miércoles, 28 de enero de 2009

¿Románico de madera...? ¡Toquemos madera!

Todos hemos quedado, alguna vez, fascinados por esas formas concéntricas que nos muestran los troncos de árbol recién cortados. Son los anillos de crecimiento, cada uno de los cuales indica un año en la vida del ejemplar talado.
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Por su grosor y forma, los expertos, pueden deducir cuales fueron las condiciones climáticas imperantes en el año de creación de cada anillo. Si hubo sequía o abundancia de lluvias, si el árbol padeció plagas o soportó incendios.
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No obstante, nada de eso podremos comprobar aquí, porque estas fotos no corresponden a troncos de árboles, sino a los sillares de arenisca rojiza que forman los muros de un templo románico. Una arenisca, cuyos sedimentos han adoptado estas caprichosas formas, estas engañosas formas vegetales.
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El templo en cuestión es el de Santa Juliana, en el pueblo de Pineda de la Sierra (Burgos), obra románica del s.XII –al que se añadieron bóvedas góticas en el XVI-. Sito en las alturas orientales de la Sierra de la Demanda, debió repoblarse hacia el s.IX, pasando a pertenecer al Alfoz de Oca y luego a la Merindad de Montes de Oca, cuya cabeza era Villafranca.
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Durante el medievo, entre sus bosques de acebos, hayas, abedules y robles vivió una notable población de osos, jabalíes, corzos y lobos, que aprovecharon nobles y monarcas para sus monterías. Pero el poder económico del lugar era la ganadería, junto al aprovechamiento forestal, y las famosas ferrerías donde se forjaron algunas de las espadas de los míticos héroes castellanos.
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La riqueza de sus recursos naturales hizo que la villa prosperase, los señores y burgueses adinerados llenaron el lugar de casonas señoriales, de las que alguna subsiste. Y levantaron el magnífico templo, que todavía nos asombra, con su preciosa galería porticada y las escultura simbólicas de su portada sur.
Aunque lo que más nos impresiona, son esos sillares de arenisca rojiza, tan originales, por su conformación en capas estratificadas.
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En estas sierras se han hallado restos fósiles de varios árboles, del grupo de las angiospermas, quercus y palmoxylon, con más de ciento treinta millones de años. Por eso, no nos cuesta soñar que estas imágenes, de piedra, hayan sido talladas en dichos troncos fósiles. Al menos, el resultado aparente es el de la madera, si no mirad bien esos canes del alero. Se non é vero, é bene trovato...
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Salud y fraternidad.

jueves, 22 de enero de 2009

“Tesoro rural galaico...”

Santa Cruz de Retorta (Concello de Guntin, Lugo).
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En el Camino Primitivo de Santiago, entre Lugo y Palas de Rei, se encuentra este peculiar templo de los ss.XI-XII, con restos del s.V. Nadie diría que este sencillo templo rural, pequeño, de encalados muros, y sin nada destacable a simple vista, posee algún valor singular. No obstante, cuando lo examinemos en detalle, vamos a cambiar de opinión para definirlo como una auténtica joya románica.
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Como todos los templos de su época, no dejó de sufrir reformas. Por ello, es más significativo lo poco conservado, que cuanto ha perdido. Su estructura general, con nave y ábside rectangulares, son herencia del primitivo edificio suevo-visigodo, aunque al rehacer los muros perdió el arco triunfal románico. La cubierta también fue sustituida, desapareciendo los canes del alero, pero sabemos que los tuvo porque uno de ellos permanece empotrado, de lado, como enorme sillar en el muro exterior absidal, mostrándonos su característica curvatura en la que se agazapa una figura humana.
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Un elemento destacado, es su ventana absidal que, a pesar de la reforma, permanece intacta. Sus elementos románicos son típicos de los templos de alguna importancia, el arco, de medio punto, está coronado por chambrana ornamentada, así como los cimacios vegetales y los capiteles figurados, uno de ellos sobre columnilla torsa. El vano está cerrado por una piedra calada, reutilizada del templo suevo-visigodo, con motivos cruciformes, de hoja y estrellados. En la sacristía se conservan dos capiteles vegetales, también prerrománicos.
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Otro importante elemento es el crismón, que encontramos en la portada norte, albergado bajo una arquivolta con zig-zag. La figura del crismón no es original por sí misma, sin embargo, este de Santa Cruz es muy característico. Según la simbología mitológica cristiana, los crismones constan de un círculo en el que se inscriben, superpuestas, las letras P(ater), I(esus), X(ristos), S(piritus sanctus); junto a estas aparecen las letras griegas alfa y omega, primera y última del alfabeto, que simbolizan al Cristo como principio y fin de todas las cosas.
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Pues bien, el crismón de Santa Cruz carece de las dos letras griegas y ocupan su lugar cuatro pequeñas esferas, distribuidas simétricamente, en los espacios laterales de la X, encima y debajo de la barra horizontal del crismón –solo existe otro, muy similar, en Melide-. Además, a cada lado del tímpano, dicen los expertos, se aprecian las iniciales "PEL" "PRES", abreviaturas de PELAGIO PRESBÍTERO, que pueden corresponder al Magister que dirigió la obra o bien al fundador.
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El último de sus característicos elementos, es el tímpano de la portada oeste. Representa, en forma esquemática y con extrema sencillez, un Cristo Cosmocrator, bajo un arco trilobulado, rodeado por un Cielo Empíreo: lleno de estrellas, junto con el sol y la luna. La forma tosca y poco hábil, de la talla, nos habla de una obra precoz, quizá de la segunda mitad del siglo XI, cuya técnica está más próxima a la tradición visigótica que a la románica, con resabios de las estelas castreñas celtas. Además, no se trata de la típica piedra de tímpano, semicircular, sino de una pieza rectangular, cuyos extremos se han retallado, para darle curvatura y poder encajarla bajo el arco de la puerta, aún a costa de mutilar parte de lo representado. Es muy posible que se trate de un elemento reutilizado, del primitivo templo suevo-visigodo.
En resumen, un pequeño tesoro olvidado, de esos que tanto abundan en la campiña gallega.
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Salud y fraternidad.

miércoles, 14 de enero de 2009

“Ianuarius: Janua Coeli”

El año viejo, lleva sobre sus hombros al año nuevo. Templo de Santa María la Real, arquivoltas portada sur, Sangüesa (Navarra).
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Ahora, que acaban de cumplirse los idus de Enero, vamos a hablar de él. En las pinturas, manuscritos y esculturas románicas, este mes suele representarse mediante un personaje de doble o triple rostro, cuyas caras miran en direcciones opuestas. Se trata de Jano, el patrón de los Collegia Fabrofum: las Cofradías de Constructores, porque era la divinidad de la iniciación a los “misterios”, que, como en todas las civilizaciones tradicionales, estaban vinculados con el ejercicio de las artesanías. Esto, lejos de desaparecer con la civilización romana, pervivió sin interrupción a lo largo de la Edad Media, y se transmitió regularmente a los gremios que mantuvieron el mismo carácter iniciático, en especial el de los albañiles.
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La llave dúplice de Jano, la divinidad que tiene el tiempo en sus manos. Templo de San Juan de la Peña, muro del claustro, (Huesca).
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Este es uno de los escasos dioses latinos que no tiene paralelo en la religión griega, es una divinidad indo-europea antiquísima que los romanos asociaban con el principio de los tiempos. En la religión romana, Jano o Ianus, era la divinidad que simbolizaba el paso de una cosa a otra y presidía, por tanto, todos los principios y finales de algo: las puertas; el primer mes del año; y su primer día: las calendas ianuarias; incluso, la primera hora del día. Presidía además los solsticios, el de verano era “ianua inferni” y el de invierno “ianua coeli”.
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Jano es el “Portero” celeste, que tiene las llaves del tiempo cuya puerta controla. Templo de San Juan de la Peña, capitel claustro, (Huesca).
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Esta divinidad da nombre al mes de Enero: Ianuarius, como puerta de paso desde el año viejo al año nuevo. Le estaba consagrado el noveno día de dicho mes, cuando se celebraban sus fiestas, llamadas Agonalias. En ellas los umbrales de las casas se adornaban con coronas de flores, ramas de laurel, y las gentes se visitaban para intercambiar regalos y felicitaciones.
Al empezar el día, se le hacían ofrendas de vino e incienso para invocar una jornada favorable. Igualmente se le hacían ofrendas, antes de emprender un viaje. En su templo de Roma, sobre la colina del Janículo, se hacían las ceremonias principales, porque según la tradición aquí había hospedado Jano al fugitivo Cronos-Saturno, quien a cambio le concedió el don de la sabiduría y la clarividencia.
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Jano en el banquete del Año Nuevo. Templo de San Pedro, arquivoltas portada norte, Echano (Navarra).
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Se lo representa con doble rostro, Jano bifronte: el pasado y el futuro; o con tres: pasado, presente y futuro. Sus atributos son el bastón y las llaves... Cuando aparece con ellas es Janus Ianitor: el portero celeste.
Durante el periodo románico aparece en varias actitudes: abriendo las puertas del templo, que empuja con sus manos; sobre una muralla, con una llave en cada mano; sentado junto al hogar, calentándose o avivando el fuego; sentado a la mesa, dándose un banquete, como lo nombran los juglares medievales:
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“Estava don Ianero a dos partes catando
cercado de çecinas, cepas acarreando
tenía gruesas gallinas estava-las asando
estava de la percha longaniças tirando”
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(Libro de Alexandre, inicios s.XIII).
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“Hacia dos sitios mira aqueste cabezudo;
capirotada y aves almorzaba a menudo
hacía cerrar cubas, llenarlas con embudo
protegerlas con yesos que guardan vino agudo”.

(Arcipreste de Hita, Libro de Buen Amor, 1330).
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Jano Triforme. Templo de San Martín, capitel portada sur, Artaiz (Navarra).
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Existe sin embargo otra versión, quizá relacionada con el solsticio de invierno: Janua coeli, “Puerta del cielo”, en la que Jano es un anciano, de triple rostro, sentado entre vegetales que inician ahora su etapa de crecimiento interno, para acabar brotando en primavera y madurando en verano. Así aparece Jano, en el templo de Artaiz (Navarra). Su cabeza triforme, tiene los rostros laterales con los labios fruncidos, como si estuviese silbando la enigmática canción de los tiempos, idos y por venir, mientras el rostro que nos mira permanece con sus labios cerrados, mudo.
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René Guénon, el gran simbolista, nos define así el sentido de esos tres rostros:
El auténtico rostro de Jano, invisible, es el de quien contempla el presente y no los dos visibles: el del pasado que ya no existe, o el del futuro que está por venir. Ese tercer rostro, en efecto, es invisible porque el presente, en la manifestación temporal, no constituye sino un instante inasible. Pero cuando el ser se eleva por encima de la temporalidad transitoria y contingente, toda realidad queda preñada de presente. El tercer rostro de Jano simboliza el “sentido de la eternidad”. Una mirada de ese tercer rostro lo reduce todo a cenizas, es decir, destruye toda manifestación. Con todo, cuando la sucesión se trueca en simultaneidad, lo temporal en intemporal, todos los seres vuelven a encontrarse y moran en el “eterno presente”, de modo que la destrucción aparente es en realidad una “transformación”.
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Salud y fraternidad.