martes, 4 de diciembre de 2012

Viejas historias de Castilla la Vieja: el Monasterio de Vivanco.

Parroquia de San Juan Bautista, en Vivanco (Valle de Mena, Burgos), “heredero” del desaparecido templo románico del Monasterio de Santa María de Vivanco.
 
El Valle de Mena se recuesta en la falda de la Cordillera Cantábrica, donde las norteñas comarcas burgalesas se vuelven fronterizas de las regiones vascas y cántabras. Son tierras agrestes, con frondosos bosques, peñas escarpadas y arroyos salvajes, que todavía dan cobijo a trasgos, náyades y demás genios de la Antigua Religión que, en los recovecos de estas umbrías pobladas de robles, hayas, encinas, tilos, castaños y tejos, tuvieron sus santuarios.
Por aquí transitaba la calzada romana, Flaviobriga-Pisorica, ramal de la conocida Vía Aquitana, donde luego confluyeron los caminos jacobeos que, provenientes de Bilbao y Castro Urdiales, seguían el curso del valle para tomar el camino real hacia Burgos. Que éste no debió ser camino menor, lo demuestra el asentamiento de la Orden de Santiago en Vallejo de Mena y las sospechas de que la Orden del Temple quizá estuvo en Siones, o en San Pantaleón de Losa.
Orillas del río Hijuela, tributario del Cadagua, al occidente del valle, bajo el cerro de Santa Olaja, donde se veneraba una ancestral divinidad Jars, Oca, sincretizada al calor de la nueva religión y sus mitologías, duerme su inquieto sueño de siglos el pueblo de Vivanco (*).

Imagen de la Virgen de Cantonad, patrona del Valle de Mena. Es una escultura moderna que pretende reproducir la original, salvo el desaparecido color “moreno”.
 
En su barrio de Cantonad se alza, sobre somero cerro, el santuario de la “morenita” Virgen de Cantonad, patrona del Valle de Mena.
Las fiestas en honor de esta presunta Virgen Negra, desgraciadamente destruida durante la guerra civil de 1936 y sustituida por una aséptica imagen neo-románica (**), tienen lugar a principios de mayo, con el renacer de la Naturaleza. No cabe duda que éste es un lugar sagrado, enclavado en una tierra mágica. Aquí se reza a los nuevos dioses, pero también se canta, baila y se degustan los célebres “bollos preñaos”, porque todavía queda el recuerdo –siquiera inconsciente- de los viejos cultos ancestrales.
El actual santuario de la Virgen de Cantonad se levantó a fines del siglo XVI, sobre los restos de una primitiva ermita, cuando dicha advocación fue declarada patrona del valle. Y, en 1588, el papa Sixto V aprobó la fundación de la Cofradía de Nuestra Señora de Cantonad.
 

Canecillo románico, del viejo edificio de Santa María de Vivanco, reutilizado en el templo edificado en 1771.
 
Las noticias son confusas pero parece que, al menos entre 1645 y una fecha indeterminada, el patronazgo del valle pasó a santa María Egipcíaca. En esa fecha, la citada santa se apareció a un pastorcillo, Lázaro de Cristantes, en el lugar de Mercadillo, en el monte Anzo, donde se levantó una ermita. Cuando pasó la novedad del “milagro”, el patronazgo fue devuelto a la Virgen de Cantonad.
¿Se trató del típico “truco barroco”, para desacreditar un antiguo culto considerado “poco ortodoxo”, mediante la suplantación por un culto contemporáneo? Porque, casualmente, santa María Egipcíaca se representaba de color moreno… el color atribuido tradicionalmente a la Virgen de Cantonad.
Existe sin embargo otro enigma, la imagen mariana es muy anterior al santuario barroco, procede al menos del s.XII. ¿Dónde recibía veneración, la Virgen románica, antes de ser declarada patrona comunal? ¿Quién administraba el pequeño santuario y se cuidaba del culto?

Otro canecillo original, reutilizado en el reconstruido templo del s.XVIII.
 
El nombre de la Virgen de Cantonad proviene de “Campus Donatus”, “Camp-Donat” según documento de 1166, derivando de alguna donación otorgada a favor del Monasterio de Vivanco, titular de la primitiva ermita románica, cuyos clérigos servían a la Virgen Morena de Cantonad.
Porque, a pesar de que hoy nada pueda hacerlo suponer, en Vivanco hubo un cenobio de cierta importancia local.
La destrucción parcial del copioso archivo de los Señores de Vivanco, nos ha privado de documentos esenciales para la historia del lugar. Aún así, entre noticias dudosas y ciertas, podemos esbozar el devenir del enclave monástico.
Los falsos Cronicones divagan sobre el Monasterio de Santa María de Vivanco, afirmando ser fundación del año 963 cuando los foramontanos, cántabros y vascones, inician su avance repoblador hacia el sur, por las tierras que luego formarían el reino de Castilla.
Un documento del archivo del Palacio de los Abades, en Vivanco, afirmaba que el cenobio fue fundado por doña Andrequina -o Enriquena- de Mena, a mediados del s.XII, como “abadía secular de patrocinio nobiliario”.
 

Relieve románico, reutilizado en el nuevo templo barroco.

Lo cierto es que en el sepulcro románico, allí conservado, figura la fecha de 1188 como la del enterramiento de un noble personaje, posiblemente abad, por tanto en dicho año debía hacer ya algún tiempo que existía el cenobio.
La siguiente referencia es de 1244, consiste en un documento por el que Alonso Pérez de Arnillas cede al obispo de Burgos una serie de propiedades, con el fin de que se provea el Monasterio de Vivanco con un altar.
Otra noticia procede de 1370, cuando don Fernán Núñez de Vivanco donó el Monasterio de Vivanco al hijo de Perejón de Lezana -o, Lasana-, quien adoptó el apellido Vivanco y lo pasó a sus descendientes. Los cuales continuaron con el señorío de la Abadía seglar de Vivanco, ostentando sus miembros el tradicional cargo de “abad” y “abadesa”, aún sin tener el estado religioso.
 

Fragmento de relieve románico reutilizado, parece corresponder al apocalíptico “dragón de las siete cabezas”.

El Monasterio hubo de tener sustanciosos beneficios en tributos, incluida la llamada “contribución de huelgas”, por tránsitos del ganado en los puertos del Cabrio y La Magdalena.
Además de lo obtenido por la administración del culto en la ermita-santuario de Nuestra Señora de Cantonad, que atraía numerosos peregrinos, tanto del ámbito comarcal, como de quienes recorrían este ramal del Camino Jacobeo.
Las diferentes familias, que detentaron la posesión del Monasterio-Abadía, lo fueron enriqueciendo tanto en su patrimonio mueble como inmueble. Muestra de su pujanza, eran el edificio monasterial y su bello templo románico. Según la Visita del Arcedianato de Briviesca, de 1706, la abadía tenía “un rico templo bien aderezado” con “noble claustro fuerte”.
 
 
Casa próxima al templo parroquial, con piezas románica reutilizadas.

Hoy día de la presunta construcción del 963 nada hay a la vista, salvo que sus restos están incluidos en los cimientos del último edificio levantado. Incluso el templo románico, de singular magnificencia a tenor de lo poco conservado, ha desaparecido a causa de los delirios de grandeza de un “abad” del s.XVIII.
El templo que hoy podemos ver es un edificio anodino, sin gracia y sin estilo, obra de don Pedro Antonio de Vivanco Angulo y Ortiz, epígrafo-maníaco dueño de la abadía, que en 1771 derribó Monasterio y templo para levantar con sus piedras el edificio actual.
En la nueva construcción se utilizaron parte de los sillares antiguos, así como diversos elementos esculturados, románicos, que han ido apareciendo en las sucesivas obras de reforma, esparcidos tanto por el interior como por el exterior del edificio, incrustados en los muros.
Las piezas sobrantes de aquel destrozo fueron a parar a los muros de las casas vecinas, o a las tapias de corrales y huertos.
 
Vivienda particular, dos tímpanos de ventana románicos, procedentes del desaparecido templo, unidos por su base.

Así, en los muros externos del templo parroquial podemos contemplar algunos canecillos románicos, con rostros humanos, ciertos relieves con rosáceas, un cimacio reticulado, o un fragmento del apocalíptico dragón de las siete cabezas semejante al que hay en el vecino templo de Vallejo de Mena.
En el interior, se aprecia un capitel con aves afrontadas, quizá gallos, también el canecillo de un personaje que se mesa las barbas y un pequeño tímpano de ventana a base de círculos concéntricos ornados de botones florales.
Sobre el muro de una vivienda próxima al templo, aparecen otros dos tímpanos semejantes, con motivos sogueados, reticulados y cuentas de collar. En el mismo muro, junto a una ventana, sobresale parte de un capitel con dos púgiles.
 
En la misma vivienda anterior, capitel románico empotrado, con escena de púgilato.

Todos esos restos, con ser de una delicadeza mayor o menor, no son nada en comparación con una lauda sepulcral conservada en la nave del templo. La preciosa tapa de sarcófago -falta el sarcófago, propiamente dicho- muestra en su parte superior diversos entrelazos y trenzados vegetales, separados por una banda medianera donde figura la inscripción: “Era de CCXXVI”, si sobreentendemos la M que falta corresponde al año 1188.
Sobre el frontal de la cabecera, campea una Maiestas Domini que nos bendice dentro del Pantocrátor. En el lateral izquierdo figura un curioso apostolado, bajo arquería románica. Curioso, porque consta sólo de once apóstoles... y un ave.
En el otro lateral... En el otro, había una serie semejante de arcos cobijando flores y hojas. Había, en efecto, porque hoy sólo quedan tres flores y una hoja. El resto fue eliminado cuando, en 1771, el susodicho “abad” hizo poner allí una inscripción informando del traslado del monumento, del viejo al nuevo templo, realizado por “Don Pedro Antonio de Vivanco Abad de Vivanco”. A causa de lo cual, algunos han creído que dicha lauda era la tapa del sarcófago donde reposaban los restos de don Pedro. Craso error, allí solo reposa su estúpida megalomanía.  
 
Lauda de sarcófago románico, del 1188, en interior del templo.
[La foto es un préstamo que agradecemos a la magnífica página:

El destructor “abad” hizo colocar también, sobre la fachada sur del nuevo templo, tres grandes escudos heráldicos del apellido Vivanco, con la repetida fecha de 1771 y una pretenciosa inscripción en la que dejaba constancia de sus prerrogativas:
“Don Pedro Antonio de Vivanco Angulo y Ortiz, Abad de Vivanco y Arceo, es dueño único de esta iglesia parroquial y de la casa de enfrente, cuyas armas de sus apellidos son las que se demuestran aquí”.
Nuestro orgulloso “abad” bien podía haberse contentado con colocar dichos blasones, e inscripción, en el muro del viejo templo románico, sin privarnos de la que debió ser una joya del Arte Sagrado, tan sólo para presumir de que podía hacer lo que hizo. La “Morenita” de Cantonad se lo haya perdonado.
 
Fachada sur del templo actual, escudos e inscripción del “abad” Pedro Antonio de Vivanco (1771).

 
Si la curiosidad os lleva a visitar el Valle de Mena, recordad el dicho popular de aquella zona: cuando los cucos vuelven, por la primavera, si el primer día que escuchas cantar a uno de ellos echas mano al bolsillo y tienes dinero, tendrás dinero todo el año. Pero si canta y te pilla sin una moneda…
En cualquier caso, no debéis preocuparos, porque el verdadero tesoro de estas mágicas tierras es de otro orden. Un orden inmaterial, que se manifiesta en su naturaleza y en el carácter de sus gentes, en el misterio de sus bosques, manantiales, riscos y en las creencias que a su alrededor  han entretejido sus recios habitantes durante el curso de los siglos.  

Antigua estampa de la restaurada “Morenita de Cantonad”, con el santuario barroco al fondo.

 
“La Virgen de Cantonad
no es comprada ni vendida,
y sí bajada del Cielo,
y en Vivanco aparecida.
El ángel que las bajó,
la de Allende y la de aquí,
en la piedra las posó
y marcado el pie está allí”.
 
Salud y fraternidad.
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(*) Vivanco = “helechal”, lugar donde crecen muchos helechos. Como casi todas las toponimias, ésta que declaramos es "con valor de simple presunción".
(**) Su vecina, la Virgen de Siones, fue salvada por la intervención del indiano menés, Raúl Quintana, quien les compró la imagen a los milicianos, cuando la iban a arrojar al fuego.

9 comentarios:

Paco Torralba dijo...

Veo que los restos de la antigua Iglesia estan repartidos por todo el pueblo. Nada nuevo. Seguro que habrás visto que, en las cercanías de algún asentamiento romano, los pueblos cercanos de nutren de capiteles, inscripciones... y sillares en general.
Esto en lo físico. En lo inmaterial...
Muy buena entrada.
Un saludo,

Syr dijo...

Debió ser Vivanco en su origen una abadía secularizada con primitivo origen en una de aquellas iglesias de propiedad privada al servicio religioso de una familia, que no se hallaba sometida a jurisdicción episcopal y que se transmitían por herencia o donación. Como monasterio dedicado a Santa María, parece que fue fundado por Nuño, hijo del mismo Fernán González y por doña Fronilde. Otra curiosidad radica en que el Archivo de Vivanco está trasladado al cigarral toledano de La Alberquilla. En cuanto al sepulcro, apuntar que el Pantocrátor y los apóstoles tienen los ojos con aquel estilo de "avispa" que nos traen a la memoria los facturados en el románico aragonés. Y puestos a pedir, decirte, querido Magister, que ya podías haber recurrido a nosotros para la foto del sepulcro y te hubieras ahorrado cortesías. Un abrazo.

Alkaest dijo...

Estimado Paco Torralba, estas "reencarnaciones" pétreas nos salen al paso cada dos por tres. Nuestros predecesores eran pioneros en el arte del "reciclado", ya fuesen medievales, barrocos, o decimonónicos...
Y no sabe uno si reir o llorar, o hacer ambas cosas.
Un abrazo.
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Compadre Syr, se agradecen los datos complementarios aunque procedan de los "Cronicones", donde al pobre Nuño y a Fronilde les atribuyen la fundación de cuanto de fundable hubo en aquellos tiempos.
Y puestos a pedir: en primer lugar ignoraba que sus mercedes hubiesen recalado en tan recóndito lugar, aunque debí suponerlo y suponer que habían logrado entrar.
En segundo lugar, que si sus mercedes van a quedarse con pena, por no colaborar, pues me mandan algunas fotos yo incluyo la que convenga, les traspaso las cortesías y todos contentos.

Salud y fraternidad.

Syr dijo...

Es ardua empresa entrar, compadre. Por tres veces tres, como a Pedro, se me negó la entrada tras miles de kilómetros de a propósito. Pero para ilustración de tus seguidores y sufridores románicos, habréis de ir a Villasana de Mena y en la calle transversal a la plaza, existe un chiringuito habitidado como Oficina de Información municipal en la que una amabilísima señorita, se presta a adelantarse con su coche y esperarte con la puerta abierta en Vivancos dándo detalles jugosos. Y las fotucas, a la vuelta del Puente de la Inmaculada Constitución, te serán servidas. Un abrazo

juancar347 dijo...

Por más que nos duela, ver estos extraordinarios testimonios artísticos e históricos repartidos sin conmiseración ni sentido, pero sí con mal gusto y alevosía, debería hacernos pensar en el país de bárbaros que en el fondo hemos sido y que aún continuamos siendo, sin que esto sirva para incluir en la denominación de bárbaros, a algunas tribus que nos precedieron y de las que podríamos aprender mucho acerca de lo que significa realmente la civilización. Recuerdo Vivanco, por la tremenda torrentera de agua que tuve que padecer, con el fin de poder ser testigo de tales ataques y llevarme en el zurrón algunos más que interesantes recuerdos fotográficos, como bien sabes. Me sorprendió, quizás más que los detallados restos comentados con tan magistral habilidad, la curiosa estela funeraria, objeto que por sí solo ya vale todo un ensayo. Por otra parte, observo, sin pretender meter el dedo en la llaga, que vuelves a mencionar (siquiera sea desde una oportuna prudencia) la posibilidad Siones-Temple (tema que te puedo asegurar no se ha agotado, y se puede indagar aún más en otros hemisferios), así como a una vieja 'amiga', que con su fastidioso testamento, buenos quebraderos de cabeza nos ha dejado en Vallejo: Doña Endrequina. Pero con o sin patochadas del señor de Vivanco, la zona, como bien describes, 'bien merece una misa', cuanto más una visita. Una visita que, de producirse en el futuro, será sin duda mucho más completa con los interesantes datos que aportas. Un abrazo

Ray dijo...

Muy interesante, Alkaest. Colecciono con avidez a esos "barbudos" románicos, por lo que una visita a este lugar tan maltratado se me hace inevitable; asi que, como dice Juancar, en esa ocasión me beneficiaré de esta valiosa información que has elaborado.
Un abrazo.

Alkaest dijo...

Amigo Ray, ya sabes que primero tienes que pasar por el vecino pueblo de Villasana de Mena, en cuya Oficina de Información Municipal te facilitarán los medios para entrar al templo de Vivanco.
Al menos eso afirma nuestro "ínclito" compadre Syr...
Por desgracia, nosotros ignorábamos tal circunstancia cuando llegamos allí. Eso, unido a la persistente llovizna y ausencia de vecinos, hizo que nos perdiéramos el interior y sus restos, incluido el "barbudo".

Salud y fraternidad.

Anónimo dijo...

Buenas tardes.

Siendo Vivancos mi apellido, me interesa todo lo relacionado con la historia del mismo.

He buscado en el diccionario vasco y no veo que vivanco signifique "helechal".

Sin embargo he encontrado indicios de que Mercenarios Holandeses vinieron a la peninsula con carlo Magno, a finales del siglo VIII, entre ellos los "Van Kost", que derivaria con el tiempo en Vi-Van-Cos. Ello explicaria por que hay un escudo de armas de la familia anterior al mas conocido, y formado por "en campo de gules, una banda de oro, engolada en dragantes de plata y cargada de una torta de azur"

Por otro lado, si se puede entrar en el monasterio, que yo creia destruido, quiero ir.

Y ya, para acabar, Es posible acceder a los archivos mencionados en Toledo?

Alkaest dijo...

Estimado tocayo Vivanco.

Le agradezco sus precisiones, lo de "Vivanco" como "helechal" es una etimología "con valor de simple presunción", pues cuando no hay nada seguro cada cual se aventura a opinar con mayor o menor acierto.
En cuanto al Monasterio, hasta donde yo sé, desapareció hace mucho tiempo. Aunque es posible que queden algunos restos entre las casas del pueblo.
Sobre el Archivo, que nuestro compadre Syr sitúa en el cigarral toledano de La Alberquilla, desconozco las condiciones para su consulta, mi investigación no llegó a tal profundidad. Supongo que poniéndose en contacto con sus dueños...

Salud y fraternidad.