sábado, 28 de noviembre de 2009

¿Románico andalusí...? (y VIIª)

Vamos a terminar esta serie, sobre el “románico andalusí”, con el templo de San Lorenzo, en la Ajerquía cordobesa, pues sin duda es el que mejor conserva su primitivo aspecto. Los estilos tardorrománico, protogótico y mudéjar, se muestran aquí en toda su mestiza grandiosidad.
Levantado sobre la mezquita de Abul Moguira, construida por Mustak, madre del Príncipe Almuguira, en 922, presenta todos los elementos característicos del “románico andalusí” que hemos citado en anteriores templos. E incluso tiene otra rareza, sus sillares calizos están repletos de fósiles marinos, entre ellos dientes del tiburón jurásico Carcharodon megalodon.
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Su ábside mayor es poligonal, con vanos tipo Chartres, mientras los dos laterales tienen cabecera recta. En altura, están muy marcados los desniveles entre ábsides, de éstos con sus correspondientes naves, y de ellas entre si, de forma que el conjunto presenta un interesante juego de gradaciones volumétricas. Todo lo cual proviene del románico borgoñón, a través de influencias burgalesas como San Andrés del Arroyo o Villamayor de los Montes.
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La torre renacentista data del 1555, y algunos la consideran antecedente directo de la Giralda sevillana, pero la mitad de ella, aproximadamente, corresponde al minarete de la mezquita de Abul Moguira. En la base de su lado oeste, bajo la galería medieval, conserva un gran arco de herradura apuntado que pudo ser su puerta de acceso.
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Desde el interior, a los pies de la nave septentrional, se aprecia el cuerpo del alminar, que conserva en la parte alta una ventana geminada con arquillos de herradura.
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De sus tres naves, la central es mucho más elevada, con arcos apuntados, y el muro de separación inter-naves tiene antecedentes románicos. Sus capiteles interiores son vegetales, aunque hay ménsulas con bustos humanos y cabezas animales, sobre pilares de transición románico-gótica.
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Las bóvedas de la cabecera, de crucería gótica con espinazo, siguen el modelo burgalés del s.XIII, que en Córdoba se emplea con un siglo de retraso.
Hay materiales de acarreo, como columnas musulmanas, unas superpuestas al interior y otras embutidas en el muro de la torre, que seguramente proceden de la perdida mezquita.
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La fachada principal, se articula a partir de un porche del XIV, cuyo tejaroz estuvo sustentado por canes de rollos y cinta, de tradición califal. Encima de éste campea el gran rosetón, y a sus costados la torre-alminar y el óculo meridional. Por encima una hornacina, con la escultura medieval del patrón, san Lorenzo.
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El magnífico rosetón gótico-mudéjar, del s.XV, quizá el más rico de toda Córdoba, parte de una flor hexapétala de inspiración céltica, desarrollada a través de arquillos entrelazados románicos, para pasar mediante pequeñas columnas con arcos ojivales a un entramado mudéjar. La conjunción simbólica, a través de los diversos estilos artísticos, es completa. En el lado de la epístola, como en San Miguel, hay un óculo con el “Sello de Salomón”...
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Su portada occidental es sencilla, de un sobrio cisterciense, cuya única concesión figurativa es el intradós con su típico zig-zag calado, todo ello bajo tejaroz con modillones de rollos califales.
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Las portadas norte y sur, son todavía más simples, con arquivoltas lisas que evocan una serena espiritualidad, desprovista de toda “distracción” sensorial, que no sea la puramente geométrica. Únicamente, se permiten la liviandad de los modillones “califales” del tejaroz.
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Una última sorpresa la constituyen las pinturas absidales, que, descubiertas en 1956, acaban de ser restauradas junto con el edificio... Son de los ss.XIV-XV, de inspiración en el gótico italiano. En la parte superior, con siete escenas de la vida del galileo; y en la inferior, con figuras de profetas bajo arcos lobulados árabes, y santos bajo arcos lobulados góticos, como curiosa forma de indicar la cronología de unos y otros.
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Las bóvedas están ocupadas por catorce querubines y seis serafines, de múltiples alas, y en los nervios terribles dragones serpentinos. El arco toral, apuntado, se destaca por el zig-zag calado y las cabezas de clavo, de tradición normanda. Sobre éste, pinturas de la Anunciación y Dios Padre, rematadas por escudos heráldicos.
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Otros varios templos, medievales, quedan en Córdoba que responden a este modelo tardío, aunque ya muy transformados. En otra ocasión los sacaremos a plaza, siquiera sea para evocar los restos de aquella singular riqueza perdida.
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Salud y fraternidad.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

¿Románico andalusí...? (VIª)

En una situación privilegiada, dentro de la Medina, se encuentra el templo de San Miguel, junto al romano Foro Antiguo levantado en la confluencia de las vías cardo y decumano. A pesar de las reformas, en los ss.XVII-XVIII, es uno de los templos cordobeses menos desvirtuado en su estructura, por lo que sirve como ejemplo perfecto del modelo típico para tales edificios: tres naves, ábsides poligonales, bóvedas de crucería con espinazo en zig-zag, etc., que proclaman su tradición románica, de filiación borgoñona, a través del Monasterio de Poblet, y pilares de inspiración románica zamorana. Elementos todos, que inducen a los expertos a considerar que, debido a la escasez económica, hubo que recurrir a maestros canteros “de segunda fila”, que solo dominaban modelos arcaizantes.
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La fachada de este templo, es una de las mejor conservadas de Córdoba, y en su sencillez refleja el prototipo de tales edificios. En la portada se aprecia la sobriedad cisterciense de sus líneas, arquivoltas lisas como símbolo de los círculos celestes, ligeramente apuntadas, con simple extradós de cabezas de clavo que serían en realidad las estrellas; una simple faja vegetal, sustituye los capiteles sobre finas columnas.
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Parece, que la riqueza del ingenio constructor se hubiese dejado para el rosetón y los óculos. Aquel comienza con una moldura externa a base de elaboradas rosetas, luego el “vacío” con boceles y escocias, y al final una doble rueda de tracerías trilobuladas, la externa con arcos de herradura. Conserva restos de las incrustaciones cerámicas, en color verde, al gusto mudéjar.
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El óculo meridional, compone en sus tracerías, a partir de una serie de arcos trilobulados, el “Sello de Salomón”, de tan profundo simbolismo cabalístico y alquímico. También quedan restos de cerámica vidriada, en el característico color verde manganeso.
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Para el óculo septentrional, se ha reservado una tracería más sencilla, con una flor exalobulada, igual a la que preside el centro de la figura antes descrita, el Sello de Salomón... Pero no debemos ver en ello un rasgo de pobreza imaginativa, sino complementariedad simbólica.
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La portada norte, muy maltratada, repite en forma simplificada el modelo propio de estos templos, con la única salvedad del extradós, donde campan florones similares a las del gran rosetón de poniente.
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Por contra, la portada sur constituye una agradable sorpresa. Es una evocación tardía del arte califal, y si presentáramos la foto fuera de contexto podríamos hacerla pasar como propia de un edificio musulmán. El arco de herradura, de dovelas alternantes, unas lisas y otras con atauriques, enmarcado por un alfiz, se encuadra entre dos columnillas que sostienen un tejaroz con canes de rollos y banda lisa (salvo los restaurados), y en los extremos dos grandes canes con rollos y rica decoración vegetal en los lados.
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Justo al lado de esta portada, se alzó la Capilla de los Vargas, ss.XIV-XV, del mismo estilo que ella, como si el gusto de los conquistadores se hubiese visto seducido por el arte de los conquistados. La ventana lancetada, tipo Chartres, que ilumina la capilla, no hace sospechar que su interior es como un pequeño oratorio musulmán, cuya puerta con arco de herradura apuntado y dientes de sierra, nos evoca el que vimos en San Pablo. Al interior, su planta cuadrada pasa al octógono a través de unas trompas con arquillos de herradura, enmarcados en alfiz, mientras su extradós es de cabezas de clavo y dientes de sierra. El conjunto, forma una curiosa capilla mudéjar, otro ejemplo más de la simbiosis cultural cordobesa del medievo.
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Salud y fraternidad.

lunes, 23 de noviembre de 2009

¿Románico andalusí...? (Vª)

Situado en la Ajerquía, junto a la muralla separadora de la Medina, se alzaba el Real Convento de San Pablo, de frailes predicadores, fundado por Fernando III en 1241. Era una rica y extensa propiedad, con claustro, huertos, y el disfrute de numerosas casas, mesones, derechos de agua, etc., en su entorno. No estamos en un enclave cualquiera, se trata del nuevo Foro Provincial de la Colonia Patricia Corduba, justo enfrente se encuentran las ruinas del Templo Imperial Romano, s.I-II d.C., y San Pablo hunde sus cimientos sobre el Circo Romano, de igual fecha.
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Hoy día, tan solo nos queda el templo de San Pablo, habiendo desaparecido todos los edificios conventuales, tragados por el urbanismo de sucesivos siglos, y a punto estuvo de perderse el propio templo en la desamortización del s.XIX. Una afortunada restauración, de 1900, rescató del olvido este magnífico edificio, aunque, como en el caso de Santiago de los Caballeros, se encuentre “sitiado” por numerosas casas adosadas y solo puede ofrecernos íntegro su magnífico interior.
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La estructura del templo es borgoñona, cisterciense, de transición románico-gótica: tres naves de altura desigual y cabecera triple, ábside central poligonal, y laterales rectos con interior curvo. Esto solo se vuelve a encontrar en el templo de San Pedro, y refleja cierto primitivismo, a más de una estrecha relación con el modelo del Cister, propio de la escuela hispano-languedociana, uno de cuyos ejemplos está en el Monasterio de Palazuelos (Burgos). La peculiar estructura románica, arcaizante, se aprecia también en los vanos absidales, todos de medio punto.
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Las piezas “de acarreo”, o reempleo, son claramente visibles, pues su utilización en un edificio para el que no fueron creadas hace evidente el añadido. Tenemos columnas, superpuestas y adosadas a los pilares del edificio, algunas recortadas, hasta completar la altura deseada, y sujetas al muro mediante grapas metálicas. Los capiteles, por su parte, son romanos o de tradición romana a través de visigodos y musulmanes, con hojas de acanto corintias, mientras que otros son directamente islámicos propios del arte califal, de los ss.IX-X, con trépano en avispero, procedentes tanto de mezquitas como de edificios particulares.
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Como en los demás templos del grupo cordobés, solo aparece abovedada la cabecera, con crucería apoyada en ménsulas, mientras las naves, por influencia mudéjar, se cubren con armadura en madera a base de par y nudillo de lacería. La cubierta de los ábsides laterales, al igual que los de San Pedro, son singulares en Córdoba, ya que presentan bóvedas de horno, señal de su “primitivismo” tardío.
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En su fachada oeste, las reformas del s.XVI, hicieron desaparecer la portada medieval y taparon parte de los contrafuertes que enmarcan el rosetón. La cornisa es típicamente románica, a base de modillones de rollos y cinta lisa, de tradición islámica, aunque existen algunos de talla mudéjar, muy maltratados y encajonados entre la Capilla de Doña Leonor. Estos últimos, decorados con rizos vegetales y motivos abstractos, serían evolución de ejemplares emirales a través de los mozárabes.
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La portada norte sigue el modelo ya descrito en otros templos cordobeses, con la típica faja ornamentada, aunque aquí cabe destacar que los capiteles son musulmanes, ss.IX-X, de avispero con trépano, colocados durante la restauración. No obstante, el tejaroz puede datarse en la reforma del s.XV, obra mudéjar en madera. En conjunto reproduce modelos cistercienses del s.XIII, como la portada oeste de Sasamón (Burgos), aunque más estilizada.
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La portada sur, que daba acceso al claustro, queda hoy en función de entrada a una pequeña capilla, y es otra originalidad de este templo. De arco ligeramente apuntado, con cierto abombamiento, que le confiere un claro aire islámico de sabor mudéjar, su extradós lleva cabezas de clavo y el intradós unos dientes de sierra, de tradición románica en el Cister. Estas peculiaridades, nos hacen añorar el desaparecido claustro medieval. ¿Sería igual de sorprendente?
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La curiosa capilla de Doña Leonor López de Córdoba, s.XV, hija del Maestre de Calatrava, tenía ocho rosetones, de los que restan cinco, uno de ellos entremezcla lacerías mudéjares con tracerías góticas, en singular maridaje cultural prolongado a través de los siglos.
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La Capilla de los Hoces, conserva tres ventanas mudéjares, con arco lobulado y alfiz, más celosía de piedra, califal, con lacería de estrellas. En su interior hay capiteles musulmanes y romanos, que delatan su antigüedad y carácter mestizo. No olvidemos que la Capilla de los Santos Mártires, aprovecha las piedras de un oratorio almohade, cuya cúpula octogonal se inspira en las capillas laterales del mihrab de la Mezquita Aljama. Y que luego, fue fama que allí se habían aparecido las ánimas de diversos mártires, que derramaron su sangre en el circo romano enterrado bajo sus cimientos.
Señal todo ello de las diferentes utilizaciones y reutilizaciones, de este espacio, desde los tiempos romanos hasta la conquista de Fernando III.
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Salud y fraternidad.

viernes, 20 de noviembre de 2009

¿Románico andalusí...? (IVª)

Por su ayuda en la conquista de Córdoba, en 1236, Fernando III entregó a la Orden del Temple la mezquita del Amir Hisham, en la zona baja de la Ajerquía, muy próxima al Guadalquivir, donde los monjes guerreros alzaron el templo de Sant Yago el Viejo, o Santiago de los Caballeros, y junto a él un Convento con claustro, adosado al muro sur, que poseyeron hasta 1312. En el s.XV hay documentos que citan “las Claustras” de Santiago y, todavía hoy, la calle donde estuvo se denomina “del Claustro”. Aunque éste no es el mayor milagro del edificio templario.
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Durante muchos años, el templo estuvo cerrado al culto, en espera de rehabilitación. En 1979 tuvo lugar un terrible incendio que debilitó, todavía más, el edificio, y provocó que en 1981 se derrumbara un pilar arrastrando gran parte de la nave central. Como en el caso de La Magdalena, esto salvó el templo, pues decidió su restauración. Sin prisa, claro, que la prisa es mala consejera, por lo que no se concluyó hasta 1991, al cabo de diez años. No obstante, el edificio continúa encerrado: el ábside y fachada sur entre las viviendas adosadas; su fachada oeste encajonada por construcciones en la estrecha calleja, antaño llamada “del Viento”.
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Con tres naves y triple ábside, entre cuyos contrafuertes se abren ventanas alancetadas de tracerías góticas, tipo Chartres, esta cabecera poligonal sigue modelos de gran difusión en Castilla y Aragón: Colegiata de Aguilar de Campoo (Cantabria), San Miguel de Foces en Ibieca (Huesca), o Santa María de Alcocer en la Alcarria (Guadalajara). No obstante, sus capiteles son de tradición musulmana y mudéjar en mayor medida que en otros templos cordobeses de su época.
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Este es uno de los pocos templos cordobeses, junto con San Lorenzo, Santa Clara y la Catedral, que conserva parte del alminar, de la mezquita sobre la cual fue edificado, aunque sea sepultado bajo las capas barrocas. Aún así, los pocos elementos que del mismo podemos observar, nos hablan de un alminar de inicios del s.IX, de serena belleza.
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Adosada hacia la mitad del costado norte del templo, los dos primeros pisos de esta torre son islámicos, con una ventana geminada, en arcos de herradura, que asoma al interior de la nave septentrional, mientras el piso superior y la espadaña son barrocos. Entre la fachada oeste y el alminar se levantó una galería, en época medieval, que guarecía la portada correspondiente. En el s.XVII, quizá por su mal estado, ambos elementos fueron sustituidos por otros al gusto barroco.
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De sus tres portadas, la norte desapareció según dijimos, aunque debió ser semejante a la del sur, que sigue la línea que hemos visto en La Magdalena y Santa Marina, aunque más simples: arquivoltas lisas, sobre un friso corrido, vegetal, que se convierte en capitelillos sobre las columnas. La portada de poniente, coronada por un tejaroz a base de modillones califales de rollos, copia el modelo, con extradós de cabezas de clavo, arquivoltas lisas y friso con vegetales y animales, todo muy destrozado.
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La fachada oeste -imposible de fotografiar correctamente, por la cercanía de los edificios vecinos-, tiene un magnífico rosetón ojival, con incrustaciones de azulejo mudéjar, comparable a los de San Miguel y San Lorenzo, y sendos óculos en las naves laterales.
Aunque si queremos disfrutar del bello rosetón, mejor será que lo hagamos desde dentro del templo, pues el cristal protector que le ha tocado “en suerte”, nos impide contemplar sus góticas tracerías.
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El alzado de las naves es propio de la tradición románica borgoñona, y la conjunción de cabecera abovedada y naves cubiertas con techumbre de madera proviene tanto de los conquistadores castellanos como de la tradición musulmana. Por su parte, las bóvedas absidales, con espinazo en zig-zag, son propias del gótico del Cister aunque en Córdoba se difundieron entre los siglos XIII y XIV.
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Un último enigma ronda el edificio templario, tan repleto de ellos, se trata de la extraviada “Virgen de Mármol”, s.XIII, ante la que juró su cargo el Comendador templario Juan Yañez de Cea, hacia 1270. Nª Sª de la Blanca, presidió el altar mayor y tras la supresión del Temple fue instalada en la Capilla de la Epístola, luego su pista se pierde. Solo quedan las leyendas, sobre su misteriosa aparición y cierto tesoro encantado...
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Salud y fraternidad.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

¿Románico andalusí...? (IIIª)

En la zona norte de la Ajerquía cordobesa, se alzaba un templo visigodo, donde continuó el culto mozárabe durante los primeros años de la ocupación musulmana. Luego fue derribado y, tras la conquista de Fernando III, se reconstruyó bajo la advocación de Santa Marina de Aguas Santas, con un estilo híbrido, pero impresionante, reutilizando materiales musulmanes. ¿Estamos ante un románico que quiere ser gótico, o ante un gótico que todavía no ha dejado de ser románico? Quizá ambas cosas a un tiempo.
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De la torre medieval, rehecha en 1550, se aprovechó la parte baja para capilla conservando el arranque de la escalera original. Luego, el templo sufrió importantes reformas internas en 1590, 1645 y 1680, que no afectaron a su singular y característica fachada principal. Fachada remata en piñón, con sus dos parejas de enormes botareles escalonados, que le dan aspecto de fortaleza, y enmarcan el rosetón sobre la portada. Este tipo de refuerzo, propio del primer gótico europeo, es aquí un exotismo que no se repetirá en otros templos cordobeses.
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La fachada oeste, que acusa la distinta altura de sus tres naves, contaba con otros tantos vanos. Un gran rosetón central, cuyas tracerías se reconstruyeron de forma esquemática, en el s.XIX, y dos óculos menores en los laterales, de los cuales ha desaparecido el de la nave sur sustituido por una ventana.
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Si el rosetón central procede de un románico-gótico “retardado”, los óculos de las naves laterales están en el ámbito de lo mudéjar, y si juzgamos por otros templos cordobeses similares, ambos debían poseer tracerías diferentes.
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Como todos los templos de su época, posee tres portadas ligeramente apuntadas. La principal, se encuadra entre los dos botareles centrales, sus lisas arquivoltas descansan sobre una franja que integra los pequeños capiteles y se expande a cada lado del extradós del arco; esta franja es semejante a la del templo de La Magdalena, con vegetales y animales, e igual que aquella está muy deteriorada.
Las arquivoltas están encuadradas por un alfiz mudéjar, trabajado con motivos geométricos, y protegidas por un tejaroz a base de modillones musulmanes de rollo simple. La portada sur es muy similar, y ambas responden a un gótico incipiente.
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En cuanto a la portada norte, otro símbolo de identidad del templo, tiene la originalidad de estar enmarcada por un destacado gablete gótico, en cuyo centro se abre una hornacina, con dos contrafuertes laterales a modo de pináculos, todo ello recorrido por cabezas de clavo.
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De arquivoltas lisas, el intradós contiene unos “dientes de perro” de puntas curvas. Como en las otras portadas, las arquivoltas apean sobre una faja de vegetales y animales. A pesar de su fuerte arcaísmo, podría datar de inicios del s.XIV.
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En la triple cabecera poligonal se aprecia también el estilo arcaizante, mientras los vanos de las naves son saeteras románicas, el ábside central tiene vanos tipo Chartres: alancetados, óculo lobulado y columnitas con capitelillos vegetales; al tiempo que, en los ábsides laterales, hay ventanas con celosías mudéjares de lacería.
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Su interior muestra pilares de origen románico del tipo de Poblet y Veruela; los arcos de separación de las naves son apuntados y doblados, sobre ellos corren otros de medio punto, que apean sobre las pilastras, y aquellos sobre las columnas de los pilares. Elementos que, en la zona norte peninsular, son propios del paso del s.XII al XIII, y del tránsito entre románico y gótico, pero que en Córdoba se emplean con un siglo de retraso. Los capiteles de la nave fueron picados, para colocar las falsas bóvedas barrocas que ocultaron las techumbres medievales, hacia 1645, siendo sustituidos por otros tallados a más bajo nivel seguramente imitando aquellos.
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Salud y fraternidad.

martes, 17 de noviembre de 2009

¿Románico andalusí...? (IIª)

El curioso templo de La Magdalena (Córdoba), que se alza en la Ajerquía, auna caracteres del gótico incipiente, con un decadente soplo románico, y ha llegado hasta nosotros por puro milagro. Sufrió siglos de remodelaciones, hasta que al inicio del XX fue cerrado al culto. Hacia los años sesenta se retiraron las falsas bóvedas barrocas, y se produjo el espejismo de una pronta restauración. Todo en vano, continuó cerrado y abandonado a su deterioro, eso sí, se aprobó un proyecto de restauración nunca realizado, y en 1982 fue declarado Monumento Nacional. Al fin, en 1990, sufrió un incendio. El fuego arruinó el templo, la techumbre vino al suelo y arrastró los arcos. ¡Aleluya!
¡Ahora sí! ¡Ahora había, por fin, motivos para una “restauración seria”! Seria, pero sin prisas, se tardó una década para convertirlo en centro cultural, patrocinado por una Caja de Ahorros, cerrado al turismo y vedado a los fotógrafos...
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Este fue uno de los primeros templos en levantarse tras la conquista, quizá por ello conserva elementos mas “primitivos”. Su ábside mayor es poligonal y los laterales rectos, cubiertos con bóvedas de crucería góticas. Este tipo de cabecera, viene influido por templos burgaleses, como San Andrés del Arroyo, Las Huelgas, o el templo abacial de SªMª de Huerta. La torre medieval desapareció, reedificada a fines del XVIII.
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Su fachada oeste refleja la estructura interna, de tres naves, aunque carece de los contrafuertes que caracterizan este tipo de templos, función que parece ejercer el macizo cuerpo saliente de la portada.
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El cuerpo central presenta un gran rosetón con cabezas de clavo y tracerías de gusto mudéjar -muy restauradas-, bajo él está la portada principal.
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Sobre grueso cuerpo saliente, coronada por un incipiente gablete en cuyo ángulo hay un pequeño óculo ojival, de tres lóbulos, que pudo contener una imagen, destaca la portada de arcos apuntados.
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Sus arquivoltas, con extradós de espirales y florones vegetales, son propias de un gótico inicial que empieza a desprenderse lentamente de las fórmulas románicas.
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No obstante, el intradós, con sus dientes de sierra calados, nos remite al románico final de templos burgaleses y sorianos. Las arquivoltas reposan sobre un friso corrido, en el que se integran las columnillas, esculpido con vegetales entre los que corretean animales y picotean pájaros, todo muy deteriorado, casi perdido .
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La portada norte, también en saledizo, presenta tejaroz de modillones califales, extradós de cabezas de clavo, y capiteles a base de vegetales y personajes, todo muy deteriorado; en las enjutas queda un arcángel san Gabriel, fines s.XIII, parejo de la perdida Virgen del otro lado.
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La portada sur, es también de gran originalidad. Un alfiz mudéjar, a base de cabezas de clavo, enmarca las arquivoltas, de medio punto, cuyo intradós presenta los clásicos dientes de sierra, que fueron tan comunes en cierto románico.
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Otro recuerdo musulmán, son los modillones de rollos, con cinta lisa, de tradición califal.
En resumen, un templo donde se dan cita, a pesar de su arcaísmo, los diversos impulsos artísticos que, sumados, hicieron posible este peculiar “románico andalusí”.
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Salud y fraternidad.