sábado, 31 de diciembre de 2011

El Páramo: "pulvis, cinis, nihil..." [¿Un despoblado sin historia?]

En la frontera de Guadalajara con Soria, encastillada entre las sierras de Pela, al norte, y Alto Rey, al sur, se creó en tiempos de la repoblación castellana una villa, perteneciente al señorío de Atienza, y luego al común de Miedes, que alcanzaría cierta prosperidad en los ss.XII-XIII. La suficiente, para alzar allí un precioso templo, románico, con galería porticada, bellamente decorado.
Con posterioridad, el lugar fue perdiendo su importancia, en favor del vecino pueblo de Condemios de Suso -ahora, Condemios de Arriba-, para acabar desapareciendo, hacia el s.XVII, de modo que hoy incluso su nombre medieval resulta confuso, aunque algunos lo nombran Despoblado del Páramo. 

Ese nombre, le viene por estar situado en el alto páramo al norte de Condemios de Suso -o, de Arriba-, junto al camino que lleva a Campisábalos, en un erial donde sólo quedan montones de irreconocibles piedras.
El tiempo y la incuria humana no mostraron respeto por los venerables restos, una vez arruinado el templo sus sillares fueron aprovechados, por los vecinos del contorno, para los más diversos menesteres.
Hoy, desconoceríamos por completo la riqueza de dicho templo, si no fuese por el azar. Según algunos ancianos de Condemios de Arriba, cuando ya todo había desaparecido, a fines del s.XVII o principios del XVIII, arando unos campos contiguos a las ruinas del Despoblado del Páramo, aparecieron enterradas algunas piedras primorosamente labradas, que se trajeron al pueblo para aprovecharlas en la construcción de varias viviendas.

Se trataba de algunos capiteles esculturados, dobles, con sus cimacios, que por su estructura se revelaban pertenecientes a una galería porticada -hay una pareja prácticamente idéntica en la galería de San Pedro de Caracena, y otra en la de Santa María de Tiermes, ambas en la vecina Soria-.
Aparecieron también restos de cornisas con trabajos de entrelazos, varios canecillos esculpidos, "uno que figuraba un bonito jabalí, y otro un músico con rabelillo", más algunos relieves de figuras, regularmente conservados, y otros con círculos crucíferos.

El hallazgo más misterioso, consistió en una sepultura, con restos óseos, en la que se hallaba una espada "muy, muy vieja", indicio de que allí estaba enterrado un caballero.
Aparecieron también "otras cosas curiosas y de valor, figuras de piedra y monedas antiguas, que se perdieron sin saber cómo..." Aunque quizá no "se perdieron", sino que las guardaron algunos vecinos, cuyos descendientes todavía las conservan, celosamente, si no las vendieron a cualquier astuto trajinante... Pero sobre ese tema, nadie se pronuncia claramente entre los lugareños "barranqueros", todos acaban coincidiendo, como mucho, en que tales objetos se hallan "en paradero desconocido".

En lo que si permanecen unánimes, es en afirmar que, desde el descubrimiento de la sepultura, en las noches sin luna, se aparece por el páramo "la Pantasma", el espectro del caballero, como presencia fantasmal, que vaga entre las ruinas buscando su espada.
Por eso, desde que se pone el sol, nadie del pueblo se acerca por allí, los pastores prefieren dar un rodeo para volver a sus rediles, y los perros de los cazadores aúllan lúgubremente si pasan por las cercanías.

Condemios de Arriba, cuyo nombre parece provenir de Kanadmios o Kandamios, epíteto de una divinidad celtíbera, asimilada a Júpiter por los romanos, conserva una rica arquitectura popular, típica de la zona serrana, con casonas de piedra sillar, vanos adintelados y esculpidos, etc.
Integradas en ella, se encuentran las poquísimas piedras románicas de aquel templo del Despoblado del Páramo, que todavía son visibles. Podemos verlas, incrustadas en una casona de dos plantas, en la calle mayor.

En la parte superior de la esquina sudeste, que da a un estrecho callejón, bajo el alero, como acobardado entre cables, canalones, la farola y una antena de TV, podemos ver un doble capitel de excelente factura, con bien tallado relieve de cestería, incrustado en posición invertida, y coronado por su cimacio de entrelazo.
La fachada principal luce, empotrado a media altura entre puerta y ventana del piso bajo, el citado relieve de círculos crucíferos, desafiante en su enigmático simbolismo... En el alfeizar de las ventanas superiores, se emplean restos de otros cimacios, con bellos entrelazos.
Eso es todo cuanto hoy nos es permitido contemplar del perdido templo del Páramo. De haber allí algunas otras piedras trabajadas, no son visibles. 

El día de la fiesta, los danzantes de Condemios de Suso -o, de Arriba-, enrazados en la tradición celtibérica, dirigidos por el Zarragón -o, Zagarrón-, interpretan canciones y bailes de paloteo, al son de dulzainas, castañuelas y tamboriles, siendo la más vistosa "El Cordón", porque en ella se utiliza un tronco alrededor del cual, los danzantes, van entrelazando cintas según el ritmo del baile.
No preguntéis aquí por el Despoblado del Páramo, y las perdidas piedras de su templo, porque sólo os darán evasivas o vagas noticias de su existencia. En cambio, si preguntáis a los amables vecinos por los danzantes, os relatarán gustosos todo cuanto hay que saber sobre ellos, incluso es posible que entonen alguna estrofa de sus cánticos tradicionales.

"Cantan las ranas,
bailan los sapos,
tocan las castañuelas
los renacuajos".

"El que tenga batán y molino,
puerta falsa y mala mujer,
poco pan y muchos hijos,
no le faltará que hacer".

"Si quieres que te ronde la puerta,
tabernera de mi corazón,
si quieres que te ronde la puerta,
dame del vino mejor".

Salud y fraternidad.

sábado, 17 de diciembre de 2011

¡Feliz solsticio invernal 2012!

A cuantos compadres, amigos, admiradores, o simples curiosos, siguen fielmente este blog, les deseamos todo lo mejor en el nuevo ciclo solar que ahora comienza.
Que la Madre Tierra os llene de energías positivas, para hacer frente a los desafíos de la vida cotidiana en todos sus aspectos.
Que el nuevo Solsticio de Invierno, esté lleno de todo lo bueno que deseáis, Ánimo y adelante.

Salud y fraternidad.

martes, 13 de diciembre de 2011

Morenglos, un tesoro perdido. [Historia de un despoblado].

En las serranías norteñas de Guadalajara, muy cerca de Alcolea de las Peñas, destaca la silueta de un peñasco, sobre el que se alzan los restos de un airoso, enigmático, torreón medieval... 

Si recorremos los páramos de Atienza (Guadalajara), que anteceden a la Sierra Gorda fronteriza con Soria, descubriremos que allí se yerguen unas melancólicas ruinas, sobre las que, por los pueblos vecinos, circulan mágicas leyendas, aunque sus habitantes ya no recuerden ninguna otra historia sobre dicho lugar. Se trata, del despoblado de Morenglos.
Dicen los lugareños, que el pueblo de Morenglos quedó deshabitado a causa de "una plaga de termitas", ocurrida, según unos, por los hechizos de una bruja envidiosa, según otros, por castigo ejemplarizante de Dios a causa de los pecados de sus vecinos.
También hablan sobre viejos tesoros de los godos, custodiados por fantasmas en las cuevas del lugar, aunque nadie haya encontrado nunca nada, por más que excavasen allí durante siglos.

El extraño peñasco, pétreo pedestal del torreón, esconde celosamente sus misterios, aunque nos muestre alguna que otra pista...

Todavía está por hacer un profundo estudio, sobre el poblamiento de estas comarcas en la antigüedad. Por aquí abundan los castros celtíberos y las villas romanas, que ocuparon luego visigodos, musulmanes y mozárabes. 
Existen bastantes señales de que, en su origen, hacia el siglo VI, Morenglos fue un eremitorio visigodo -en el cercano "Cerrado de las Monjas", existe una necrópolis visigoda, establecida junto a una villa romana-, que durante los siglos X y XI estuvo vinculado a los mozárabes, y posteriormente se transformó en lugar de repoblación castellana. Resulta muy semejante a los eremitorios del norte de Palencia, Burgos y La Rioja, y no es aquí un caso aislado, debemos tener en cuenta las cuevas-eremitorio de "la Celda" o "la Cárcel" en el cercano Alcolea de las Peñas, o las de "los Corrales" en el vecino Tordelrábano.

En las noches de luna llena, formas vaporosas vagan entre las ruinas, se escuchan inquietantes susurros, y las buenas gentes evitan pasar por las cercanías...

Este conjunto, se estructura en dos enclaves bien diferenciados. El primero, al oriente, es la roca sobre la que se alza el templo románico, rodeado de sepulturas antropomorfas y excavaciones rupestres. El segundo, unos cien metros al occidente, es otra eminencia rocosa con restos de cuevas y construcciones.
Del templo románico, dedicado al Salvador, se conserva únicamente el muro oeste de la torre-campanario, sita a los pies del edificio. En la cara norte de este elemento, queda la base del husillo, con escalera de caracol, que permitía el acceso a las estancias superiores y al cuerpo de campanas. En el piso bajo de la torre, hay una estancia abovedada, que se supone actuaba de baptisterio.
Tuvo una sola nave, de regular tamaño, con ábside semicircular coronado de canecillos, y portada al sur. Estructuras de estilo románico, relacionadas con la arquitectura de repoblación castellana, del s.XII, que nos hablan de la presencia de un sustancial grupo de colonos.
  
El lienzo oeste de la torre, último retazo de una grandeza desaparecida, aunque se desmorona lentamente, conserva un no sé qué de hidalgo empobrecido, pero digno...

La explanada, junto al muro sur del templo, concentra el conjunto sepulcral, excavado en la roca, consistente en tumbas cuadrangulares, unas de tipo "bañera" y otras antropomorfas, algunas de las cuales presentan un elemento poco corriente: el rebaje lateral del borde, para el encaje de las lápidas. Son de varios tamaños, para adultos y niños, orientadas de oeste a este.
En la base de la pared rocosa, que limita este sector, hay una serie de excavaciones que delatan el tipo de construcción utilizado: casas de adobe y entramado de madera, apoyadas en la roca, cuya pared de arenisca se excava para crear estancias adicionales, alacenas, silos, cisternas, establos, e incluso chimeneas. Todo lo cual se encuentra hoy, o cegado por rellenos de tierra, o cubierto por la maleza.

La arquería del cuerpo de campanas, cual ojo ciego de un cíclope de piedra, mira sin ver, hacia los infinitos horizontes, mientras sus piedras mantienen un equilibrio imposible...

El sector occidental, conserva en su afloramiento rocoso signos semejantes: mechinales de las vigas y oquedades varias, en las cuales se encastrarían las habitaciones de adobe y madera, con sus accesorios. Aquí hubo al menos cinco viviendas excavadas en la arenisca, actualmente cegadas todas con relleno, aunque sobrevive una cueva, con dos estancias, sustentadas por un pilar, y restos de cubiertas de madera. En esta zona también existieron enterramientos, pero los sepulcros están deteriorados por construirse viviendas sobre ellos.
Poco más puede decirse sobre los restos del enclave, sin recurrir a la intervención arqueológica. Por su parte, la documentación antigua sobre Morenglos es tan escasa como los restos físicos que afloran en el lugar. Dichos papeles, se concentran esencialmente en el Archivo Histórico Diocesano de Guadalajara y el Archivo Histórico Provincial de Guadalajara. 

El lugar sagrado de Morenglos pasó, de retiro eremítico visigodo, a refugio de pastores, cobijo de vagabundos, campa de mozos enredadores, cueva de bandoleros, depósito de contrabandistas, y dominio de espíritus errantes...

Las primeras referencias escritas, que nos quedan sobre Morenglos, son bastante tardías, ya que comienzan mediado el s.XIII, cuando con el nombre de "Moregnos", figura en un documento de 1269. Así reaparece en 1301, en el elenco de parroquias que conforman la Mayordomía de la Mesa Capitular de la Diócesis de Atienza. En 1345, Pedro Martín, su párroco, comparece como testigo en un pleito con la villa de Atienza. En 1353 se recoge en el censo parroquial de la Diócesis de Sigüenza, bajo el nombre actual de "Morenglos".
Extrañamente, cuando en 1365 se realiza una relación de parroquias de la zona, no se cita Morenglos. ¿Quizá porque en esa época carece de sacerdote, debido a un notable descenso de su población? En cualquier caso, parece que a partir de aquí se inicia su sostenida decadencia, con notables altibajos, pues unas veces es citado casi como despoblado, y otras el censo de vecinos aumenta. Su categoría como parroquia, aparece y desaparece de los censos a tenor del número de vecinos que posee en cada ocasión.

La estancia inferior, de la torre, se va cegando poco a poco con los escombros del arruinado templo. El espacio que sirvió como baptisterio, es ahora morada ocasional de lechuzas y murciélagos...

Su historia posterior, denota que a partir de este momento el lugar contará con una población "flotante", o circunstancial, que ocupaba el lugar por un tiempo y se marchaba en cuanto surgían oportunidades de mejora en otro lugar.
Al paso de los siglos, el recuerdo del enclave se vuelve tan borroso como sus piedras y, cual Guadiana, aparece y desaparece de los documentos. ¿Tal vez porque éstos se han perdido, o por la poca importancia del lugar?
En 1650, se cita en un pleito por cierta campana que, Morenglos, prestó al vecino Alcolea de las Peñas y nunca le fue devuelta. En 1681, se realizan reparaciones en el campanario del templo, según el Libro de Fábrica de Morenglos, y en 1695 se trajo una campana nueva, lo que demuestra que el templo continuaba en uso porque había vecinos suficientes para ello.

En un destructor trabajo coordinado, el viento y la lluvia han moldeado los viejos sillares del baptisterio, la simbólica pila románica se ha esfumado, pero aún se respira aquí una espesa presencia ancestral...

Las citas documentales escasean cada vez más, Morenglos aparece nombrado en 1705, en la compra-venta de una casa. Hacia 1722, parece que el lugar está prácticamente despoblado, el Santísimo Sacramento es retirado del templo y llevado a la parroquial de Alcolea de las Peñas. Los escasos vecinos, han de ir allí si quieren asistir a los oficios religiosos. Esto es recogido por el Catastro de Ensenada, donde se afirma que, en 1753, Morenglos contaba con "tres vecinos".
Sin embargo, por esos vaivenes poblacionales, ya citados, en 1767 sus habitantes han aumentado lo suficiente para pedir que se restituya al templo el Santísimo Sacramento y el culto, pues no quieren sufrir las incomodidades de cruzar el arroyo, muchas veces crecido, que les separa de Alcolea, cuando desean acudir a misa.
Con dicho motivo, tiene lugar una "visita regular" del cura de Tordelrábano, don Juan Cebolla, acompañado del notario de Paredes de Sigüenza, don Juan de Dios Luzia, y el alcalde de dicha villa, don Pedro la Fuente, quienes dan fe de existir ahora "cuatro vecinos censados, que con sus familias forman un total de catorce personas".

Dicen unos, que en estas tumbas se enterraron los primitivos eremitas visigodos, dicen otros, que aquí recibieron sepultura los ricos del lugar. En cualquier caso, eso ya no importa, ahora todos son polvo y olvido...

En la "visita", el padre Cebolla escribe: "pasé a la iglesia de Morenglos a verla y reconocerla, su ajuar y sus llabes y zerraduras..." Luego describe al detalle el estado del templo, con sus bienes.
Así, nos enteramos de su buen estado general y de que se conservaba la pila bautismal románica, pero carente de pie y base. Tenía un digno mobiliario sacro, bien abastecido, con hermosas imágenes. Aunque los tejados y el suelo necesitaban reparaciones, por valor de 40 ducados. Contaba además con un rico patrimonio, de fincas rústicas, cuyos réditos bastaban a mantener el templo, dado los pocos gastos que generaba.
Después de estos informes favorables, el culto es restituido en Morenglos hacia 1768 ó 1769.

Cuentan algunos, que aquí fueron enterrados quienes murieron por causa de la plaga de termitas que, por hechizo de una bruja envidiosa, arruinó el pueblo y asoló sus campos...

Los textos antedichos, de fines del s.XVIII, desmienten las apresuradas afirmaciones de algunos autores, sobre que sus arruinadas piedras habían sido desmontadas y reutilizadas para la obra de San Juan del Mercado, en la villa de Atienza, realizadas entre 1548 y 1670, más de doscientos años antes.
Esta equívoca noticia -actualmente muy repetida, sin contrastarla- parece derivar de una mala interpretación del siguiente texto de Francisco Layna Serrano, (Historia de la Villa de Atienza, Guadalajara 2004, p.401), donde los diversos "copistas" confunden la mención de las "canteras" con las "ruinas" del despoblado:
   "En 1629 se empiezan a consignar pagos al maestro Peña, yerno de Llamas, y ese mismo Peña ajustó en 1630 traer piedras de las canteras de Los Morenglos, despoblado cercano a Alcolea de las Peñas, ayudándoles varios oficiales vizcaínos que labraron los sillares de la portada y columnas del templo..."
Bien claro se dice, que la piedra procedía de las canteras, donde se tallaron in situ, no de un templo en ruinas utilizado como cantera. Además, los documentos conservados dan fe de que el templo seguía en pie y con culto activo, hacia 1768, como acabamos de comprobar.

Y no falta quienes afirmen que, en uno de tales sepulcros, apareció enterrada la milagrosa imagen de Nuestra Señora de la Artesilla, oculta allí desde tiempos de moros...

En 1800, el lugar estaba todavía habitado, pues existe una denuncia sobre cierto vecino, acusado de agredir al guardés del ganado de Tordelrábano. A este pueblo se trasladó la última vecina de Morenglos, en 1803.
De 1807 son las últimas referencias, en el Libro de Fábrica de Morenglos, diciendo claramente que el lugar está despoblado.
Como si fuese un fantasmal arcaísmo, Morenglos es citado en 1827, con datos ya caducos y claramente anteriores a la ruina del lugar:
   "Morenglos. L.S. de España, provincia de Guadalajara, partido de Sigüenza, A.P., 7 vecinos, 32 habitantes, 1 parroquia. Situado en los confines orientales de esta provincia con la de Soria, lindando con los pueblos de Cercadillo, Morazobel y Tor del Rábano. Produce trigo, cebada, avena y ganado lanar. Dista 4 leguas de la cabeza de partido. Contribuye con 94 rs, 30 mrs". (Sebastián de Miñano Bedoya, Diccionario Geográfico-Estadístico de España y Portugal. Madrid 1827, Tomo VI, p.148).

La roca madre, sobre la que se asienta el templo, está agujereada con las covachas de los eremitas, que luego fueron habitación de los vecinos. Y ahora, espacio para sobrenaturales manifestaciones de almas en pena...

La cita final data de 1850. En el Diccionario de Madoz es nombrado como "Torre Morango", término corrompido, que luego recogen los mapas del Servicio Cartográfico del Ejército y del Instituto Geográfico Nacional.
El pueblo, que entonces pertenecía al Conde de Coruña, está completamente en ruinas, y su templo del Salvador, aunque muy maltrecho, mantiene precariamente parte de su románica figura, de la que llaman la atención al señor Madoz su agrietada torre y el derrumbado husillo, con escalera de caracol, para subir a las estancias superiores y al cuerpo de campanas. (Pascual Madoz, Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de ultramar. Madrid 1845-1850).

El tiempo implacable, va royendo la roca, derriba los pocos sillares restantes, ciega las tumbas. La maleza lo cubre todo, y este tesoro, de arte y tradiciones, desaparece enterrado en el olvido...

A partir de aquí, la ruina del edificio se acelera. Las posesiones materiales del templo de San Salvador de Morenglos se repartieron por los pueblos aledaños, sus piedras sirvieron a los vecinos para levantar casas, cercados, huertas, cuadras...
Hoy, de todo aquello, la única reliquia cierta es la "Virgen de la Artesilla", conservada en la parroquial de Tordelrábano, cuya advocación le viene de estar expuesta en una hornacina, parte de un desaparecido retablo, que tiene forma de "artesa".
Esta imagen, del s.XVI, es sustituta del perdido ejemplar románico, que la leyenda sitúa aparecido en época visigoda, o musulmana, y "muy hacedora de milagros". Ella es el último eslabón con las ninfas de los arroyos, los trasgos del bosque, las hechiceras de las cuevas, y todos los personajes mágicos de la Antigua Religión, que habitaron estas comarcas hasta época no tan lejana...

[Post scriptum. El Cronista Provincial de Guadalajara, D. Antonio Herrera Casado, en su obra El Románico en Guadalajara, Ed. AACHE 1994, p.61, dice: "Morencos, un despoblado cerca de Alcolea de las Peñas...", refiriéndose al que todos conocemos como Morenglos. Tratándose de un investigador tan meticuloso, resulta chocante esta equivocación, a menos que se trate de una errata de imprenta, de la que ningún escritor está libre. Apoya nuestra suposición, el hecho de que en la página web "Los escritos de Herrera Casado. Rumbo Guadalajara", en el artículo "Viaje a los pueblos que ya no lo son", 22 mayo 2009, su autor habla de varios despoblados y entre ellos cita el de "Morenglos", correctamente escrito].

Salud y fraternidad.