"Nudo de serpiente", entrelazo de energías telúricas. Monasterio de San Salvador, portada oeste s.XII, Leyre (Navarra).
Entrelazo céltico, talismán protector. Templo de Santa María la Real, portada sur s.XII, Sangüesa (Navarra).
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El románico toma del mundo céltico rosetas, poliskeles, entrelazos y nudos, como símbolos que manifiestan la energía cósmica, renovadora del universo. Los entrelazos, son "huevos del mundo" esquemáticos: nudos de serpientes, símbolo del renacer cíclico de la Naturaleza y protectores contra el mal. Igualmente, lo son del espíritu humano evolucionado que, al desatarlos, han desatado aquello que los anclaba a la materia -de ahí su similitud con la espiral y el laberinto-. Creencia antigua, compartida por druidas y pitagóricos, que asume la nueva fe, porque la Tierra tenía esta cualidad suprema en el Paraíso y la retomará tras el Apocalipsis: renacer, crecer y germinar con nuevas energías. Y a imagen suya, la humanidad purificada también renacerá, tanto espiritual como materialmente.
No olvidemos que la raíz griega de la palabra "nudo" es "gna", saber, de la que deriva "gnosis", o sabiduría oculta. Luego donde hay un nudo hay "sabiduría oculta".
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