De los diversos elementos de curiosidad, que presenta el castillo templario de Ponferrada, hay uno que suele pasar desaparcibido al ojo del visitante no avisado, aunque se trata de un enigma de primera magnitud, un interrogante que, hasta el día de hoy, carece de solución.
Nos referimos a la controvertida cruz Tau, cuya pertenencia a la Orden del Temple es afirmada y negada, indistintamente, con una vehemencia digna de mejor causa.
¿Estamos ante una divisa simbólica del
Temple? ¿O es acaso el blasón de Pedro Álvarez de Osorio, señor feudal de Ponferrada, tras la desaparición de los templarios?
Entre 1174 y 1312, -salvo un
breve paréntesis, del 1204 al 1211-, Ponferrada perteneció a la Orden del
Temple, con la categoría de Encomienda, gobernando desde allí sus numerosas y
ricas posesiones, tanto materiales como espirituales, repartidas por estas
mágicas comarcas.
Encaramado en un farallón
rocoso, sobre el río Sil, hubo un castro celta, que los romanos convirtieron en
la mansión Interamnio Flavia. Sobre
las ruinas de aquella fortaleza romana, el Temple levantó su castillo. Sin
embargo, el conjunto fortificado que podemos ver hoy no se corresponde
exactamente con la estructura templaria, pues se trata de la superposición
ocasionada por los añadidos y reconstrucciones de sus sucesivos
poseedores.
Plano del castillo de Ponferrada, trazado por José María Luego, en 1929. La línea roja señala el "Castillo Viejo", la estructura original de la Encomienda del Temple que ha sufrido menos remodelaciones.
La obra del Temple estaría formada por el llamado "Castillo Viejo", conjunto agrupado en la esquina norte del recinto, que constituiría el corazón de la encomienda, así como la extensa fortificación exterior que convierte el conjunto en un fuerte albácar, semejante al de su encomienda toledana de Montalbán.
El albácar, consiste en un espacio amurallado independiente del castillo, pero unido a él, que por su capacidad permite contener dependencias anexas, como graneros, establos, así como la eventual concentración de un gran número de tropas, o el refugio de los aldeanos y su ganado en caso de peligro.
Desaparecido el Temple, los diferentes dueños fueron remodelando, añadiendo y derribando, construcciones, aunque respetaron la estructura general del conjunto.
Los detractores de la autoría
templaria, de las citadas cruces Tau, alegan que están situadas en sillares
correspondientes a la obra posterior a la desaparición del Temple, estando ausentes
del Castillo Viejo, aunque ello suponga ignorar que la cerca exterior fue también
de la Orden.
Los partidarios del
templarismo, para las Tau ponferradinas, afirman que dichas cruces fueron extraídas
del recinto albácar templario arruinado, siendo incluidas en la obra posterior de
reconstrucción. Hoy por hoy, las posturas parecen ser irreconciliables.
Son varios los ejemplares, de cruces Tau, que se encuentran todavía repartidos por los muros de la fortaleza. En concreto, se conservan cuatro, aunque hubo otras que hoy están en paradero desconocido.
De las conservadas in situ, la
primera se encuentra sobre el arco de la portada principal, tras el puente
levadizo.
Es un bello ejemplar de cruz,
commisa y paté en forma de Tau, rehundida en un sillar de granito, como todas
las demás del castillo, y la mejor conservada del conjunto. La belleza de su
simple geometría, presta elegancia a su ignoto misterio.
La segunda, muy erosionada, aparece sobre el arco de acceso a la Torre del Homenaje, coronando una deteriorada inscripción, hoy prácticamente ilegible, sobre la que luego hablaremos.
La cuarta y última, también muy
deteriorada, se sitúa sobre la poterna del segundo reducto, junto a la Torre
Malpica y la Torre del Homenaje del Castillo Viejo, o recinto templario.
Una quinta, que estaba sobre
cierto arco interior, desapareció, y en 1929 se encontraba sobre la puerta del
Cementerio Viejo de Ponferrada.
Otra, muy especial, desapareció hace unos
ciento setenta años…
La inscripción de la torre del
homenaje, fue recogida por el inspirado poeta-historiador Enrique Gil y Carrasco en su
romántica novela sobre el Temple, “El Señor de Bembibre” (1844), porque en su
época todavía era legible dicho texto bíblico: “Dominus
mihi custos et ego dispersam inimicus meos” -Sea el
Señor mi guardián y yo dispersaré a mis enemigos-. Texto que también recogió Acacio
Cáceres Prat en “El Vierzo. Su descripción e historia, tradiciones y leyendas”
(1883).
Sobre la entrada a ciertas
estancias interiores, ya desaparecidas, hubo otra lápida con la doble
inscripción bíblica: “Nisi dominus custodierit
civitatem, frustra vigilat qui custodit eam”, -Si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan sus guardianes (Salmo
127, 1), seguido del antedicho “Dominus mihi…”.
Esa lápida, parece ser la misma
que podemos ver en un olvidado cuadro, realizado hacia 1840 por Lorenzo
Fuentes, expuesto en el Museo Arqueológico de León desde 1893. Dicha
inscripción se conservaba, en 1929, en el interior de la casa ponferradina del
señor Ricardo Vallinas, donde la vio y copió el historiador José María Luengo y
Martínez.
En esa obra pictórica, ante la maltratada
fortaleza templaria, pero todavía bien conservada, se aprecia en el suelo una lápida,
con la ya nombrada inscripción bíblica, en macarrónico latín: “Nisi Dominus edificavit domiu vanu laborant qui edifica
ean. Domino michi auditor e ego dispiciam inimicos meos”.
A su lado, vemos tumbada la dovela de un
arco, con extraños símbolos: una estrella de ocho puntas, formada por el
entrecruzamiento de dos cuadrados, en cuyo interior campea una cruz Tau que,
bajo sus brazos, cobija un poliskel solar y una estrellita de ocho rayos
Una cartela explicativa, en la
parte inferior del cuadro, reza así: “Ponferrada:
Fortaleza del Temple como estaba en 1840. Lápida de la entrada de las
habitaciones, restos de la ventana gemela gótica y curiosa clave de la puerta
de las caballerizas que desaparecieron con el derribo permitido en 1848
salvándose la lápida que se conserva”.
Sin embargo, el descubrimiento
de la existencia de otra lápida y dovela, semejantes, en un castillo templario
vecino, no solo no aclara su enigma, sino que lo complica.
Sobre el arco de acceso al
castillo de Ulver-Cornatel, antigua Encomienda Menor, dependiente del Temple de
Ponferrada, un hueco delata que de allí ha sido arrancada una gran pieza de
piedra. Sólo tendríamos sospechas de lo que ese vacío pudo contener, si no fuese por la
descripción que, de Ulver, hizo el cronista oficial de León, don Mariano
Domínguez-Berrueta (1871-1966), quien a inicios del siglo pasado alcanzó a ver
en su lugar la desaparecida piedra armera, que describe de esta guisa:
“Una piedra marcada con la cruz Tau, y la
divisa ‘Dominus mihi custos et ego dispersam inimicos meos’, encerrada en dos cuadrados enlazados, conteniendo
además una rosa y una estrella”.
Exactamente los mismos elementos
que campean en el castillo templario de Ponferrada. La misma inscripción, la
misma cruz Tau, los mismos símbolos solares…
Por desgracia, ambas piedras
han desaparecido. ¿Quizá porque el Señor dejó de ser su custodio, y los
templarios ya no pudieron dispersar a sus enemigos?
Salud y fraternidad.
8 comentarios:
Qué duda cabe de que nos has expuesto una disertación fascinante, avalada por unos datos geométricamente cuadrados. Para ser honesto, nada sabía de los cuadros, que me parecen sumamente interesantes y cuyo visionado espero tener la ocasión de contemplar en fecha no muy lejana, aunque como sabes, en mi biblioteca no falta el excelente libro de Luengo. Pero a la vez, también nos has propuesto un reto que, aunque difícil y quizás de imposible solución, como es el de averigüar dónde reposan esas lápidas desaparecidas, bien merece tomarse nota e intentar hallar algún resquicio. Quién sabe, últimamente están saliendo muchas cosas a la luz, y parece que incluso el Camino se muestra más generoso que de costumbre. En ocasiones, donde menos te lo esperas, salta la liebre y posiblemente esos enigmas no se localicen muy lejos del lugar al que pertenecieron originariamente. Me consta, que a veces hay gente que realmente no sabe lo que tiene. Pero esto es otra historia. Me alegro del retorno del guerrero y agradezco una entrada con cuya lectura -aparte de ampliar conocimientos- he disfrutado, aunque de momento me vea incapaz de arrojar luz alguna sobre ese enigmático simbolismo. Un abrazo
Es un gran enigma, casi tan grande como los que nos plantea el Temple, conocer donde han ido a parar tantas y tantas piedras perdidas.
En muchos libros antiguos, se describe como tales o cuales elementos artísticos fueron a parar a manos de don fulano, o don mengano. Y que en su poder se pudieron ver, por unos pocos afortunados, durante muchos años.
Pero ¿y una vez que esos "propietarios" fallecieron? ¿Qué hicieron sus herederos con tales piedras, o esculturas, o lápidas?
Casi ni me atrevo a sugerirlo. Casi prefiero ni saberlo...
Salud y fraternidad.
Las mayoría de las narraciones enigmáticas siempre van a acompañadas de algún que otro castillo. No conozco Ponferrada, pero tu artículo ya me aporta una pincelada de su historia.
La imagen de ese escudo me resulta familiar, no se si lo he visto en vuestros blogs o en alguna visita por ahí. Lo que si recuerdo es, haber visto muchos escudos con cruces Tau, por la zona de Tarragona, incluida la ciudad.
Abrazines
Dona Baruk, eres como los búhos: hablas poco, pero te fijas mucho.
En efecto, la Tau abunda en el Camp de Tarragona. Por un motivo muy sencillo, es el símbolo representativo de santa Tecla, patrona de la ciudad y su comarca desde 1117,cuando el conde Ramón Berenguer III reconquistó sus tierras.
En la Catedral, entre otros ejemplos, hay un bella pila bautismal sobre la que se inscribe una preciosa Tau.
Se podría haber escogido una letra T, normal y corriente, pero es que la Tau es la letra que, según la mitología cristiana, los ángeles marcarán en la frente de los justos el día del Jucio Final, como señal de que están "elegidos para la Gloria"...
Y, al igual que ellos, santa Tecla fue elegida mediante el testimonio de su martirio.
Salud y fraternidad.
Me han gustado toda esta historia. No sólo por el texto en sí, que también, sino por el intríngulis que has sabido transmitir.
Deberíamos darnos una vuelta por ese lugar:) Un abrazo
Pues sí, no sería mala idea hacer una expedición por tierras bercianas. Allí, además del arte de la piedra, reina el arte de la Naturaleza en todo su esplendor.
Sin olvidar la magia y misterio que, las diversas culturas, han ido dejando por todo el territorio.
Cierto que, el lugar, está un poco alejado de las carolingias comarcas, pero todo es cuestión de proponérselo.
Salud y fraternidad.
Os dejo un enlace a un resumen de un trabajo que bajo el título "La TAU primer escudo local de Monforte de Lemos", explica, brevemente, y con datos concluyentes, que la TAU es un símbolo usado por el I conde de Lemos hereditario y perpetuo D. Pedro Álvarez Osorio, al reconstruir sus fortalezas tras derrotar a los irmandiños y así se pueden ver en Monforte de Lemos, Ponferrada, Castro Caldelas, escudo que estuvo en la puerta principal de entrada al castillo de Castro de Rey -en este caso, escudo del siglo XIV-, Vitigudino, etc.
http://foros.xenealoxia.org/viewtopic.php?f=9&t=10188
Un enlace a un resumen que realicé y publiqué de mi trabajo sobre "La TAU, primer escudo local de Monforte de Lemos", obra inédita, autor Felipe Aira Pardo
http://www.jrcasan.com/MONFORTE/Tau/tau.htm
No sé si tienen mucho tamaño las fotos de las TAUS de Monforte de Lemos, me viene a decir que son muy grandes.
El texto es muy esclarecedor sobre este símbolo y su uso por el I conde de Lemos hereditario y perpetuo, D. Pedro Álvarez Osorio.
Saludos,
Felipe Aira Pardo
Investigador
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