una esquina dos aves de largos cuellos, entrelazados, en los que se enredan tallos vegetales, la otra esquina muestra parte de otro tipo de ave, pero el cemento oculta el resto.
  
En el segundo, una serie de carnosas hojas estriadas, superpuestas, y esbeltas a desdén de su tamaño, se despliegan abarcando todo el espacio disponible en los capiteles.

Por fin, en el tercero, aparecen dos personajes indeterminados, de ricas vestiduras, junto con un animal irreconocible, todos ellos rodeados de exuberante vegetación.

¿De quién fue la idea de empotrar allí arriba tales piedras? ¿Por qué lo hizo, si en ese emplazamiento apenas son visibles?
Pero el misterio de tales restos, no sólo consiste en el lugar al que han ido a parar, sino en el lugar del que proceden. Hasta el presente, no se han encontrado documentos que indiquen a que templo pertenecían. ¿Son fragmentos de un templo parroquial anterior? ¿Fueron traídos de algún monasterio cercano, desaparecido, como el de San Isidoro (1048), o el de San Quirce de Valdefrades (1100), ambos dependientes de San Pedro de Arlanza?
Quizá, algún día, aparezcan los documentos necesarios para su identificación, o mejor todavía, quizá alguien decida que estos capiteles son lo bastante valiosos como para bajarlos de su emparedamiento, antes que los elementos climáticos los pulvericen, y merezcan ser expuesto en un museo.

Salud y fraternidad.

jueves, 17 de noviembre de 2011

¿Románico romano... o romano románico?

Ermita del Santo Cristo, en Coruña del Conde (Burgos), ss.XI-XII. 

Sobre un elevado cerro en las afueras de Coruña del Conde, dominando por encima del feudal castillo, se alza un curioso templo que no sabemos si denominar "románico" o "romano".
Se trata de un curioso ejemplar, híbrido en muchos sentidos, de la arquitectura medieval. Su ábside recto, es un arcaísmo prerrománico, del s.XI, como en los casos de Santa María, en Condado de Valdivielso, y la ermita de Santa María del Campo, en Carrias, todos en tierras burgalesas.

Ermita, muro norte del ábside, capitel corintio romano.

La nave de esta ermita, no obstante, se levantó en el s.XII, seguramente por ruina de la anterior estructura. Ella y su portada, son ya plenamente románicas. Pero no surge de esta diferencia, puramente estructural, nuestro titubeo inicial, entre "románico" o "romano".
Cuando los arqueólogos del siglo XIX -"anticuarios" les decían entonces-, decidieron denominar "románico" al estilo artístico del medievo inicial, lo hicieron basándose en el hecho de que, tal estilo, se dio en los países cuyos idiomas tenían lenguas "romances", es decir, derivadas del latín hablado por el Imperio Romano.
Ermita, muro este de la nave, Sileno con palmera.

Sin embargo, en el caso de esta ermita burgalesa, debemos admitir que el nombre "románico" no le cuadraría mal, incluso, si se lo adjudicáramos como presunta derivación de la tradición constructiva y escultórica de los romanos que colonizaron, también culturalmente, aquella Hispania celtibérica.
A poco que no fijemos un poco en sus muros, notaremos que allí hay cosas que no encajan. Por doquier, aparecen parte de sillares tallados con extrañas figuras, unas al derecho, otras invertidas, trozos trajabados que se nota bien claro que proceden de otra estructura, de otro edificio que, evidentemente, no es románico, mozárabe, ni visigodo...
Ermita, muro sur del ábside, rostro con guirnalda.

Aquel capitel corintio, esa placa con Sileno que lleva entre sus manos una palmera, la florida guirnalda que enmarca un rostro clásico, la crátera de donde brotan tallos y flores, los trozos de pilastras estriadas, los acanalados tambores de columnas, los pedazos de cornisa vegetal, y esos fragmentos de lápidas funerarias con parte de sus epitafios... ¡escritas en latín clásico!
Todo denota, que en esos muros medievales se han integrado numerosos restos de algún edificio romano, o de varios.
¿Estamos ante un misterio sin respuesta, o una broma del magister cantero que labró este templo?
Ermita, muro sur del ábside, cratera con vegetales y flores.

Ni misterio ignoto, ni broma de oficio. La respuesta es bien sencilla, y está muy cerca.
A caballo entre Burgos y Soria, en la orilla izquierda del río Arandilla, el Cerro del Cuerno guarda las ruinas del primitivo asentamiento celtíbero de Kolonioukou. Cuando el castro creció, su expansión se orientó a ocupar, justo enfrente, la extensa meseta del Alto del Castro, abrazada por la ribera derecha del río Arandilla, afluente del cercano Duero, tomando la ciudad el nombre de Cluniaco.
Allí están, todavía, las ruinas de esa capital de los arévacos, la tribu celtíbera más poderosa del centro peninsular.
Ermita, portada sur, jamba con fragmento de pilastra estriada.

Conquistada por los romanos, Tiberio (41 a.C.-37 d.C.) la hizo municipium, con derecho para acuñar moneda. En ella residía el gobernador de la Hispania Citerior, el general Servio Sulpicio Galba (68-69), quien al mando de la legión VI Victrix, compuesta por romanos y arévacos, se rebeló contra Nerón autoproclamándose emperador. En agradecimiento, por su apoyo, Galba otorgó al municipio el rango de colonia, con el nombre de Clunia Sulpicia.
Ermita, muro sur del ábside, fragmento de lápida funeraria.

Situada en la vía que desde Tarraco, pasando por Cesaraugusta, unía con Astúrica Augusta, fue una de las más grandes e importantes de la Hispania romana, pues, como capital del convento jurídico Conventus Cluniensis, en la provincia Hispania Citerior Tarraconensis, ejercía su jurisdicción sobre várdulos, pelendones, turmódigos, velienses, autrigones, numantinos, arévacos y vacceos.
La ciudad llegó a tener cerca de cincuenta mil habitantes, asentados sobre unas 130 hectáreas, estando ricamente equipada con edificios administrativos y servicios públicos.
Ermita, muro este del ábside, fragmento de lápida funeraria.

Su esplendor se extendió hasta finales del s.III, cuando fue asaltada por los invasores franco-alamanes, lo que inició su lenta decadencia. A pesar de todo, continuó habitada tras la conquista visigoda, con un moderado florecimiento en el s.V, llegando a pervivir hasta que, en 713, fue arrasada por los musulmanes de Tariq ibn Ziyad.
Cuando los castellanos reconquistan y repueblan la zona, a partir del 912, ya no se instalarán en la meseta cubierta de ruinas, sino a sus pies, fundando la población que hoy conocemos como Coruña del Conde. Posteriormente, la villa cedió la meseta y las ruinas de Clunia al vecino pueblo de Peñalba de Castro, a cambio de ciertos derechos de abastecimiento de agua.
Ermita, muro sur, basa de columna con encastre para espigon metálico de unión.

Desde el medievo, las inmensas ruinas de Clunia Sulpicia Galba han servido de cantera para los pueblos de su entorno. Los castillos de Coruña del Conde y Peñaranda de Duero, están enteramente construidos con sillares y restos ornamentales romanos, los palacios nobles, o las casas y granjas de los villanos, se alzaron igualmente con los despojos de Clunia.
Los clérigos hicieron lo propio, y levantaron los templos del nuevo dios con las piedras de los templos de aquellos viejos dioses de Roma.
Ermita, alero sur, fragmento de cornisa romana en función de ménsula.

Pero la ciudad era tan grande que, cuando en 1788 Juan Loperráez publicó un plano de sus ruinas, todavía se apreciaba el trazado de calles, plazas, muros, columnas, las termas, el teatro, y restos de murallas. A pesar de tantos siglos de expolio, en el siglo XVIII todavía era un conjunto monumental impresionante, repleto de tesoros.
No obstante el reconocimiento de su valor histórico, por los intelectuales ilustrados, el saqueo persistió hasta 1931, cuando los arqueólogos dejaron de manifiesto la relevancia del yacimiento y se decidió, por fin, la conservación. ¡A buenas horas!
Ermita, alero sur, "espadaña" con sillares romanos y tambores  estriados de columnas.

Clunia es hoy es un yacimiento arqueológico de pimer orden, perfectamente organizado para su visita, que cuenta con un pequeño museo, y donde se realizan periódicas campañas de excavación que, aunque parezca increíble, continúan haciendo aflorer pequeños tesoros.
No obstante, el amplio foro con efigies de sus mandatarios, las basílicas repletas de esculturas nobiliarias, el teatro para diez mil espectadores, las mansiones de bellos mosaicos, el mercado porticado con sus tabernae, las lujosas termas, los templos de broncíneas divinidades, las preciosistas estelas funerarias, hoy son tan sólo una niebla deshilachada, cuyos jirones se desparraman por cada edificación de la comarca circundante.
Contemplando esta desolación, no podemos menos que recordar aquel refrán latino: "Leonem mortuum etiam catuli morsicant", que en román paladino significa: "Al león muerto incluso los cachorros lo mordisquean..."

Salud y fraternidad.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Aberin, tabernáculo Templario del milagroso Lignum Crucis.

Sobre la altura que corona el lugar de Aberin (Navarra), se alza el maltrecho conjunto fortificado de aquella encomienda de la Orden del Temple, constituida hacia 1184. Entre sus edificios, sobresale la Capilla de los Caballeros, con una galana atalaya a poniente. El bélico torreón, desmochado, privado de su almenada virilidad y travestido en monjil campanario, dora sus viejos sillares con el declinante sol. Y, de cuando en cuando, su acampanada voz de castrato, anuncia con rítmica monotonía el paso de las horas muertas.
Sin embargo, en su decadente abandono, este montón de piedras todavía guarda un vivificante recuerdo del tiempo ido, cuando aquellos singulares caballeros del Temple, rojo sobre blanco, habitaban a su sombra, yendo y viniendo a los cotidianos quehaceres, unas veces prácticos y aburridos, otras, enigmáticos y excitantes.

Aunque en nuestra anterior entrada al blog: "Aberin, un tesoro del Temple en Navarra", decíamos que "el valor de Aberin no radica en lo espiritual o esotérico, sino en lo económico", tal afirmación no es completamente cierta. Aunque aquí primaba el utilitarismo económico, el enclave no estaba exento de categoría espiritual.
Es verdad, que el enclave templario del cercano Puente la Reina constituía el referente religioso para los peregrinos, pues está en pleno Camino Jacobeo, donde los dos ramales principales que llegan de Europa se unen a la entrada de la villa, justo antes de pasar bajo el arco que une la capilla templaria y el hospital de la Orden, ambos bajo la protección de Nuestra Señora de los Huertos y el Cristo de la Pata de Oca... Pero no es menos cierto, que el santuario del Temple en Aberin constituía, también, un centro espiritual de primera importancia.
Aunque ese carácter "místico" haya permanecido, hasta el presente, prácticamente ignorado, porque el objeto físico que lo encarnaba hace mucho tiempo que ha sido escamoteado.

A pesar de estar algo apartado de la ruta jacobea, muchos peregrinos se desviaban hasta Aberin, después de pasar por Estella, o siguiendo la ruta original por Villatuerta y Villamayor de Monjardín, para visitar una prodigiosa reliquia que, según la leyenda piadosa, los templarios habían traído de Jerusalén. Pues, cuando la ciudad cayó en manos del sultán Saladino (1187), las reliquias de la Casa Madre del Temple, sita en el Monte del Templo junto al octogonal santuario de la Cúpula de la Roca, se dispersaron por sus encomiendas de oriente y occidente...
Desde el primer comendador registrado, frey Aimerich de Estuga (1225), hasta el último, frey Tomás de Aberin (1304), pasando por frey Arnal Garín (1234), frey Bernat de Montlor (1257), o frey Arnalt de Castelví (1275, los catorce comendadores conocidos, de Aberin, celebraron los oficios religiosos y desfilaron procesionalmente, portando en sus manos la preciosa reliquia a la que acudían devotos de numerosas y lejanas tierras: el milagroso Lignum Crucis.
   
La notable capilla templaria de Aberin, elevada a fines del s.XII, corresponde al momento de transición entre románico y gótico. Consta de una sola nave de altos muros reforzados por contrafuertes, con bóveda apuntada, ábside curvo, fortificada torre rectangular a poniente, y sencilla portada al costado sur.
El conjunto resulta muy sobrio, con la tímida excepción de los capiteles de la puerta sur, las ventanas absidales y las columnas interiores, todo ello con esculturas a base de elementos vegetales, frutos, animales del bestiario, y una solitaria representación de la mitología evangélica: la pequeña "anunciación" del pórtico meridional. Aunque, esta severidad decorativa, se dulcificaba un tanto en el interior, mediante abundantes frescos góticos, hoy perdidos y sustituidos por pinturas neoclásicas.
En este santuario, de una austeridad casi cisterciense, destacaría como una estrella en la noche el relicario Lignum Crucis.

La preciosa joya, consiste en la típica cruz patriarcal tan querida a los santuarios del Temple: Ponferrada (León), Caravaca de la Cruz (Murcia), Zamarramala (Segovia), etc. En Aberin, se trata de una pieza de orfebrería gótica que guardaba en su base una astilla del "Árbol de la Vida", aquel que, según la mitología judeo-cristiana, fue plantado por Adán y del cual se sacó la madera para hacer la cruz del Galileo.
Cuando la encomienda fue entregada a la Orden de San Juan, hacia 1312, la reliquia pasó también a su poder. Hasta que, en fecha indeterminada, dicha joya fue llevada al templo de San Miguel, en Estella, donde se conserva y es mostrada en ocasiones excepcionales.
Este pio despojo, ha propiciado el olvido de las tradiciones relativas a la reliquia templaria, de modo que únicamente sobreviven vagos recuerdos, recogidos de labios de los más ancianos del lugar. Se cuenta que, cuando plagas o tormentas amenazaban las cosechas, la cruz era llevada hasta la torre, y desde allí el sacerdote templario la mostraba a los cuatro puntos cardinales, mientras salmodiaba la oración que exorcizaba el peligro de insectos o granizo. Tradición que continuaron los Sanjuanistas, al "heredar" la encomienda templaria.
Dicen los viejos del lugar, que el graffiti de peregrino, sito en una columna de la portada, representa al "perdido" Lignum Crucis, habiendo sido tallado allí, como agradecimiento y exvoto, por un peregrino al que había concedido una gracia milagrosa. Este no es, sino uno de los "misterios" que encierra esta capilla pues, curiosamente, tal graffiti es similar al de la portada sur de San Miguel, en Estella, donde actualmente se "custodia" la reliquia templaria.

Una antigua leyenda popular, con diversas variantes, cuenta que Miguel de Oteiza había estudiado artes mágicas en las cátedras del Diablo, en el tiempo que se preparaba para sacerdote. A cambio de sus enseñanzas, el Maligno exigía de sus pupilos el pago "en especie", entregando una parte de su cuerpo. El de Oteiza, astuto al par que burlón, entregó su sombra, la cual sólo volvía a él cuando celebraba la misa y se retiraba al terminar. Le tomó gran ojeriza el Demonio, por aquella burla, y procuraba fastidiarlo de mil maneras.  
Nombrado capellán de la encomienda templaria de Aberin, un día acudieron a él los vecinos "para que espantase la truena". Miguel tomó el Lignum Crucis, subió a la torre y, desde las almenas, vio que, entre dos negros nubarrones preñados de granizo, estaban sentados el Diablo y su vendida sombra. El capellán, alzando en una mano la milagrosa cruz y sosteniendo en la otra el libro de "esconjurar", leyó en voz alta el ritual para exocizar el nublado. Al terminar la última palabra, Demonio y sombra se precipitaron a tierra, junto con todo el granizo, y se perdieron por una humeante grieta abierta en el suelo, sin causar daño alguno a las cosechas.
En acción de gracias, Martín de Oteiza, grabó en la portada del templo, utilizando la propia reliquia, aquella tosca cruz que hoy vemos gastada por el tiempo. Y dicen que el maligno nunca más volvió a molestarlo, aunque jamás le devolvió su sombra...

Otro enigma, se esconde en este tabernáculo templario del Lignum Crucis. En el interior de la nave, justo donde el muro norte se une al ábside, existe una pequeña estancia sin vanos, en la cual hay unos escalones que descienden del techo, sin venir de ninguna parte, y se hunden en el suelo, sin ir a parte alguna. ¿Se trata de una comunicación, cegada en la actualidad, que une un hipotético paso de ronda sobre las bóvedas, con una ignota cripta bajo el ábside? 
Los arqueólogos y arquitectos, que han estudiado el templo, así lo creen, sobre todo pensando en otros ejemplos navarros coetáneos, como Orísoain, San Martín de Unx, o Gallipienzo. Apoyan estas hipótesis, los diversos pasadizos subterráneos encontrados por los vecinos: túneles que descienden desde el templo de la encomienda, hacia la parte baja de la villa, por el lado sur, y que, al estar parcialmente cegados, se usaron como bodegas.
Como era de esperar, las buenas gentes no se han privado de transmitir toda clase de leyendas sobre tales túneles, incluida una sobre el tesoro del Temple...
También existe la posibilidad, de que pasadizos y cripta conformen dos conjuntos independientes, utilizándose aquellos como parte del sistema defensivo en caso de asedio, y ésta para fines litúrgicos o funerarios. Igualmente, pudiera ser que la cripta pertenezca a un templo anterior al actual, como sucede en Gallipienzo.

Muchas sorpresas y misterios encierran todavía la encomienda de Aberin y su Capilla de los Caballeros, parece que aquí se manifieste de forma sutil esa "dualidad" tan cara al Temple, quizá reflejada simbólicamente en dos capiteles de su portada sur. En ellos, sendos y fieros leones afrontados, unen una de sus patas delanteras, en actitud de proteger a dos sonrientes personajes, que se agazapan bajo sus cuerpos. ¿Aluden a esa doble finalidad, material-económica, y espiritual-devocional de la encomienda? ¿Exoterismo y esoterismo? ¿El Lignum Crucis, como símbolo jerárquico del Comendador, al tiempo que talismán mágico-milagroso?
Quizá algún día, quienes pueden y saben se decidan a excavar el subsuelo del templo, para sacar a la luz esa cripta y esos pasadizos subterráneos, donde quizá, solo quizá, duerme un sueño de siglos el tesoro del Temple custodiado por la sombra de Miguel de Oteiza...

Salud y fraternidad.