miércoles, 19 de noviembre de 2008

Canteros, caracoles de la piedra...

Templo de San Miguel, Caltojar (Soria), inicios s.XIII. [Fotos 31 octubre 2008].
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Caltojar (Soria).
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Caltojar (Soria).
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Monasterio de Nuestra Señora, Granja de Moreruela (Zamora), s.XII-XIII. [Diapositivas 12 octubre 1984].
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Granja de Moreruela.
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Granja de Moreruela.
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Granja de Moreruela.
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Granja de Moreruela.
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Templo de Santa María del Azoque, Benavente (Zamora), mediados s.XII. [Fotos 29 junio 2008].
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Benavente.
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En numerosos signos lapidarios, dejados por los Compañeros Constructores sobre los sillares de aquellos templos que ayudaron a levantar, aparece la figura geométrica espiral, en forma más o menos compleja.
Esa espiral, lo primero que nos evoca es la concha del caracol. El sencillo caracol, con su avance lento pero cierto. Así, al margen de otros significados más complejos de la espiral, a los que no son ajenos estos signos lapidarios, los canteros bien pueden presumir del caracol como símbolo de oficio. Y pueden hacerlo por muchas razones, la más simple y directa porque, al igual que el sabroso molusco, el compañero lapidario debe avanzar lento y seguro, trabajar de forma pausada, para sacar de la piedra lo que su espíritu le dice que hay encerrado en ella. La obra bien hecha, nunca es apresurada. Las prisas, sólo sirven para extraviarse por el laberinto...
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Salud y fraternidad.

lunes, 17 de noviembre de 2008

San Frutos “Pajarero”, tráenos un buen tempero... (refrán popular).

Templo de San Frutos del Duratón (Segovia). [Foto 27 mayo 2006].
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Hay una frase del medievalista Michelet, que conviene especialmente al templo de San Frutos del Duratón: “Hombres vulgares que creéis que esas piedras sólo son piedras, que no sentís circular la savia, cristianos o no, reverenciad, besad el signo que contienen. Aquí hay algo grande, eterno”.
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El templo sobre el espolón rocoso, sagrado desde tiempos celtíberos. [Diapositiva 24 julio 1984].
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La tradición eremítica del Desierto del Duratón parece provenir de época visigoda, -quizá en sustitución de viejos cultos druídicos-, para alcanzar en el s.VIII su época dorada, con san Frutos (642-715) y sus hermanos, Engracia y Valentín, quienes levantarían una sencilla ermita. Para el s.IX, en un intento de controlar a estos “solitarios de Dios”, se ha fundado ya un pequeño cenobio que es donado al Monasterio de Silos, en 1076, cuyo abad ordena construir el primer templo dedicado a San Frutos.
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Los ábsides, del 1100, fueron remodelados a fines del s.XII. [Diapositiva 24 julio 1984].
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Será obra del Magíster Dom Michael, natural de Tournus, según inscripción en un contrafuerte del sur. Era un templo no muy grande, pero si rico en símbolos, a tenor de los escasos restos que han llegado hasta nosotros. Está emparentado, estilísticamente, con el Salvador, de Sepúlveda, compartiendo con él su rico lenguaje céltico, a base de entrelazos.
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Restos de sillares tallados del templo primitivo, reutilizados en la remodelación del s.XII [Diapositiva 24 julio 1984].
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Aquel edificio primitivo, fue remodelado a fines del s.XII, ya que el aumento de peregrinos hizo necesario un templo capaz de contenerlos cómodamente. En dicha campaña, se sustituyó el ábside central por otro mayor, en el que se reutilizaron sillares decorados, del anterior, empotrados sin orden ni concierto –aunque, en el primitivo, ya se habían utilizado piedras romanas-. También se añadieron dos ábsides menores, a norte y sur –éste prácticamente desaparecido-, cuyas naves formaron capillas separadas. Se completó el conjunto, con una galería porticada en la fachada oeste –de la que subsisten escasos restos- y una nueva puerta en ese lado.
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"Cuadrado mágico", en el muro sur. [Diapositiva 24 julio 1984].
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Del templo primitivo, que hunde sus raíces en la roca y crece sobre ella, quedan dos elementos que denotan la mano simbólica de la “cuadrilla constructora” de Dom Michael. Una, el “cuadrado mágico” del muro sur, transposición geométrica de la piedra cúbica, y otra, la “piedra milagrosa” en el interior del ábside norte.
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Ábside norte, bajo el retablo se encuentra el pasadizo "milagrero". [Foto 27 mayo 2006].
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Se trata de un gran sillar, oculto en la base del retablo, dentro de un pasadizo que solo se puede recorrer de rodillas. La piedra allí escondida, dicen que cura y previene las hernias, amén de otros muchos males, si se practica el ritual conocido como “pasar por la piedra del santo”, que consiste en hacer tres veces el recorrido gateando ante ella, con fe, por supuesto.
Entre los Compañeros Constructores, el primer trabajo del aprendiz consistía en trabajar una piedra en bruto, hasta darle forma cúbica. Porque se supone que, el trabajo de los canteros, era imagen del trabajo del Arquitecto Supremo, Dios. Así, según la mitología cristiana, a semejanza del Creador, que trabajó la piedra bruta del caos para construir el mundo, el cantero trabaja la piedra y la desbasta para crear el Templo que es imagen de la Ciudad Celeste.
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¿Dónde estaría la "piedra milagrosa" antes de construirse el ábside lateral? [Foto 27 mayo 2006].
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La piedra en bruto, es símbolo del caos primitivo, que contiene todas las posibilidades, y en el que hay que restaurar el orden para fundar el universo según las normas de un plan preconcebido. Por ello, la piedra cúbica, es una “piedra de fundación” o piedra fundamental. Según la tradición hebrea, su Dios construye sobre la piedra: “El mundo sólo comenzó a existir cuando Dios tomó cierta piedra, que se llama piedra de fundación, eben shetiyah, y la lanzó al abismo de las posibilidades universales, de suerte que se implantara allí solidamente, para poder construir el mundo sobre ella”. Esta piedra es también, eben shelimah, la “piedra perfecta”, y eben Shelomon, la “piedra de Salomón” y por analogía “piedra del Templo”.
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La "milagrosa piedra cúbica", o casi cúbica. [Foto: cortesía de Esca, blog “Conoce tu comarca”].
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Pero el simbolismo de la piedra es muy complejo, podríamos perdernos en disquisiciones sobre sus variantes, como la “piedra angular”, caput anguli, la “piedra clave”, la “piedra negra”, etc., porque el tema es inagotable. Finalizaremos con una cita del filósofo René Guénon:
La piedra cúbica es esencialmente una piedra de fundación. Es, pues, ciertamente terrestre, como indica de por sí su forma. Asimismo la idea de estabilidad que conlleva encaja perfectamente con la función de Cibeles en cuanto Madre Tierra, es decir, como representación del principio sustancial de la manifestación universal” Y lo más interesante: “Hay un caso particular en que existe relación entre la piedra negra y la piedra cúbica: cuando esta última es, no ya una de las piedras de fundación situadas en los cuatro águlos de un edificio, sino la piedra shetiyah que ocupa el centro de la base de aquél, correspondiente al punto de caída de la piedra negra”.
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Cuando murieron algunos de los monjes-ermitaños, como no hubiese tierra para darles sepultura, rezaron a san Frutos y éste, cual "cantero celestial", hizo que la roca se fundiese bajo los cadáveres. Tumbas antropomorfas, ante los ábsides. [Diapositiva 3 noviembre 1985].
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No deberíamos dejar de lado el hecho de que muchos milagros, de san Frutos, están relacionados con la Naturaleza: las tormentas, fuentes, pájaros –es apodado “el Pajarero”-. Y otros, con los artesanos de la piedra... Como aquel lapidario que, ciego, talló una imagen del santo, guiado por la mano invisible de éste, y curó su ceguera al llegar a los ojos de la escultura. O el cantero manco, que sanó su mano al meterla por un hueco que hizo en los sillares de la Catedral de Segovia, donde estaban escondidas las reliquias del santo.
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San Frutos, con su bastón de constructor y el libro "mágico-milagroso". [Foto 27 mayo 2006].
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Porque el primer milagro que hizo san Frutos, fue de Magíster Constructor, golpeó con su vara la roca y esta se separó formando una zanja de cien metros de profundidad, conocida como “La Cuchillada”, para impedir el paso a los musulmanes que pretendían asaltar su ermita. Allí sigue, cruzada por un puentecillo, ante los ábsides del templo, convirtiendo el peñasco rocoso donde se alza en una isla inexpugnable.
Y dicen los que saben de ello, que cada 25 de octubre, a las doce en punto de la noche, una escultura del santo, situada en la puerta de la catedral de Segovia, pasa otra hoja de su libro de piedra. Cuando el druídico santo eremita pase la última hoja, llegará el día del Juicio Final.
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La hoz del río Duratón y el peñasco sobre el que se asienta el mágico templo de San Frutos. Persistencia sincrética del culto a las fuerzas de la Naturaleza, de la Madre Tierra, memoria de sus sacerdotes y sacerdotisas... [Foto 3 noviembre 1985].
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Salud y fraternidad.

martes, 11 de noviembre de 2008

Románico con más conchas que un galápago...

Templo de San Miguel, Caltojar (Soria). [Fotos 31 octubre 2008].
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El viajero puede contemplar el templo de Caltojar (Soria), extasiarse con su peculiar belleza, y aquí paz y después gloria... Pero la cosa no es tan sencilla.
Y no lo es porque, el edificio, presenta una serie de signos que evidencian un pasado tortuoso. Cuando lo descubrimos, hace veinticinco años, nos resultó chocante, y hoy nos afirmamos en tal apreciación. Lo que, a simple vista, parecen peculiaridades constructivas, si nos fijamos con detenimiento, dan cuenta de los turbios manejos que tuvieron lugar en sus elementos arquitectónicos. ¿Se debe a que fue construido, al iniciarse el s.XIII, en una época de convulsa transición?
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El primer chasco es la perspectiva del lado Este, con el magnífico ábside “lombardo” y sus desfasados canes “mozárabes”. Perdón, ábsides, en plural, porque debía tener tres. ¿Cómo, que solo ven uno en la foto? Muy sencillo, ello se debe a que, los absidiolos laterales, han sido devorados por tardías estructuras –quizá del XVII o XVIII- que utilizaron los mismos sillares. ¿Sacados de otras partes del edificio?
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Restos visibles del pequeño ábside norte.
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El absidiolo correspondiente al sur fue demolido, y el norte quedó reducido a un fragmento semioculto. Al interior, ambas estructuras están cubiertas por sendos retablos que ocultan el desaguisado. La torre, románica, fue también muy transformada, aunque conserva la traza.
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Fijémonos, ahora, en la fachada sur. El cuerpo saliente que acomoda la portada, tiene un tejaroz de canes a base de rollos, como el resto del edificio, pero aquí los centrales, los que caen sobre la chambrana de la portada, han sido burdamente rotos para acomodar la curvatura del arco con cabezas de clavo. ¿Cómo es posible tal estupidez en una portada tan perfecta? Da la sensación de que falta una hilera de sillares, entre la chambrana y los canes, que ha obligado a destrozar éstos para acomodar forzadamente el tejaroz. ¿Es el resultado de alguna reforma?
No debemos fijarnos, sin embargo, en el distinto color de los sillares, los que aparecen grises es porque la erosión les arrancó el baño protector, de color, con el que los canteros medievales protegían los sillares endureciendo la piedra.
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Hay más notas chocantes, la serena simplicidad de las románicas arquivoltas con cabezas de clavo y dientes de sierra, contrasta con el “barroquismo” de los capiteles, prácticamente góticos, y la vulgaridad plana de los relieves, a base de hojas, en las jambas escalonadas de los intercolumnios.
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Por si fuera poco, el tímpano, que recuerda el de Santiago del Burgo en Zamora, está presidido por un ángel de rudeza tal, que no sabe uno si imaginarlo obra de un artista primitivo o de un torpe artesano arcaizante. Desdice por completo del resto, pero, a su vez, el capitel pinjante que se encuentra bajo tal escultura, dividiendo el tímpano geminado, es de nuevo pomposamente gotizante con su “florido florón”, por más que la pieza escultórica del ángel parezca introducida con calzador entre las demás dovelas del tímpano. Item mas, ¿por qué lleva un bastón, que parece vara de constructor, en lugar de lanza o espada? ¿Por qué se protege tras un escudo, de sospechosa estructura céltica? ¿Qué gesto es el que hace con su mano derecha? ¿Y por qué falta el sillar original que estaba sobre la cabeza del ángel...?
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Regresando a las arquivoltas, hay un detalle que suele pasar desapercibido, los dientes de sierra llevan un baquetón curvo en su borde y tras él un surco, en todos sus picos. No, en todos no. De ellos, sólo veinte responden a este esquema. Uno, el segundo empezando por la izquierda, ha convertido el pequeño surco en grueso calado, como se ve en la foto, dejando el trozo de baquetón exento. ¿Por qué? ¿Acaso el cantero pensaba hacer ese trabajo en toda la arquivolta, pero hubo que terminar la obra aprisa y corriendo? ¿O se trata de un guiño, un signo, una clave que el artista medieval nos ha dejado para indicarnos algún sentido oculto?
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Otros elementos, como el rosetón occidental decorado con ojas de acanto, la sencilla portada norte a base de capiteles vegetales, o una parte del ábside, están tan maltratados por el desgaste de los siglos, que no es posible analizar sus disonancias con ecuanimidad.
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No obstante, una ventanita en el lado norte del presbiterio, presenta su arco superior tallado con un sogueado y relieves vegetales –todo ello muy desgastado-, aunque el brusco corte del sillar en sus laterales, da idea de que puede proceder de otra parte del edificio y ha sido reutilizada.
Es todo tan sereno y tan confuso, tan cisterciense, pre-gótico y arcaizante a un tiempo. Tan “lombardo” al par que “borgoñón”. Tan normal y tan extraño. Eso, sin contar lo que esconde en su interior...
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Salud y fraternidad.

viernes, 7 de noviembre de 2008

¡Al druida lo pintan “calvo”!

Sobre la arquitectura románica peregrinan unos singulares personajes, que causan nuestra extrañeza por el peculiar corte de pelo que lucen. Porque se trata de corte de pelo, intencionado, y no de calvicie.
¿Estamos ante una moda, impuesta por los estilistas románicos? ¿Es un símbolo de rebeldía, adoptado por los inconformistas del primer medievo? ¿Se trata de una señal de reconocimiento, para los componentes de algún grupo heterodoxo?
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Los compañeros escultores, por norma, representaban escenas simbólicas referidas a los mensajes religiosos que cada patrón les encomendaba fijar sobre la piedra. Pero, salvo en el caso de los monstruos y animales mitológicos, sus personajes reflejan exactamente los tipos corrientes de la época. Vestidos, utensilios, rostros, armas, adornos y peinados están sacados de la vida diaria. Se puede hacer un perfecto catálogo, de la moda del momento, con las imágenes de los templos románicos: capiteles, arquivoltas, canes, tímpanos, despliegan la rica variedad de vestimentas, joyas y peinados de la sociedad, en todos sus estratos.
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Entonces ¿a qué responde el extraño corte de pelo, antes aludido? No son calvos, pues aquellos afectados de alopecia están representados tal cual. Y tampoco parece ser una moda, pues los ejemplares conservados son escasos, comparados con la rica variedad de modelos capilares más comunes.
¿Y qué otros peinados existen que sean poco usuales, que correspondan a un grupo específico de individuos? Que nosotros sepamos, tan sólo la tonsura, esa corona circular de cabello sobre el cráneo afeitado de los monjes, para indicar su entrega al hábito y al dios que sirven. Y aquí está “la madre del cordero”, porque esa tonsura, conocida como “de San Pedro”, surgida hacia el s.IV, es propia del clero que en la nueva religión sigue el rito romano.
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Sin embargo, durante el medievo, existieron diversos ritos: bracarense, visigodo, celto-irlandés, sirio, armenio, copto, etíope, etc. Algunos subsisten hasta hoy –quedan unos veinte ritos litúrgicos-, otros, como el visigodo o el celta, fueron suprimidos pronto. Y precisamente entre los monjes célticos, una peculiaridad de su rito era la tonsura llamada “de San Juan”, Maghi o Mag, rasurando la parte central y delantera del cráneo, pero dejando un mechón posterior y los laterales.
Cuando el Sínodo de Whitby, en el 664, unificó con el romano el rito irlandés –es decir que lo borró del mapa-, una de las características que se prohibió expresamente fue la tonsura celto-irlandesa, implantada por San Patricio, pero de herencia druídica. Cuya condena habían recogido ya los Concilios de Toledo y Braga, en el s.VII, demostrando que tal práctica era común en los reinos hispano-romanos, evangelizados en parte por monjes celtas.
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Y visto lo visto, en diversas esculturas románicas, parece que las costumbres rituales del monacato céltico continuaron mucho después de su prohibición, hasta bien entrado el siglo XII, según demuestran las tonsuradas esculturas de los templos.
¿Cómo es posible? ¿Se trata de monjes rebeldes a la obediencia romana? ¿Grupos de creyentes heterodoxos? ¿La fuerza de la costumbre? No olvidemos, que las creencias y sus prácticas son más fáciles de condenar que de erradicar... No olvidemos, que el mundo románico es un laberinto del que desconocemos muchos recovecos...
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[Dedicado a mis "bruj@s" de Barahona].
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Salud y fraternidad.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Día de "Todos los Santos", día de Todos los Espíritus...

Hacia el año 835, el papa Gregorio III estableció, para las fechas del 31 de octubre y 1 de noviembre, las festividades de "La víspera" y el "Día de Todos los Santos", con el fin de que la nueva religión acabase con las creencias, de la Antigua Religión, celebradas en idénticas fechas: la Fiesta de Samhain, o del año nuevo celta.
Es lo que se llama "sincretismo", es decir: apropiarse una creencia anterior, camuflándola con los pretextos teológicos de la nueva creencia, para atraerse a los fieles de la Antigua Religión que se resisten a cambiar de credo.
¿Por qué traemos a colación ésto? Muy sencillo, es un simple ejemplo de como numerosas creencias, del mundo celta, de la Religión Antigua, pasaron a la nueva religión y a su programa iconográfico dentro de la arquitectura románica. Sincretismo, asimilación, disimulo, o robo descarado -como queramos llamarlo-, de ideología religiosa, en el que participaron activamente las comunidades celtas cristianizadas y los monjes irlandeses de San Columbano.
El mundo románico, no lo olvidemos nunca, está formado, en gran parte, por los restos del mundo céltico. Aunque, los que realizaron tal sincretismo, se hayan encargado de ocultarnos celosamente tal circunstancia.
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Salud y fraternidad.