Todos hemos quedado, alguna vez, fascinados por esas formas concéntricas que nos muestran los troncos de árbol recién cortados. Son los anillos de crecimiento, cada uno de los cuales indica un año en la vida del ejemplar talado.
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Por su grosor y forma, los expertos, pueden deducir cuales fueron las condiciones climáticas imperantes en el año de creación de cada anillo. Si hubo sequía o abundancia de lluvias, si el árbol padeció plagas o soportó incendios.
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No obstante, nada de eso podremos comprobar aquí, porque estas fotos no corresponden a troncos de árboles, sino a los sillares de arenisca rojiza que forman los muros de un templo románico. Una arenisca, cuyos sedimentos han adoptado estas caprichosas formas, estas engañosas formas vegetales.
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El templo en cuestión es el de Santa Juliana, en el pueblo de Pineda de la Sierra (Burgos), obra románica del s.XII –al que se añadieron bóvedas góticas en el XVI-. Sito en las alturas orientales de la Sierra de la Demanda, debió repoblarse hacia el s.IX, pasando a pertenecer al Alfoz de Oca y luego a la Merindad de Montes de Oca, cuya cabeza era Villafranca.
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Durante el medievo, entre sus bosques de acebos, hayas, abedules y robles vivió una notable población de osos, jabalíes, corzos y lobos, que aprovecharon nobles y monarcas para sus monterías. Pero el poder económico del lugar era la ganadería, junto al aprovechamiento forestal, y las famosas ferrerías donde se forjaron algunas de las espadas de los míticos héroes castellanos.
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La riqueza de sus recursos naturales hizo que la villa prosperase, los señores y burgueses adinerados llenaron el lugar de casonas señoriales, de las que alguna subsiste. Y levantaron el magnífico templo, que todavía nos asombra, con su preciosa galería porticada y las escultura simbólicas de su portada sur.
Aunque lo que más nos impresiona, son esos sillares de arenisca rojiza, tan originales, por su conformación en capas estratificadas.
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En estas sierras se han hallado restos fósiles de varios árboles, del grupo de las angiospermas, quercus y palmoxylon, con más de ciento treinta millones de años. Por eso, no nos cuesta soñar que estas imágenes, de piedra, hayan sido talladas en dichos troncos fósiles. Al menos, el resultado aparente es el de la madera, si no mirad bien esos canes del alero. Se non é vero, é bene trovato...
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Salud y fraternidad.
Aunque lo que más nos impresiona, son esos sillares de arenisca rojiza, tan originales, por su conformación en capas estratificadas.
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En estas sierras se han hallado restos fósiles de varios árboles, del grupo de las angiospermas, quercus y palmoxylon, con más de ciento treinta millones de años. Por eso, no nos cuesta soñar que estas imágenes, de piedra, hayan sido talladas en dichos troncos fósiles. Al menos, el resultado aparente es el de la madera, si no mirad bien esos canes del alero. Se non é vero, é bene trovato...
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Salud y fraternidad.
3 comentarios:
¡Piedras de maderas nobles!...
¡Vaya lujo!
Amigo Alkaest, no podía dejar de visitarte también aquí...¿me podría decir vuesa merced cuándo descansa?... Se ve que ningún "demonio meridiano" ha descubierto aún dónde moras.
Pues, parapétate bien y sigue haciéndonos disfrutar con tus blogges (no sé si es así el plural...¡Da igual hay tantas cosas que desconozco!)
Te seguiré visitando ,¡suena a amenaza!, pero nada más lejos de mis intenciones . No me gustaría molestar.
Un fuerte abrazo.
Amiga Pilara, "molesta" cuanto quieras y sin reparo. Visitia a tutiplén todos mis "bloges" -o como puñetas sea el plural-, y comenta, alega o polemiza, según te lo pidan la mente y el alma.
Ya sabes que te espero en "Picota y cepo", "Pájaros viajeros", y "Laberinto románico", para lo que gustes mandar.
Al pobre "Diablo Meridiano" no le doy cuartelillo, lo llevo atado con una cadena, que le puse al cuello porque no se me escape, y le doy tirones para que espabile. Mismamente, como hacían algunas santas con la pobrecita Tarasca, ese simpático dragoncillo medieval tan difamado.
Salud y fraternidad.
Gracias por acercarnos estos tesoros desconocidos a los que no podemos viajar a menudo. Leyendo éste y el anterior galaico, me he acordado de dos sitios especialmente mágicos y sorprendentes también en Galicia: San Xiao de Moraime y San Pedro de Rocas...
y también de una iglesia que descubrimos por casualidad en la aldea de Santa Eufemia de Ambía, medio escondida entre las casas
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