viernes, 26 de febrero de 2010

Leyendas del Camino: “Las fieras guardianas”.

La arquitectura románica ha generado numerosas tradiciones populares, desde el mismo momento de su creación, y la arquitectura del Camino Jacobeo es particularmente rica en este tipo de leyendas.
Elevada originalmente en el s.XI, sobre las ruinas de un templo romano, la Colegiata de San Isidoro, en la ciudad de León, conserva dos portadas románicas, s.XII, en su fachada sur: la del Cordero, en la nave, y la del Perdón, en el brazo del crucero. Esta última, recibe su nombre porque los peregrinos jacobeos entraban por ella para quedar libres de sus faltas, y quienes no podían continuar viaje a Compostela, por haber caído enfermos, recibían aquí el perdón de sus pecados y las indulgencias consecuentes, igual que si hubiesen completado la peregrinación.
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La Puerta del Cordero tiene dos mochetas, con sendas cabezas de carnero, sosteniendo el tímpano. En la Puerta del Perdón, tal función es ejercida por similares mochetas, aunque aquí se trate de las cabezas de un melenudo león, con las guedejas al viento, y un boquiabierto oso ornado de gran collar, ambas con gesto feroz y en violento giro de cuello hacia el exterior.
Sin embargo, no siempre ostentaron tales actitudes las figuras atribuidas al taller del Magister Esteban, hubo un tiempo en que miraban severa, pero pacíficamente, hacia el vano de la puerta.
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En albergues y mesones, contaban a los peregrinos el milagroso y espantable suceso que tuvo lugar por causa de la poca fe de unos viajeros jacobeos.
Allá por el siglo XII, arribaron a León una pareja de peregrinos, los cuales se admiraron del tumulto de gentes que se agolpaban para entrar por la Puerta del Perdón, estando al lado la del Cordero completamente vacía. Interrogaron a quienes esperaban entrar, siendo informados del valor redentor sobre sus pecados que tenía el atravesar aquella puerta.
Cruzaron ambos una mirada burlona, soltaron una carcajada, y comentaron que buena era la cosa, porque desde que partieran de su lejana patria, no habían dejado de ver menos de una docena de supuestas “puertas santas”, y es que no faltaba santuario ni templo de cierta fama que careciese de ellas.
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Por tanto, dudaban, muy mucho, de su eficacia redentora, ni del presunto poder de perdonar nada. Aún así, ya que estaban ante portam, la atravesarían para demostrar que aquel hueco no tenía nada especial.
Pero cuando adelantaban el pie para llegarse al umbral, ambas fieras, león y oso, cual si de fieras vivas se tratase, giraron sus cabezas hacia los descreídos peregrinos, y rugieron de forma tan amenazadora, que todos quedaron en suspenso. Hasta tres veces, intentó la pareja traspasar la puerta, y otras tantas hubo de retroceder, pues aquellas fieras les amenazaron de igual forma en cada ocasión.
Cayeron los peregrinos de rodillas, acudieron los sacerdotes, se rezó y se imploró, pero león y oso únicamente cesaron, en su actitud defensiva, cuando la pareja se alejó contrita y cabizbaja, para entrar por la Puerta del Cordero.
Y así quedaron las fieras guardianas del templo, con la cabeza y el gesto en amenazadora actitud, para advertencia de futuros descreídos, por los siglos de los siglos hasta el día del Juicio Final.
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Salud y fraternidad.

sábado, 6 de febrero de 2010

Los “orfebres espirituales” de Arenillas.

En la Valdavia palentina se encuentra el lugar de Arenillas de San Pelayo, y en un extremo del pueblo eleva su figura el templo de San Pelayo, antaño rico monasterio familiar. Dotado en 1132 por los Muño de Saldaña, quienes lo declararon libre en 1159, entregándose a los premonstratenses de Retuerta en 1168. En 1573, debido a su precaria situación económica, fue reducido a priorato. En el s.XIX, con la invasión napoleónica y la desamortización, sobrevino su ruina, que si no fue total se debió a su transformación en parroquia.
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Hoy tan sólo nos queda parte de la Sala Capitular y el templo, muy transformados en su devenir histórico. Originalmente tuvo triple cabecera y tres naves, de lo que subsiste el triple ábside, pues las naves fueron rehechas en planta de salón, tras un incendio hacia 1554. Pero ni siquiera los cilindros absidales se libraron de alguna alteración. Exteriormente se hallan enfoscados, pero su estructura es la propia del románico mudéjar, de ladrillo, aunque interiormente son de cantería. ¿Se trata, como en unos pocos lugares, de estructura híbrida a base de piedra y ladrillo?
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Bailarina contorsionista (4ª fig).
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Músico vihuelista (5ª fig).
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Aparte los ricos capiteles, de su Sala Capitular y arco de triunfo absidal, lo mejor de su románico está en la portada norte. Los premonstratenses hicieron construir una alta espadaña, en la que se incrustaron algunos relieves románicos procedentes de la portada anterior, y bajo ella la nueva y magnífica portada. Con profusión de figuras simbólicas, de elaborada talla, en capiteles y cimacios, se transmite un mensaje de renacimiento y regeneración.
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¿Lector, o cantor? (8ª fig).
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Copista o escribano (12ª fig).
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Guarecida entre arquivoltas de ajedrezado y vegetales, se encuentra también una serie de personajes, de exquisita labra, en consonancia con lo mejor de san Pedro de Moarves, o Santa María y Santiago en Carrión de los Condes. Se trata de dieciocho individuos, aunque no todos parecen obra del mismo Magíster, que figuran un curioso conjunto de inquietantes “profesionales”. A pesar de los destrozos sufridos, todavía muestran parte de su pasada gloria y la exquisita estética con que las dotó el desconocido Magister.
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¿Músico? (14ª fig).
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Orfebre, martillando el metal (15ª fig).
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De izquierda a derecha, tenemos cantores, contorsionistas, músicos, lectores, escribas y... orfebres. Si se pretendían representar los oficios, como en otras portadas, ¿por qué sólo se dejó constancia de quienes trabajaban los metales preciosos? ¿O es que se pretendía otra cosa? Están en el banco de trabajo, con la escofina, las tenazas, el crisol, martillando el metal en el yunque, con el fuelle avivando la fragua... Y el cantero que los hizo, conocía bien el arte de los orífices.
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Orfebre, trabajando el metal en el banco (16ª fig).
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Orfebre, avivando el fuego en la fragua (18ª fig).
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¿Qué mensaje nos transmiten estos profesionales de las bochas, el buril, la lima, el punzón, la mordaza, el mandril, y las cizallas? ¿Se trata de un simbolismo, sobre la purificación de las almas que, a semejanza de los metales preciosos, son sometidas a toda clase de pruebas, para acabar transformadas en joyas espirituales?
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Salud y fraternidad.