sábado, 29 de mayo de 2010

El templo “contorsionista” de Villacantid.

En la frontera cántabra con Palencia, sobre una pequeña loma solitaira, se alza el templo de Nuestra Señora de Suso, también conocida como "la Mayor". Su origen está en un pequeño monasterio visigodo erigido en el lugar de "Villa Cantis", una antigua villa rural romana instalada allí cuando la "pacificación imperial" permitió la construcción de calzadas que comunicasen Cantabria con la meseta del Duero.
La primera cita documental, es el controvertido texto, del 999, donde el conde de Castilla, Sancho Garcés, realiza una cesión de Fuero a favor del cercano monasterio de Cervatos.
A fines del s.XII, Alfonso VIII de Castilla lo cede al monasterio burgalés de San Pedro de Cardeña, y es entonces cuando debió levantarse el templo románico actual, quizá obra del mismo taller de canteros que edificó el vecino templo de Villanueva de la Torre.
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Es un extraño ejemplar, un templo "contorsionista", que se ha doblado sobre si hasta unir la portada con el ábside. Este extraño aspecto, es producto de las reformas sufridas en el s.XVII.
Parece que, avanzado el s.XIII, se eliminó la nave única, románica, y en su lugar se proyectaron tres naves, aunque se conservó la cabecera. Se alzó la nave norte, pero la sur quedó inconclusa, hasta que al comienzo del s.XVII se reformó la nave del evangelio y se añadió la parte inacabada de la epístola, en cuyo muro de levante se recolocó, pegada al ábside, la portada románica que antes estaba al costado meridional.
El resultado es un ejemplar único, en todo el románico peninsular e incluos europeo. Dicha reforma elevó, al oeste, la nueva torre, tapando la fachada románica de poniente, donde ignoramos si existió otro acceso. La portada, muy deteriorada, tiene chambrana de anillos entrelazados, amén de arquivoltas con cabezas de clavo y ajedrezado, sus cimacios son tallos con palmetas y entrelazos, pero sólo resta uno de los capiteles.
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El airoso ábside, nos sorprende con una hermosa ventana con rosáceas tetrapétalas, y un arco de líneas en zig-zag que evocan las energías cósmicas, líneas quebradas que se repiten a lo largo de ambas columnas, coronadas con capiteles habitados por animales del bestiario, afrontados: leones y grifos de extrañas alas.
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Los capiteles, de las columnas absidales, mezclan los elementos vegetales con los historiados. Así, en uno, contemplamos una cacería del oso. En otro, podemos ver en la misma pieza, la lucha de Sansón con el león, más un personaje central, coronado, a cuyo lado se combaten dos jinetes. En el interior del templo, aparece otra lucha de caballeros entre los que se interpone "la Concordia".
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También aquí, como en el cercano Villanueva de la Torre, abundan los "grifos", tanto exterior como interiormente. Aunque son unos grifos poco convencionales pues, en general, sus alas antes parecen de insecto que de ave. Los encontramos en el único capitel "superviviente" de la portada, en el de la ventana absidal, y en el de su arco triunfal.
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[foto, por cortesía de la web: romanicoenruta.com]
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Los capiteles internos, a base de vegetales y animales del bestiario, se encuentran muy estropeados, como si durante un tiempo hubiesen estado expuestos a los elementos atmosféricos, quizá a causa de problemas en la cubierta. El mejor conservado, exhibe dos grandes grifos, acodados, que son mordidos en el pecho por serpiente aladas... es decir, dragones, coronado todo por un cimacio de entrelazos célticos. Es, también, el que ha sido realizado con un esquema más fiel a su "monstruosa realidad".
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El templo ha sido habilitado como "Centro de Interpretación del Románico", de la zona, y tiene un pequeño museo, donde destaca el muestrario de instrumentos de cantero, junto a las réplicas de canecillos al estilo de Cervatos.
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Salud y fraternidad.

martes, 25 de mayo de 2010

Los “Grifos” de Santa Marina.

El que hoy es un pequeño caserío, conocido como Villanueva de la Torre (Palencia), fue antaño la medieval "Villa Nova" perteneciente a la Merindad de Aguilar de Campoo, cuyas tierras entregó Alfonso VIII, en 1175, al Monasterio de Santa María la Real del dicho Aguilar. Su humilde estado actual no evoca su antigua importancia, pues en 1233 consta que existía aquí un palacio del noble Gonzalo Ruiz Barruelo, cuyos restos pueden rastrearse en una casa solariega del lugar.
A media ladera de un pequeño, pero empinado otero, vigilada por una torre del XV -levantada y reconstruida, sobre otra del XI-, se alza el sencillo pero precioso templo de Santa Marina, de la segunda mitad del XII. Tampoco nos quedan muchas noticias documentales del edificio, salvo la cita de sacerdotes y clérigos en 1198 y 1259.
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Su nave única fue casi completamente rehecha, pero conserva ábside y presbiterio, así como los grandes capiteles interiores del arco triunfal. Además de la torre, al costado de poniente, con atractivas ventanas geminadas. Elementos, todos, que destacan por el armonioso escalonamiento volumétrico de sus componentes. El atrio sur, y la sacristía, al norte, son añadidos del s.XIX.
Por desgracia, la portada actual, al sur, no es la original, que debió ser de cierta riqueza a juzgar por la que exhiben las partes románicas conservadas.
. La cabecera presenta una simple ventana en aspillera, abocinada, pero enmarcada por dos arquivoltas preciosistas, a base de cabezas de clavo, bellas geometrías que se repiten en las impostas. El arco, entre esas arquivoltas, muestra dos filas de lo que parecen ¿patas de oca? En sus capiteles, campean grifos afrontados, que reaparecen en la parte interna de la ventana. El vano sur, del presbiterio, es una versión "menor" de la absidal, también con grifos exterior e interiormente. El tambor de la cabecera se divide en tres paños, mediante columnas que reposan en un podio y rematan en elegantes capiteles vegetales.
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Se articula, internamente, mediante un arco triunfal, que separa los dos espacios de la cabecera, donde los grandes capiteles vegetales, de buena factura, se mezclan con otros que nos muestran, de nuevo, estilizados grifos afrontados, en uno, y Daniel en el foso de los leones, en otro. Melenudo profreta Daniel, el cual se peina en forma curiosa, con ese "peculiar" flequillo... Y es acompañado, por leones de gruesas cabezas y enormes lenguas que lamen sus desnudos pies... Tampoco debemos pasar por alto esas grandes manos, y la singular postura ritual que adoptan.
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La imaginería del templo es de cierta riqueza, cuando menos simbólica, como esa Virgen del XVI, aquella otra Virgen Madre, sedente, del XIII, o la singular figura de la santa titular.
Según la mitología judeo-cristiana, santa Marina, la celtíbera doncella mártir, natural de Bayona en Pontevedra, de Galicia, era hija del Gobernador hispano-romano, seguidor de la Antigua Religión, Lucio Castelio Severo y de su esposa Calcia. La madre dio a luz nueve niñas, en un solo parto, y asustada por si era acusada de infidelidad, y repudiada, mandó a su criada arrojase las criaturas al río Miño. Sin embargo, la buena mujer las distribuyó entre diversas familias cristianas de la región.
Ya crecidas, las doncellas fueron convertidas a la nueva religión y bautizadas por el obispo san Ovidio. Descubierto el engaño, su padre las encarceló, para apartarlas de tan peligrosas creencias.
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En la celda se les aparecieron numerosos demonios, junto con un terrible dragón, que cayó rendido ante la pureza espiritual de Marina, y devoró a los otros diablos. Escaparon luego, con ayuda de un ángel, pero al final todas terminaron capturadas y recibieron martirio en diversos lugares. Marina fue decapitada en Aguas Santas (Ourense), y al caer, su cabeza, rebotó tres veces e hizo brotar otros tantos manantiales. En el s.XII, sobre esas fuentes milagroso-medicinales, levantaron los Templarios una Hospedería de Peregrinos y un santuario, en cuyos cimientos se esconden los restos de un templo céltico...

¿Serán, los múltiples "grifos" del templo de Villanueva, simbolismo de aquel dragón que santa Marina convirtió en servicial defensor?

Salud y fraternidad.