Entre los siglos X a XII, la localidad de Boi fue cabecera administrativa y religiosa del valle de su nombre. Para tender las necesidades espirituales de sus gentes, se alzó el templo de Sant Joan, ejemplar que ha llegado hasta nosotros en su versión del s.XI. Por suerte, las remodelaciones posteriores no fueron tan radicales como en otros lugares, y el único añadido posterior, reconocible, es la torre de fines del s.XII. Aunque la última planta del campanario, es reconstrucción tardía sin relación con el estilo original.
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Su estructura es de tres ábsides curvos, menores los laterales, y tres naves también desiguales. Al estar su planta adaptada a las condiciones del terreno sobre el que fue edificado, una ladera rocosa, resulta algo irregular, aunque en alzado apenas se distinguiría, si no fuese por el ábside central. Resultó arruinado en algún momento, pero al repararlo no se reconstruyó, sino que se cerró con un muro plano.
El conjunto, armonioso a pesar de todo, parece ser continuación del seno pétreo la montaña, semejando la caverna en que, un feroz dragón, custodia su tesoro...
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Ya en su portada, al norte, podemos apreciar una pequeña muestra de las joyas que nuestro dragón guardaba en su interior. Se trata de un hecho insólito, pero el muro sobre la sencilla portada conserva un fresco románico que, originalmente, estuvo protegido por un porche de madera (ahora ha sido sustituido por un “adefesio”, post-moderno, de metal). Para encontrar algún paralelo a este mural, como ejemplo de conservación, hay que trasladarse a los templos monasteriales ortodoxos de Europa del este.
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El conjunto, se elabora como “arquitectura pictórica”. Unas franjas geométricas, a modo de alfiz, enmarcan la puerta, y otra, a semejanza de arquivolta, corona el arco. Esta última, destaca por los numerosos “tetraskeles” que, a modo de “molinetes” de colores contrapuestos, parecen girar en todos los sentidos. En la franja superior, una inscripción que ya resulta ilegible, explicaba el significado de la escena.
El centro estaría ocupado por el Agnus Dei, sobrepuesto a un primitivo crismón, todo ello sujeto por cuatro ángeles “observados” por el Sol y la Luna. Debajo, unos personajes sagrados, pues llevan aureola, están en diversas actitudes: con un libro en las manos, en coloquio. ¿Apóstoles, profetas, clérigos?
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Acceder a su interior, es penetrar en la cueva del dragón Fafnir, una vez que Sigurd le hubo robado su botín, abandonando dispersas las pocas joyas que no pudo cargar. Sobre los muros blanquecinos, quedan restos de franjas vegetales, fragmentos de animales fantásticos, jirones de escenas religiosas y laicas. Tan sólo con imaginar, como sería el templo cuando sus pinturas estuviesen completas, se estremece nuestro espíritu.
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Entrar aquí, en los siglos de su esplendor, sería como entrar en las páginas de un “Bestiario”. Creyentes o no, habríamos de quedar anonadados, por la “santa simplicidad” de su estética, por el “sincretismo pagano” del mensaje simbólico, por la irrealidad espiritual de los personajes sagrados y la carnalidad natural de la humanidad profana. Algo queda de aquella profusión icónica, algo puede ser intuido, algo puede ser saboreado.
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Muro norte, malabaristas y músico.
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El mundo profano, no estaba excluido del recinto sagrado, como quieren algunos autores que solo saben ver, en todas partes, abominación, pecado y castigo infernal.
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Muro sur, escena áulica, cetrero con dos aves de presa.
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Su estructura es de tres ábsides curvos, menores los laterales, y tres naves también desiguales. Al estar su planta adaptada a las condiciones del terreno sobre el que fue edificado, una ladera rocosa, resulta algo irregular, aunque en alzado apenas se distinguiría, si no fuese por el ábside central. Resultó arruinado en algún momento, pero al repararlo no se reconstruyó, sino que se cerró con un muro plano.
El conjunto, armonioso a pesar de todo, parece ser continuación del seno pétreo la montaña, semejando la caverna en que, un feroz dragón, custodia su tesoro...
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Ya en su portada, al norte, podemos apreciar una pequeña muestra de las joyas que nuestro dragón guardaba en su interior. Se trata de un hecho insólito, pero el muro sobre la sencilla portada conserva un fresco románico que, originalmente, estuvo protegido por un porche de madera (ahora ha sido sustituido por un “adefesio”, post-moderno, de metal). Para encontrar algún paralelo a este mural, como ejemplo de conservación, hay que trasladarse a los templos monasteriales ortodoxos de Europa del este.
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El conjunto, se elabora como “arquitectura pictórica”. Unas franjas geométricas, a modo de alfiz, enmarcan la puerta, y otra, a semejanza de arquivolta, corona el arco. Esta última, destaca por los numerosos “tetraskeles” que, a modo de “molinetes” de colores contrapuestos, parecen girar en todos los sentidos. En la franja superior, una inscripción que ya resulta ilegible, explicaba el significado de la escena.
El centro estaría ocupado por el Agnus Dei, sobrepuesto a un primitivo crismón, todo ello sujeto por cuatro ángeles “observados” por el Sol y la Luna. Debajo, unos personajes sagrados, pues llevan aureola, están en diversas actitudes: con un libro en las manos, en coloquio. ¿Apóstoles, profetas, clérigos?
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Acceder a su interior, es penetrar en la cueva del dragón Fafnir, una vez que Sigurd le hubo robado su botín, abandonando dispersas las pocas joyas que no pudo cargar. Sobre los muros blanquecinos, quedan restos de franjas vegetales, fragmentos de animales fantásticos, jirones de escenas religiosas y laicas. Tan sólo con imaginar, como sería el templo cuando sus pinturas estuviesen completas, se estremece nuestro espíritu.
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Entrar aquí, en los siglos de su esplendor, sería como entrar en las páginas de un “Bestiario”. Creyentes o no, habríamos de quedar anonadados, por la “santa simplicidad” de su estética, por el “sincretismo pagano” del mensaje simbólico, por la irrealidad espiritual de los personajes sagrados y la carnalidad natural de la humanidad profana. Algo queda de aquella profusión icónica, algo puede ser intuido, algo puede ser saboreado.
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Muro norte, malabaristas y músico.
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El mundo profano, no estaba excluido del recinto sagrado, como quieren algunos autores que solo saben ver, en todas partes, abominación, pecado y castigo infernal.
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Muro sur, escena áulica, cetrero con dos aves de presa.
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Ejemplo de escena edificante, muestra el sacrificio del discípulo fiel, que se entrega al martirio para afirmar la fortaleza de su fe.
Otro personaje sagrado, que todavía pueden ser identificado, es un san Felipe, apóstol, además hay varios santos irreconocibles, y una escena relacionada con Abraham.
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Ejemplo de escena edificante, muestra el sacrificio del discípulo fiel, que se entrega al martirio para afirmar la fortaleza de su fe.
Otro personaje sagrado, que todavía pueden ser identificado, es un san Felipe, apóstol, además hay varios santos irreconocibles, y una escena relacionada con Abraham.
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La hidra, “Bestia de las Siete Cabezas”, del Apocalipsis (13, 1) (Foto cortesía de Cabestany, románicocatalán.com).
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Esta monstruosa hidra es el más impresionante ejemplo, del “Bestiario” de Boí:
“Vi surgir del mar una Bestia que tenía diez cuernos y siete cabezas, y en sus cuernos diez diademas y en sus cabezas títulos blasfemos... ¡Aquí se requiere sabiduría! Que el inteligente calcule la cifra de la Bestia; pues se trata de la cifra de un hombre. Su cifra es 666”.
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Esta monstruosa hidra es el más impresionante ejemplo, del “Bestiario” de Boí:
“Vi surgir del mar una Bestia que tenía diez cuernos y siete cabezas, y en sus cuernos diez diademas y en sus cabezas títulos blasfemos... ¡Aquí se requiere sabiduría! Que el inteligente calcule la cifra de la Bestia; pues se trata de la cifra de un hombre. Su cifra es 666”.
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Muro sur, bestia apocalíptica, ¿manticora?
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Símbolo de la astuta ferocidad del “Maligno” que, fingiendo, engaña al alma humana al disfrazar los actos pecaminosos como algo atractivo y apetecible.
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Símbolo de la astuta ferocidad del “Maligno” que, fingiendo, engaña al alma humana al disfrazar los actos pecaminosos como algo atractivo y apetecible.
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Tímpano interior, portada norte.
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Símbolo de la vigilancia, dice san Ambrosio: “El gallo despierta al dormido, incita al creyente para levantarse a rezar, hace huir a los ladrones, tranquiliza al viajero extraviado, renueva las esperanzas y hace revivir la fe, recordando el renunciamiento de san Pedro”. Añade Prudencio: “el gallo, ave mensajera del día, símbolo de Cristo, despierta a los hombres del sopor nocturno, signo del pecado y de la muerte, los libra de los pensamientos malos y los invita a la oración y el trabajo”.
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Símbolo de la vigilancia, dice san Ambrosio: “El gallo despierta al dormido, incita al creyente para levantarse a rezar, hace huir a los ladrones, tranquiliza al viajero extraviado, renueva las esperanzas y hace revivir la fe, recordando el renunciamiento de san Pedro”. Añade Prudencio: “el gallo, ave mensajera del día, símbolo de Cristo, despierta a los hombres del sopor nocturno, signo del pecado y de la muerte, los libra de los pensamientos malos y los invita a la oración y el trabajo”.
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Muro norte, camello.
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El modesto camello, como símbolo de la humildad, la obediencia y la previsión.
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El modesto camello, como símbolo de la humildad, la obediencia y la previsión.
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Arquería norte, animal del bestiario: OSNE, ¿onagro?
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El onagro o asno salvaje, es símbolo de la libertad y la fuerza. En el Génesis, el Ángel de Yahvé habla con Agar: “Mira que has concebido y darás a luz un hijo, al que llamarás Ismael, porque Yahvé ha oído tu aflicción. Será un onagro humano”; con esto le indica el carácter de sus descendientes, los árabes del desierto, independientes y vagabundos como el onagro. Según los bestiarios, adivina la llegada del equinoccio y rebuzna doce veces, por la mañana y por la noche, para anunciarlo.
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El onagro o asno salvaje, es símbolo de la libertad y la fuerza. En el Génesis, el Ángel de Yahvé habla con Agar: “Mira que has concebido y darás a luz un hijo, al que llamarás Ismael, porque Yahvé ha oído tu aflicción. Será un onagro humano”; con esto le indica el carácter de sus descendientes, los árabes del desierto, independientes y vagabundos como el onagro. Según los bestiarios, adivina la llegada del equinoccio y rebuzna doce veces, por la mañana y por la noche, para anunciarlo.
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Arquería norte, animal del bestiario, elefante: LIFAN. El artista no conocía bien este animal, puesto que le puso "cuernos" en lugar de colmillos.
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Simboliza la longevidad y la fidelidad, también la espiritualidad natural, pues se cuenta que los elefantes adoran al Sol y la Luna, como manifestaciones divinas. A semejanza del unicornio, se deja vencer por la virginal castidad. Cuentan los bestiarios que, para cazarlo bastan dos vírgenes marchando desnudas al desierto, tan solo con una espada y un cántaro. Cuando acude el elefante, reconoce su inocencia virginal y lame sus senos hasta caer adormecido. Entonces una le clava su espada, y la otra recoge la sangre en su cántaro, así queda tan débil que puede ser apresado por los cazadores. Y añaden: “simboliza esta imagen la sangre de Cristo, derramada de su costado, que fue derramada por una muchacha, la Sinagoga, y fue recogida en una copa por otra, la Iglesia”.
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Simboliza la longevidad y la fidelidad, también la espiritualidad natural, pues se cuenta que los elefantes adoran al Sol y la Luna, como manifestaciones divinas. A semejanza del unicornio, se deja vencer por la virginal castidad. Cuentan los bestiarios que, para cazarlo bastan dos vírgenes marchando desnudas al desierto, tan solo con una espada y un cántaro. Cuando acude el elefante, reconoce su inocencia virginal y lame sus senos hasta caer adormecido. Entonces una le clava su espada, y la otra recoge la sangre en su cántaro, así queda tan débil que puede ser apresado por los cazadores. Y añaden: “simboliza esta imagen la sangre de Cristo, derramada de su costado, que fue derramada por una muchacha, la Sinagoga, y fue recogida en una copa por otra, la Iglesia”.
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Arquería norte, animal del bestiario, grifo.
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“No, no duerme ni dormita el guardián de Israel. Yahvé es tu guardián” Salmo 121, 4. Así el bestiario compara al león y al grifo con Yahvé como custodio de la humanidad. El grifo era, por tanto, considerado como guardián de tesoros, tumbas, y del paradisíaco Árbol de la Vida. Con las uñas de estas bestias se hacen vasos para beber, porque tienen el poder a anular el veneno. El Preste Juan, dice en sus cartas al papa: “Sabed igualmente que tenemos aves que se llaman grifos, y que son capaces de llevar a su nido un buey o un caballo, para dar de comer a sus polluelos... Sabed también que el mar de Arayne, muy violento y terrible, ningún hombre puede cruzarlo salvo nosotros, pues nos hacemos transportar por nuestros grifos amaestrados”. Por su doble naturaleza, terrestre y aérea, es símbolo de Cristo como guardián del tesoro de la creación.
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“No, no duerme ni dormita el guardián de Israel. Yahvé es tu guardián” Salmo 121, 4. Así el bestiario compara al león y al grifo con Yahvé como custodio de la humanidad. El grifo era, por tanto, considerado como guardián de tesoros, tumbas, y del paradisíaco Árbol de la Vida. Con las uñas de estas bestias se hacen vasos para beber, porque tienen el poder a anular el veneno. El Preste Juan, dice en sus cartas al papa: “Sabed igualmente que tenemos aves que se llaman grifos, y que son capaces de llevar a su nido un buey o un caballo, para dar de comer a sus polluelos... Sabed también que el mar de Arayne, muy violento y terrible, ningún hombre puede cruzarlo salvo nosotros, pues nos hacemos transportar por nuestros grifos amaestrados”. Por su doble naturaleza, terrestre y aérea, es símbolo de Cristo como guardián del tesoro de la creación.
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Arquería norte, animal del bestiario: MAGI, ¿rémora?
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Arquería norte, animal del bestiario: CARCOLITI, ¿lobo?
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Simbolismo del Diablo y sus obras, se decía que la mirada del lobo poseía, como el basilisco, el poder de aojar, “es así, que si mira a un hombre, antes que este lo vea, el hombre pierde momentáneamente el habla. Pero si es el hombre, quien primero mira al lobo, el animal pierde su fuerza”. Por eso dice un Bestiario Toscano: “Así como el hombre quita la fuerza al lobo, cuando se lo encuentra antes que el lobo lo vea, así le ocurre al hombre, que quita su fuerza al Diablo cuando sabe guardarse de sus engaños y de sus falsos ingenios”.
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Simbolismo del Diablo y sus obras, se decía que la mirada del lobo poseía, como el basilisco, el poder de aojar, “es así, que si mira a un hombre, antes que este lo vea, el hombre pierde momentáneamente el habla. Pero si es el hombre, quien primero mira al lobo, el animal pierde su fuerza”. Por eso dice un Bestiario Toscano: “Así como el hombre quita la fuerza al lobo, cuando se lo encuentra antes que el lobo lo vea, así le ocurre al hombre, que quita su fuerza al Diablo cuando sabe guardarse de sus engaños y de sus falsos ingenios”.
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El fascinante mundo mitológico de este templo, se completaba con numerosas bestias, cuyos nombres ya se han olvidado, pero que subyugan nuestra imaginación.
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Arquería sur, animal del bestiario, monstruo desconocido.
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Algunas otras bestias, pueblan todavía los arcos y rincones del templo, dando cuenta del magnífico “libro pintado” que hubo aquí en el medievo, maravillas asombrosas para nuestros ojos, que el tiempo y la incuria humana nos han privado de contemplar. Los que todavía podemos ver, son fieles copias de los originales, ahora conservados en el MNAC en Barcelona.
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Salud y fraternidad.
Arquería sur, animal del bestiario, monstruo desconocido.
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Algunas otras bestias, pueblan todavía los arcos y rincones del templo, dando cuenta del magnífico “libro pintado” que hubo aquí en el medievo, maravillas asombrosas para nuestros ojos, que el tiempo y la incuria humana nos han privado de contemplar. Los que todavía podemos ver, son fieles copias de los originales, ahora conservados en el MNAC en Barcelona.
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Salud y fraternidad.