El Gran Salón (izda.), la Torre Residencia del Comendador (centro), y la Capilla de los Caballeros (dcha).
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El castillo de Monzón (Huesca), no es más que un pálido fantasma de su grandeza pasada. El cerro sobre el que se alza estuvo fortificado desde muy antiguo, en sus cercanías se localiza la ciudad íbera de los ilergetes, que el Itinerario de Antonino nombra como Tolous. Aquí se asentaron los romanos, para controlar el paso del río Cinca, luego vinieron visigodos y árabes. La fortaleza musulmana, citada por al-Razis, es conquistada por el Cid en 1083, cuando estaba al servicio del gobernador musulmán de Zaragoza. En 1089 fue retomada por Sancho Ramirez, y pasó en 1104 al señor de Monzón don Ramiro Sánchez de Navarra, casado con Cristina Rodríguez, hija del Cid. Un hijo de cuya pareja llegó a ser rey de Navarra, García IV Ramírez “el Restaurador”.
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El lugar pasó a poder de la Orden del Temple en 1143, que convierte el castillo en monasterio fortificado, como cabeza de encomienda. Añade dormitorios, caballerizas, capilla, casa del comendador, y refectorio-sala capitular. Esta rica posesión, en economía y política, custodiaba tesoros como la espada de Cid, “Tizona”, y una magnifica biblioteca, de la que los monarcas obtenían volúmenes en préstamo, como el Apocalipsis de Beato que consta se llevó Jaime I de Aragón, pues “el Conquistador” se educó aquí con los templarios, entre 1214 y 1217.
Cuando el proceso contra el Temple, iniciado en 1307, los caballeros se resisten al arresto y el castillo es asediado por Jaime II. Bajo el mando del Comendador Berenguer de Bellvis, resistió año y medio hasta que los rindió el hambre. Luego pasó a la Orden de San Juan, y finalmente a la Corona.
Continuó teniendo guarniciones, sufriendo ataques, destrucciones y reformas hasta el s.XIX. El interior ha sido “restaurado” hace poco, con vistas a convertirlo en “Parque Temático Templario”...
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Cuando el proceso contra el Temple, iniciado en 1307, los caballeros se resisten al arresto y el castillo es asediado por Jaime II. Bajo el mando del Comendador Berenguer de Bellvis, resistió año y medio hasta que los rindió el hambre. Luego pasó a la Orden de San Juan, y finalmente a la Corona.
Continuó teniendo guarniciones, sufriendo ataques, destrucciones y reformas hasta el s.XIX. El interior ha sido “restaurado” hace poco, con vistas a convertirlo en “Parque Temático Templario”...
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Muro sur de la Capilla de los Caballeros.
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Pocos elementos han quedado intactos, de su pasado esplendor medieval. La Capilla de los Caballeros, es un austero edificio cisterciense, de fines del s.XII, con ábside poligonal incrustado como torereón de la muralla. Al exterior, solo restan migajas románicas, su paramento, cien veces destrozado y malamente remendado con ladrillos, es una verdadera ruina carcomida. Aunque allí, quedan vestigios de su riqueza pasada.
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Pocos elementos han quedado intactos, de su pasado esplendor medieval. La Capilla de los Caballeros, es un austero edificio cisterciense, de fines del s.XII, con ábside poligonal incrustado como torereón de la muralla. Al exterior, solo restan migajas románicas, su paramento, cien veces destrozado y malamente remendado con ladrillos, es una verdadera ruina carcomida. Aunque allí, quedan vestigios de su riqueza pasada.
De sus varias ventanas, solo la del muro sur, conserva un poco corriente capitel vegetal, con collarino sogueado...
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Más curiosa es la puertecilla del lado suroeste, con grandes dovelas repletas de símbolos solares: rosetas, círculos concéntricos, estrellas, cruces.
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Curiosos elementos, porque ni siquiera son románicos, se trata de elementos reutilizados de una construcción anterior. Quizá de un templo visigodo, pues no otro es el estilo de las dovelas, trabajadas a bisel. Debió existir en el cerro, o sus alrededores, una construcción visigoda arruinada que los templarios aprovecharon para levantar su capilla.
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Y recuperaron tales piedras, porque su simbología no debía serles ajena. Recuerda la reflejada en otras construcciones de la Orden del Temple, como las pinturas en muros y bóveda de la capilla templaria en la encomienda de Montsaunés (Francia).
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Una dovela visigoda, compañera de las antedichas, se encuentra empotrada, como material de reempleo, al interior del Gran Salón. A pesar de su deterioro, se aprecia perfectamente el paralelismo con las de la Capilla. Un trabajo arqueológico, de prospección y restauración, en profundidad, seguramente sacaría a la luz otras piezas similares.
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Salud y fraternidad.
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Salud y fraternidad.
3 comentarios:
Buenas noches, Alkaest. Aparte de agradecerte tus crónicas siempre muy documentadas y perfectamente escritas, me gustaría que abundaras en ese asunto de "parque temático templario" ¿¿??.
Muy bellas las dovelas visigodas. Me resulta curioso que a los visigodos los "acusen" de ser excelentes orfebres pero "malos arquitectos" -dedicados a reciclar capiteles romanos- y ahora sean sus creaciones las recuperadas... Qué injustas son algunas clasificaciones que escucho en mis paseos románicos. Un abrazo.
Un buen homenaje a la memoria histórica de este castillo, siempre se agradece volver a recorrerlo aunque sea virtualmente.
Tiene rincones especiales y muy interesantes a los que esta excluida la visita, deberían mejorar la restauración.
Salud y románico
Una muy buena síntesis descriptiva de la historia y del castillo... Parece que te dediques a todos estos menesteres !!!
Un abrazo,
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