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En numerosos signos lapidarios, dejados por los Compañeros Constructores sobre los sillares de aquellos templos que ayudaron a levantar, aparece la figura geométrica espiral, en forma más o menos compleja.
Esa espiral, lo primero que nos evoca es la concha del caracol. El sencillo caracol, con su avance lento pero cierto. Así, al margen de otros significados más complejos de la espiral, a los que no son ajenos estos signos lapidarios, los canteros bien pueden presumir del caracol como símbolo de oficio. Y pueden hacerlo por muchas razones, la más simple y directa porque, al igual que el sabroso molusco, el compañero lapidario debe avanzar lento y seguro, trabajar de forma pausada, para sacar de la piedra lo que su espíritu le dice que hay encerrado en ella. La obra bien hecha, nunca es apresurada. Las prisas, sólo sirven para extraviarse por el laberinto...
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Salud y fraternidad.
Esa espiral, lo primero que nos evoca es la concha del caracol. El sencillo caracol, con su avance lento pero cierto. Así, al margen de otros significados más complejos de la espiral, a los que no son ajenos estos signos lapidarios, los canteros bien pueden presumir del caracol como símbolo de oficio. Y pueden hacerlo por muchas razones, la más simple y directa porque, al igual que el sabroso molusco, el compañero lapidario debe avanzar lento y seguro, trabajar de forma pausada, para sacar de la piedra lo que su espíritu le dice que hay encerrado en ella. La obra bien hecha, nunca es apresurada. Las prisas, sólo sirven para extraviarse por el laberinto...
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Salud y fraternidad.