sábado, 19 de junio de 2010

Lebaniega y enigmática Piasca, donde dos son mejor que uno…

Piasca (Cantabria). [Diapositiva, 3 agosto 1987].
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En la Biblioteca Municipal de Santander, se conserva el Cartulario de Santa María la Real de Piasca, colección documental imprescindible para conocer la historia de este cenobio medieval. Sin embargo, si remontamos las cumbres cantábricas hasta la comarca de Liébana, en busca del citado Monasterio, no encontraremos allí más que sombras de su glorioso pasado espiritual, y un pálido recuerdo del tesoro artístico florecido al abrigo de la alta cordillera.
No obstante, bien merece la pena visitar este curioso testimonio del románico cántabro, obra del enigmático Magister Covaterio, según registra cierta "jeroglífica" lápida consagratoria, empotrada junto a la puerta oeste del templo.
Situado al pie del tremendo puerto de Piedrasluengas, en la vía que une Cantabria con Palencia, este estratégico enclave estuvo habitado por celtíberos y, luego, por romanos, hasta que llegaron los visigodos. En origen hubo aquí un monasterio mozárabe, que puede remontarse a la repoblación, de los ss.VIII o IX, aunque la primera referencia documental es del 930. En el 941 estaba habitado por una comunidad "dúplice", mixto de monjes y monjas, matriarcalmente gobernados por la inteligente abadesa Doña Aylo, bajo la regla de san Fructuoso. Durante los ss.X y XI, la comunidad mixta se engrandeció sobremanera, de modo que, iniciado el s.XII, se decidió sustituir el ya viejo templo prerrománico -con graves problemas de estabilidad, a causa de las aguas subterráneas- por uno nuevo, más grande y ricamente esculturado. Este edificio, dedicado a Santa María, fue consagrado el 21 de febrero de 1172, por el obispo Juan de León, junto a Don Gutierre, abad de Sahagún, y a fray Petrus Albus, prior de Piasca.
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Nuestra Señora de Piasca, fachada oeste. [Foto, 31 marzo 2007].
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Se trataba de un gran edificio, de tres naves y triple cabecera, con ábsides de planta circular, al exterior, y poligonal, al interior, que en su costado sur adosaba un bello claustro. Pasado el esplendor medieval, monasterio y templo vivieron una dorada decadencia. En 1439 tuvo que restaurarse el santuario, de manera que de la obra románica sólo subsisten los ábsides, con sus ventanas y canes, las dos portadas, y la mayoría de elementos esculturados, aunque todo muy trastocado. De las dependencias monacales, sólo quedan las reformadas en el s.XV, al oeste del claustro, fecha en que se sustituyeron las bóvedas originales por otras tardo-góticas.
En fecha indeterminada, desapareció el claustro, ricamente trabajado, del que perviven escasos elementos empotrados en los muros del actual cementerio. También se perdió el ábside sur, sustituido por una insulsa sacristía.
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San Pedro y san Pablo, restos del colegium apostolicum, fachada oeste. [Foto, 31 marzo 2007, hemos "eliminado" la escultura mariana, central, del s.XVI, sin otra intención que conservar la estética románica].
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Sobre la portada oeste, se ha conservado el fragmento mal montado de un excelente apostolado, bajo arcos de lóbulos y friso de cabezas de clavo, todo ello reutilizado del viejo templo. Se trata de san Pedro, con su pareja de llaves, y san Pablo, con un libro en que se lee "PAVLUS", ambos de un preciosismo escultórico que delata el buen oficio del Magister que los labró. Entre ellos, una imagen de la Virgen Madre, obra del s.XVI, que desmerece completamente, incluso sin considerar la calidad de la escultura a la que pretende sustituir. ¿Estamos ante los restos de un "colegium apostólicum", del que faltan los restantes miembros y el propio Cristo Pantócrator?
No perdamos de vista los sugerentes "glotones", esos monstruos que, a modo de capiteles, "vomitan" las columnas entre los santos. Ellos son un aviso, pues nos anuncian el curioso "ritmo matemático", ritmo "binario" o "dúplice", que parece regir la escultura de Piasca
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Portada sur, orfebres. [Diapositiva, 7 agosto 1982].
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Pero es en sus dos portadas, donde se cobijan diversos personajes que realizan los más variados oficios, todos ellos, como dice la cancioncilla medieval: "de dos en dos, uah..."
La oeste tiene arquivoltas ricamente trabajadas, con variados motivos vegetales y un muestrario de sujetos, tanto humanos como animales: músicos, guerreros, leones, clérigos y seglares. Los capiteles son igualmente abigarrados: centauros luchando, dragones alados, grifos, quimeras. Y en uno de los fustes, san Miguel alanceando a la infernal bestia apocalíptica.
La sur, o "del cuerno", de menor tamaño pero no inferior mérito, bajo su arquivolta vegetal, cobija diversos personajes no menos curiosos que los de la anterior.
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Portada sur, sastres. [Foto, 31 marzo 2007].
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Entre una y otra portada podemos ver, entre otros: dos orfebres, uno avivando el fuego con fuelles, y el otro martillando el metal sobre el banco; dos sastres, afanados con la aguja y la tela; dos músicos, que hacen sonar la vihuela y el rabel; otra pareja de músicos, que pulsan al unísono un "salterio a dos"; incluso hay, lo que parece un duo de "amantes" prestos a sellar su pasión con un beso, pero que no es símbolo del amor carnal, sino del amor fraternal.
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Portada oeste, rabel y vihuela. [Foto, 31 marzo 2007].
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Portada oeste, "salterio a dos". [Foto, 31 marzo 2007].
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Todos estos músicos, nos sugieren la invocación del Salmo 150: "Alabad a Dios al son de trompetas, alabadle con el salterio y la cítara, alabadle con tamboril y danzas, alabadle con laúd y flautas, alabadle con címbalos resonantes..."
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Portada sur, "el beso" representa, en realidad, la fraternidad entre "compañeros". [Diapositiva 7 agosto 1982].
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Esta "manía" del Magister por representar aquí parejas, ¿alude a la dualidad original del cenobio mixto? ¿Es simbolismo del poder sagrado de la dualidad? ¿Simboliza la dualidad compañeril de los canteros, el "companagium"? Leemos en el Eclesiastés 4, 9-12: "Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡hay del solo! Que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante..."
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Ábside, ventana central, escenas del bestiario. [Foto, 31 marzo 2007].
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Las ventanas absidales, amén de símbolos solares, presentan también su ración de parejas, aunque aquí se trata de la fauna propia del bestiario: centauro cazando un basilisco, dragón contra león, quimeras afrontadas, pájaro contra serpiente, etc., todo ello en medio de un universo vegetal exuberante. Para compensar, en los capiteles del alero, se figuran la Anunciación y el sacrificio de Isaac.
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Ventana absidal, caza del jabalí. [Diapositiva, 3 agosto 1987].
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Esa Naturaleza feraz y generosa, se extiende por capiteles y cimacios, a base de tallos con remolinos vegetales, entre los que es posible distinguir un hombre armado de lanza, el cual sigue a un perro que da alcance al feroz jabalí. Deliciosa metáfora venatoria, del ser humano que recorre su interior para dar caza al aspecto bestial y salvaje de su naturaleza, el jabalí, con ayuda de su parte espiritual, el perro, y armado con la lanza de la fe...
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En su interior, el templo guarda magníficos capiteles, con restos de policromía, en la arquería absidal, como ese en el que, bajo la Jerusalén Celeste, aparece una Epifanía sui generis, donde la estrella de Belén es una flor de siete pétalos...
Muchas otras imágenes, altamente simbólicas, pueblan este universo de piedra, salido de la mano del misterioso Magister Covaterio: sirenas, arpías, guerreros, grifos, músicos, cuélebres, cetreros, lobos, pero han de continuar durmiendo su pétreo sueño hasta mejor ocasión, que esperamos no tarde en presentarse.
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Salud y fraternidad.