sábado, 28 de febrero de 2009

Rioseco, río del tiempo ido.

Rioseco de Soria (Soria), es un pequeño pueblo de gran antigüedad. Su origen estaría en un establecimiento romano, como delatan las ruinas de la villa tardo-imperial de Los Quintanares, con sus treinta y dos cuidados mosaicos, su estatua de Saturno, su broncíneo señor, y demás elementos “menores”, como las tres columnas marmóreas reutilizadas para levantar la picota local.
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El templo de San Juan Bautista, s.XII, situado en las afueras del pueblo, entre los campos de labor, es de un románico muy peculiar en esta zona. Al menos su ábside y presbiterio, pues el resto fue reconstruido tardíamente. Un románico digno de cualquier circuito turístico-cultural, si pusieran empeño en restaurar los desperfectos, no muy numerosos ni muy difíciles de subsanar.
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Tan sólo habría que completar los arcos ciegos, de medio punto, de sus paños absidales, partiendo de los restos existentes, y eliminar el contrafuerte que afea el ábside cegando su ventana central. En caso de necesidad, dicho soporte podría ser sustituido por dos, más pequeños, a ambos lados del vano rescatado. De igual modo, se podrían rebajar levemente los contrafuertes laterales, para descubrir el remate de los arcos en su unión con el presbiterio.
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Es lamentable que se perdiera la portada principal, sita en su fachada oeste, puesto que la del sur, muy sencilla, hubo de ser secundaria. A tenor de lo conservado, no cabe duda que debiera contener un buen grupo de figuras simbólicas.
Originariamente contaba con dos columnas absidales, que dividían la cabecera en tres paños rematados con arquería de nueve arcos, sustentados por ménsulas y por las propias columnas, proporcionando una elegancia y originalidad de líneas que sugiere inspiración en aquella estética del “románico lombardo”.
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Como ya dijimos, parte de las nueve arquerías han desaparecido y de los tres ventanales, que tuvo en origen, el central permanece oculto por un gran contrafuerte. Sabemos que permanece ahí, porque los extremos de su chambrana asoman a cada lado. Una hermosa corona de canes soporta el alero, para completar la belleza y simbolismo del conjunto.
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Los capiteles, de las dos ventanas visibles, poseen temática vegetal: hojas y frutos trabajados con mano exquisita, diferentes en cada vano. Dos impostas recorren el ábside, señalando el arranque de las ventanas y sirviéndoles de cimacios. Al interior, reina igual elegancia de volúmenes, la cabecera se cubre con bóveda de horno y el presbiterio con cañón apuntado. El arco triunfal es también apuntado y descansa en dos columnas provistas de capiteles vegetales. Sin olvidar la pila bautismal, que algunos afirman ser visigoda o mozárabe.
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Estamos en presencia de un magnífico ejemplar románico, olvidado en mitad de los campos, en las afueras de un pueblo que, en la Edad Media, debió haber sido de cierta importancia, como refleja este edificio, en su serena, somnolienta, decadencia.
No obstante, es un lugar y un templo que, por muchos y buenos motivos, merecen ser visitados.
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Salud y fraternidad.

domingo, 22 de febrero de 2009

Carnestolendas y Antruejos románicos

Los Antruejos en el pueblo de Villanueva de Valrojo (Zamora), 5 de febrero de 1989
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"Nuestros predecesores, permitieron esta Fiesta. Vivamos como ellos y hagamos lo que ellos hicieron. No con seriedad, sino tan solo por juego y para divertirnos, siguiendo la antigua costumbre, a fin de que la locura que nos es natural y que parece nacida en nosotros desaparezca y se evada por ese canal, al menos una vez al año. Los toneles de vino estallarían si de vez en cuando no se les abriera la piquera para que penetrara el aire en ellos. Ahora bien, nosotros somos unos viejos toneles, que el vino de la Sabiduría haría estallar si lo dejásemos hervir de esa manera con una contínua devoción al servicio divino. Hay que airearlo y aflojarlo por temor a que se pierda y se desparrame sin beneficio alguno".
[Carta circular de la Facultad de Teología de París, fechada en marzo de 1444].
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En Villanueva de Valrojo (Zamora), todavía corretean los zarrones, moharrachos, destrozonas o botargas, a la sombra de la espadaña de su templo románico. Como tantas generaciones de mozos y mozas, desde el Medievo hasta aquí, van y vienen, del templo a la plaza, haciendo sonar los cencerros que agitan en sus espaldas, mientras perpetran mil trapacerías a los convecinos. Luego, se toman con ellos unas copitas de "orujo", en el único bar del pueblo. Los jóvenes, exultantes por sus hazañas, los viejos, nostálgicos por aquellos carnavales perdidos en la lejanía del tiempo.
Y a la postre, todos contentos, porque de un modo u otro, como sus antepasados románicos, han "aireado" el espíritu, antes de que un hervor demasiado concentrado hiciese estallar los "toneles del alma".
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Salud y fraternidad.

lunes, 9 de febrero de 2009

Románico “Cubista”...

Cada vez estamos más convencidos de que, en vez de hablar “del románico”, deberíamos hablar de “lo románico”. Pues no se trata de un arte completamente unitario, sino que en él caben toda una serie de variaciones, las cuales, sin apartarse del camino real, toman desviaciones y, a veces, atajos ciertamente sorprendentes cuando no increíbles.
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El templo de San Andrés, en Pedrosa de Tobalina (Burgos), fechado a fines del s.XII, es un buen ejemplo. Debió ser una originalísima obra de la que, por desgracia, sólo ha sobrevivido una ventana, empotrada en el ábside del edificio posterior que sustituyó al medieval.
Está enmarcada por una fronda vegetal con racimos, mientras que las impostas y la base del vano se enriquecen con diminuto ajedrezado.
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El capitel izquierdo, muestra una ornitosirena en lucha con un monstruo irreconocible. Ambos, muy esquemáticos, nos dan el tono para el resto de la ventana.
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En el capitel derecho, se aprecian unos seres indefinidos: ¿Ángeles? Pues parecen tener alas, pero no brazos, realizados con el mismo simplismo anterior.
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Los fustes de ambas columnas tienen sendos personajes: a la izquierda, un hombre que viste corta túnica, con pliegues apenas apuntados, sostiene algo en la mano. La “economía” de formas llega a representarlo sin cabellos y con el rostro esquemáticamente insinuado. Para algunos, se trataría de san José, aunque otros apuntan hacia una adoración de los magos, aunque mejor habría que decir “del mago”, pues solo existe éste.
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A la derecha, en fin, aparece la Virgen mostrando en su mano izquierda una flor de lis, mientras en el brazo izquierdo sostiene al Niño que bendice a sus fieles. Se trata de un conjunto único, obra de un cantero del que no se conocen otros ejemplos. Las figuras son dolorosamente esquemáticas, sin ninguna concesión al detalle, “minimalistas”.
¿Pero su estilo, responde al candor e ingenuidad propios de un artista popular, o es algo buscado? ¿Se trata de un artista torpe o de un visionario?
El conjunto, de tan primitivo resulta “moderno”, casi “cubista”.
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Salud y fraternidad.

domingo, 1 de febrero de 2009

Imbolc y Amburbale: “Festa Candelarum”.

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“De los santos de febrero, santa Brígida el primero, el segundo Candelero, el tercero san Blas, santa Águeda, dos más”.
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El primero de febrero, los pueblos celtas, celebraban el Imbolc, en honor a la Diosa Madre Brigit, que en la Galia era conocida como Brigind y en Britania como Brigantia. Se dice que tiene dos hermanas, Brigit la sanadora y Brigit la herrera, por eso fue representada como diosa de rostro triple. Sus animales totémicos son dos bueyes mágicos, Fea y Feimhean, así como un verraco salvaje, Torc Triath.
Es la fiesta de la fertilidad, simbolizada por el fuego de Kildare, mantenido por nueve druidesas sobre la colina de Sidh. El soplo de éstas hace hervir el caldero, donde se cuece el filtro que repara las fuerzas de la Naturaleza adormecida, las cuales, bajo la influencia de la luz creciente, propician la unión de la Tierra Madre y del Sol para reanimar la vida, preparando la multiplicación del ganado y las abundantes cosechas del solsticio de verano.
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Retablo de Nuestra Señora de Candelaria, Virgen Negra de las Islas Canarias, s.XVI. Templo de Santa Úrsula, Adeje (Tenerife).
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La Diosa Madre Brigit, “la ensalzada”, hija de Dagda, el druida de los dioses, es patrona de bardos, herreros, médicos y parturientas. Cuando la nueva religión llegó a Irlanda, Brigit, fue sincretizada como santa Brigit y en otros lugares como Brígida, pero su hagiografía conservó numerosos elementos simbólicos de la divinidad original que suplantaba. En Irlanda, una cabeza triple de la diosa celta, fue empotrada en un templo cristiano y canonizada popularmente como santa Bride de Knockbridge. Y por diversos puntos de la geografía europea siguen celebrando a Brígida-Brigit, como en el celtíbero pueblo de Fuentepiñel (Segovia), donde todavía los vecinos hacen hogueras junto a la ermita románica y a su calor convidan con café, pastas, y vino, a cuantos quieran acompañarles. O en Villanueva de Odra (Burgos), donde hacían lo mismo en otra ermita románica y algunos se disfrazaban como “diablos”, animales o genios de los bosques para “espantar las tinieblas del invierno y llamar a la primavera”.
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La voz “Candelaria” proviene del latín Festa Candelarum, fiesta de las candelas, cuyo origen se sitúa en Oriente hacia el s.IV, que la nueva religión celebra el 2 de febrero, pues según su mitología se conmemora con ello la Presentación del Niño Jesús en el Templo y la Purificación de la Nuestra Señora, según el rito hebreo del que deriva el cristianismo. El nombre proviene de los cirios o candelas bendecidos al principio del oficio religioso, en teoría para recordar al Cristo como “la luz de las naciones”.
Introducida en occidente hacia el s.VII, la fiesta relegó a un segundo plano la figura de Jesús para centrarse en la de Nuestra Señora. Y ello por un motivo muy simple, porque dicha fiesta se introdujo para sustituir unas celebraciones que la Antigua Religión realizaba en tales fechas, desde oriente hasta occidente. Las Amburbale, de origen grecorromano con raíces orientales.
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Las Amburbale, del latín amburo (quemar alrededor), se celebraban en honor de Ceres, la Madre Tierra fecunda. Los participantes iban en procesión desde Atenas a Eleusis, portando antorchas, y en Roma era la imagen de Ceres quien sujetaba en su mano una antorcha. ¡Una candela!
Es la propia Iglesia quien reconoce, tímidamente, este sincretismo, al afirmar que la procesión y utilización de “candelas” en la Candelaria, tiene un carácter “penitencial” como reparación por las “orgías” celebradas durante las Amburbale. E implícitamente, admite que la importancia del símbolo “fuego”, “luz”, “candela”, se materializó al incorporar una vela en la mano de Nuestra Señora, a semejanza de aquella antorcha que Ceres tenía en la suya. Porque la utilización de candelas no deriva de sus textos mitológicos, sólo san Lucas cita el rito hebraico de la Purificación y en ningún momento de la ceremonia aparecen cirios o candelas. No obstante, Europa llenó sus templos románicos de imágenes de la Candelaria con una vela verde en la mano...
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Las fiestas del Imbolc, como las Amburbale, fueron sincretizadas por la nueva religión mediante las celebraciones consecutivas de santa Brígida, la Candelaria, san Blas y santa Águeda, por lo que resultó un sincretismo confuso, siempre a remolque de las manifestaciones populares. La Iglesia asumió este sincretismo y le dio contenido teológico, en aras de un mayor control del “ganado” que pastoreaba, tan sólo cuando comprobó que el pueblo había realizado el acto sincrético a la inversa. Es decir, que había aceptado el cambio de “titularidad” para la fiesta, pero conservando los elementos simbólicos de la antigua celebración: hogueras, velas, alimentos, bailes, disfraces, cencerros...
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Salud y fraternidad.