Es relativamente corriente encontrar, en los sillares de muchos templos románicos, unas extrañas marcas, alargadas, a modo de surcos. Estos peculiares “arañazos”, situados por lo general junto a las puertas de acceso al templo, poco más o menos al nivel del zócalo, no son un capricho de la erosión provocada por el clima al meteorizar la piedra. Tienen una explicación, en apariencia, más prosaica.
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Talamillo del Tozo (Burgos)..
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Durante siglos, los aldeanos, pastores, maritornes, peregrinos, arrieros, zagales, mozas de partido, cazadores, trajinantes, mesoneras, pícaros y hasta el propio párroco, no han encontrado mejor piedra de amolar que los románicos sillares de arenisca. Generación tras generación, desde el mismo instante de ser elevados, los templos han ejercido como piedra de afilar. En sus jambas, zócalos y columnas, se han amolado cuanta arma blanca utilizaban desde los honrados villanos hasta la vil gallofa: navajas, pericas, sacabuches, mojarras, semanarios, chairas, facas, cuchillas, sirlas, charrascas, hasta hoces y podaderas. E incluso alguna que otra con pretensiones de más alcurnia, como estiletes, puñalejos, bronchas, almaradas, atacadores, y de añadido algunos rejones.
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A veces el mismo tipo de piedra se encuentra a no más de diez pasos del templo, pero las gentes no acudían a esas rocas para afilar sus navajas, lo hacían en los sillares del edificio, de preferencia en las jambas de la puerta. Ergo, dicha acción debía tener un significado más trascendente, además del simple acto, utilitario, de afilar el utensilio.
Sin duda debía tratarse de magia, magia por contacto. De siempre, se ha considerado la piedra como materialización de la energía creadora, ya sea de la energía Cósmica, de la Naturaleza, o de un dios –o Diosa-. El dios de Israel, inicialmente, ordenó a su pueblo que levantasen altares de piedra en bruto, no trabajada por mano humana. La Diosa Madre era representada, en principio, mediante una roca negra, un meteorito caído del cielo. Por tanto, la piedra con la que estaban construidos los templos era doblemente sagrada, o si preferimos “mágica”, puesto que, aparte su simbolismo natural, formaba parte de la casa del dios, o de la Diosa, donde la divinidad se manifestaba.
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Sin duda debía tratarse de magia, magia por contacto. De siempre, se ha considerado la piedra como materialización de la energía creadora, ya sea de la energía Cósmica, de la Naturaleza, o de un dios –o Diosa-. El dios de Israel, inicialmente, ordenó a su pueblo que levantasen altares de piedra en bruto, no trabajada por mano humana. La Diosa Madre era representada, en principio, mediante una roca negra, un meteorito caído del cielo. Por tanto, la piedra con la que estaban construidos los templos era doblemente sagrada, o si preferimos “mágica”, puesto que, aparte su simbolismo natural, formaba parte de la casa del dios, o de la Diosa, donde la divinidad se manifestaba.
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Santo Domingo de la Calzada (La Rioja).
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Así, al afilar las armas blancas en las piedras de los templos, tales instrumentos quedaban, además de perfectamente amolados, un punto santificados, o impregnados del poder cósmico-telúrico de la piedra sagrada. De tal modo que, al hacer su trabajo, dichos utensilios podían transferir esa “magia” benéfica, ya fuese al cortar los alimentos, segar, podar.
Hoy es muy probable que, tal costumbre, nos suene a superstición del tiempo pasado y la contemplemos con cierta indulgencia, pero en el medievo, e incluso hasta mucho después, era verdad demostrada y se creía en ella muy seriamente. Los sillares románicos están ahí para demostrarlo.
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Así, al afilar las armas blancas en las piedras de los templos, tales instrumentos quedaban, además de perfectamente amolados, un punto santificados, o impregnados del poder cósmico-telúrico de la piedra sagrada. De tal modo que, al hacer su trabajo, dichos utensilios podían transferir esa “magia” benéfica, ya fuese al cortar los alimentos, segar, podar.
Hoy es muy probable que, tal costumbre, nos suene a superstición del tiempo pasado y la contemplemos con cierta indulgencia, pero en el medievo, e incluso hasta mucho después, era verdad demostrada y se creía en ella muy seriamente. Los sillares románicos están ahí para demostrarlo.
1 comentario:
Muy interesantes las entradas de tu blog, y las fotos muy logradas. Sigue así.
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