Ídem, cabra (ha perdido los cuernos).
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La villa de Uncastillo es un joyero repleto de alhajas, entre las que destaca esa prodigiosa portada del templo de Santa María. Un manual de simbología románica donde el Magíster esculpió, con exquisita sensibilidad y buen hacer, todo un tratado en el cual el bestiario manifiesta los temas propios de un discurso para iniciados. Podemos quedarnos horas, extasiados ante sus arquivoltas, analizando la intención de tal o cual figura, el sentido literal y el oculto de éste o del otro detalle, lo esotérico y exotérico de un gesto.
Pero, incluso si no queremos fatigar nuestra mente con divagaciones metafísicas, podemos limitarnos a gozar del simple placer estético de sus formas. Unas representaciones “complejamente-sencillas”, tiernas como un dibujo infantil, pero completas como la obra más complicada. Que pueden ser contempladas de forma aislada, cada una por su lado, con el mismo goce que dentro del conjunto.
Hemos escogido presentar esos tres ejemplos “pastoriles”, de éste rebaño, por la dulzura de sus formas e intención. Sobre todo, esa cabra que amamanta a su cría. El amor románico por la naturaleza, se presenta aquí con este detalle de observación del natural. Y también, el amor del cantero por el trabajo bien hecho, puesto que la pequeña figura se adapta al menor espacio, de esta arquivolta, sin perder en ello expresividad. Dicho Magíster está en línea con lo mejor del Monasterio de Leyre y San Pedro de Echano, en Navarra, y quizá fuese también el autor de la perdida portada del vecino templo de San Miguel. [“Vendida” al Fine Art Museum de Boston, pero esa es ya otra historia y será contada en otro lugar].
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Ídem, la cabra amamantando al cabritillo.
.La villa de Uncastillo es un joyero repleto de alhajas, entre las que destaca esa prodigiosa portada del templo de Santa María. Un manual de simbología románica donde el Magíster esculpió, con exquisita sensibilidad y buen hacer, todo un tratado en el cual el bestiario manifiesta los temas propios de un discurso para iniciados. Podemos quedarnos horas, extasiados ante sus arquivoltas, analizando la intención de tal o cual figura, el sentido literal y el oculto de éste o del otro detalle, lo esotérico y exotérico de un gesto.
Pero, incluso si no queremos fatigar nuestra mente con divagaciones metafísicas, podemos limitarnos a gozar del simple placer estético de sus formas. Unas representaciones “complejamente-sencillas”, tiernas como un dibujo infantil, pero completas como la obra más complicada. Que pueden ser contempladas de forma aislada, cada una por su lado, con el mismo goce que dentro del conjunto.
Hemos escogido presentar esos tres ejemplos “pastoriles”, de éste rebaño, por la dulzura de sus formas e intención. Sobre todo, esa cabra que amamanta a su cría. El amor románico por la naturaleza, se presenta aquí con este detalle de observación del natural. Y también, el amor del cantero por el trabajo bien hecho, puesto que la pequeña figura se adapta al menor espacio, de esta arquivolta, sin perder en ello expresividad. Dicho Magíster está en línea con lo mejor del Monasterio de Leyre y San Pedro de Echano, en Navarra, y quizá fuese también el autor de la perdida portada del vecino templo de San Miguel. [“Vendida” al Fine Art Museum de Boston, pero esa es ya otra historia y será contada en otro lugar].
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