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Templo monástico de Santa María, ss.XI-XII, Santa Cruz de la Serós (Huesca).
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La grandiosidad de numerosos templos románicos, deja en entredicho el tópico que afirma la pequeñez de éstos edificios. Por desgracia, el transcurrir histórico les ha deparado un destino muchas veces efímero. Han sobrevivido más templos góticos que románicos, y aquellos son más grandes que éstos. Aunque no siempre. En la mentalidad de quienes se quedan con la cáscara, sin llegar al fruto, la enorme altura y luminosidad de las catedrales góticas, ha eclipsado la comedida proporción y tenue penumbra de las catedrales románicas.
Porque la realidad es, que ambos tipos de edificio religioso responden a conceptos simbólicos bien diferentes. El gótico es ascendente, luminoso, etéreo, grácil, un espíritu que vuela a los círculos celestes, porque ha evolucionado del románico, que estaba recogido sobre sí, interiorizado, como en la caverna primigenia a imagen del útero de la Madre Tierra. En el espacio románico, bañado por la luz filtrada a través del alabastro de sus vanos, se gestó la evolución filosófico-espiritual del gótico.
La humanidad románica, dentro del templo, se repliega hacia su yo profundo, se empapa de energías primigenias, al tiempo que comulga con una Naturaleza de la que aún no se ha divorciado. Allí, la Madre Tierra y la Virgen Madre, a veces una Virgen Negra, son todavía una sola realidad. La gente románica no entra al templo para aislarse del mundo natural, o escapar del cosmos, sino para hacerse uno con ellos mediante la interiorización.
La grandiosidad de numerosos templos románicos, deja en entredicho el tópico que afirma la pequeñez de éstos edificios. Por desgracia, el transcurrir histórico les ha deparado un destino muchas veces efímero. Han sobrevivido más templos góticos que románicos, y aquellos son más grandes que éstos. Aunque no siempre. En la mentalidad de quienes se quedan con la cáscara, sin llegar al fruto, la enorme altura y luminosidad de las catedrales góticas, ha eclipsado la comedida proporción y tenue penumbra de las catedrales románicas.
Porque la realidad es, que ambos tipos de edificio religioso responden a conceptos simbólicos bien diferentes. El gótico es ascendente, luminoso, etéreo, grácil, un espíritu que vuela a los círculos celestes, porque ha evolucionado del románico, que estaba recogido sobre sí, interiorizado, como en la caverna primigenia a imagen del útero de la Madre Tierra. En el espacio románico, bañado por la luz filtrada a través del alabastro de sus vanos, se gestó la evolución filosófico-espiritual del gótico.
La humanidad románica, dentro del templo, se repliega hacia su yo profundo, se empapa de energías primigenias, al tiempo que comulga con una Naturaleza de la que aún no se ha divorciado. Allí, la Madre Tierra y la Virgen Madre, a veces una Virgen Negra, son todavía una sola realidad. La gente románica no entra al templo para aislarse del mundo natural, o escapar del cosmos, sino para hacerse uno con ellos mediante la interiorización.