Como en ese pétreo calendario medieval, el mensario, donde se simbolizaban los trabajos y los meses, o los meses por sus trabajos, este campesino contemporáneo pasa ante la portada del templo románico. Concentrado en su labor, indiferente al edificio y su mensaje, porque ahora solo tiene pensamientos para la tierra que trabaja y el fruto que espera de ella.
En lugar de la yunta de bueyes o las mulas, lleva un tractor, pero da igual, sólo ha cambiado la herramienta de trabajo, su humanidad es la misma humanidad del siervo románico.
Y al pasar ante el templo, es como si todas las generaciones pasaran con él, la de quienes levantaron el edificio, la de aquellos que lo repararon, los que vieron su ruina tardía, o quienes levantaron uno nuevo trayendo la portada de otra ruina mejor conservada.
La misma claridad inclemente, el mismo calor azotando los campos y la aldea, los mismos afanes, inquietudes y deseos. Solo ha cambiado la herramienta, al tractor no hay que ponerle herraduras, pero se deben revisar sus neumáticos; la máquina no come cebada, pero debe alimentarse con carburante; no enferma del tabardillo ni tiene mataduras de la moscarda, pero a veces se le avería esta pieza o aquella.
Porque no hay nada nuevo bajo el sol, solo las herramientas cambian, el espíritu humano permanece invariable, con sus sentimientos siempre iguales y semejantes a sí mismos. Es la humana condición...
Salud y fraternidad. Y un buen y soportable verano.
En lugar de la yunta de bueyes o las mulas, lleva un tractor, pero da igual, sólo ha cambiado la herramienta de trabajo, su humanidad es la misma humanidad del siervo románico.
Y al pasar ante el templo, es como si todas las generaciones pasaran con él, la de quienes levantaron el edificio, la de aquellos que lo repararon, los que vieron su ruina tardía, o quienes levantaron uno nuevo trayendo la portada de otra ruina mejor conservada.
La misma claridad inclemente, el mismo calor azotando los campos y la aldea, los mismos afanes, inquietudes y deseos. Solo ha cambiado la herramienta, al tractor no hay que ponerle herraduras, pero se deben revisar sus neumáticos; la máquina no come cebada, pero debe alimentarse con carburante; no enferma del tabardillo ni tiene mataduras de la moscarda, pero a veces se le avería esta pieza o aquella.
Porque no hay nada nuevo bajo el sol, solo las herramientas cambian, el espíritu humano permanece invariable, con sus sentimientos siempre iguales y semejantes a sí mismos. Es la humana condición...
Salud y fraternidad. Y un buen y soportable verano.
5 comentarios:
Así es, Alkaest, de allí la vigencia de los clásicos.
Te felicito por el blog.
Me resultan muy interesantes los carteles de las calles.
Un saludo desde el invierno.
Antón.
Nada nuevo bajo el Sol y, al mismo tiempo, nada igual bajo el mismo Sol.
Los tempos cambian, lo sritmos se ajustan y adaptan, pero la esencia permance incorruptible, sencilla, digna, fiel y eterna.
Gracias por esta hermosa aprotación.
Y, a pesar de todo:
"Todo cambia, Todo está en constante vibración. Sólo el Cambio no cambia"
Grandes paradojas, verdad?
Un abrazo,
Es cierto, si lo analizas meticulosamente, en esencia no hay nada nuevo bajo el sol; pero con el paso del tiempo lo cotidiano se ve tan diferente. Todo evoluciona, se modifica , se renueva...
Renovarse o morir...y, por la cuenta que nos tiene, es mejor que la vida se mantenga.
Un fuerte abrazo.
Cierto, no hay nada nuevo bajo el sol. El problema, sin embargo, quizás esté en que los símbolos cambien y, por tanto, las interpretaciones también. Seguramente a este hortelano moderno esa portada románica le deje indiferente porque no le dice nada en absoluto. Pero no ocurría así con el hortelano de aquélla otra época. Y curiosamente, daría cualquier cosa por saber lo que sabía ese hortelano al que hoy muchos, dado que vivió en una época medieval, tacharían de ignorante e inculto...
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