En la falda del boscoso Monte Pajariel, cruzado el río Boeza, se recuesta el berciano pueblecito del Otero de Vizbayo (León), hoy cambiado su “apellido” por Otero “de Ponferrada”, ciudad que se divisa a un tiro de piedra.
Topónimo latino, “otero” deriva de “altarium” = colina o lugar alto; “vizbayo” viene de “bis” = dos, y “vadum” = vado, paso de un río. Así estaríamos ante “El otero de los dos vados”, pero recordemos que “altarium” es también el lugar donde la Antigua Religión colocaba las “aras”, altares, de ahí la prohibición bíblica, seguida al pie de la letra por la nueva religión: “Suprimiréis todos los lugares donde los pueblos que vais a desalojar han dado culto a sus dioses, en las altas montañas, en las colinas, y bajo todo árbol frondoso: demoleréis sus altares, romperéis sus estelas, cortaréis sus cipos, prenderéis fuego a las esculturas de sus dioses y suprimiréis su nombre de ese lugar” (Deuteronomio, 12, 2-3).
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Sobre el ancestral lugar de culto, celta y romano, se alzó un templo cuyas primeras referencias son del 909, ampliado a fines del s.XI. Nombrado Santa María de Vizbayo, ahora es capilla del cementerio local. Su estilo es de transición entre lo mozárabe y lo románico, a base de mampostería de pizarra, sillarejo y cantos rodados, con sillares en las partes nobles. Por desgracia sufrió reformas en los ss.XVII y XVIII, cuando se añadió la espadaña y el pórtico, perdiendo entonces la esculturada portada sur. En 1916 se hundieron las bóvedas de presbiterio y ábside, en cuya chapucera reconstrucción desaparecieron los canecillos románicos esculturados -excepto dos-. A pesar de todo, desde 1982 está declarado Monumento Histórico Artístico Nacional.
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La portada superviviente, al norte, con arco de ligera herradura, muestra una sencilla arquivolta de ajedrezado jaqués, que continúa en las impostas. El tímpano, liso, embutido de mala manera, la ausencia de tejaroz, todo da la impresión de una estructura que ha sido desmontada y vuelta a montar de cualquier modo.
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En el ábside se encuentra el detalle más bello del templo, sobre una gruesa imposta de ajedrezado y bolas –también con aspecto de haber sido recolocadas sus piezas-, se abre una ventana ajimezada, con señales de “retoques” tardíos en sus elementos, tales como la ampliación de los pequeños vanos laterales.
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Bajo un amplio arco, se cobijan dos arquillos de herradura, cuyo parteluz es una corta columna con capitel, en cuyas esquinas hay esquemáticas cabezas de pájaros y una especie de vegetales entre medias; su basa de garras, sogueada, es típica de lo mozárabe. Todo de un simbolismo, apenas apuntado, muy sugerente.
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Al interior, impropio de un Monumento Histórico Artístico Nacional, es imposible apreciar la ventana pues ha sido cubierta con una “vidriera de diseño”, sin embargo se nota bastante bien donde apoyaban las bóvedas primitivas y la chapuza realizada al sustituirlas.
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Topónimo latino, “otero” deriva de “altarium” = colina o lugar alto; “vizbayo” viene de “bis” = dos, y “vadum” = vado, paso de un río. Así estaríamos ante “El otero de los dos vados”, pero recordemos que “altarium” es también el lugar donde la Antigua Religión colocaba las “aras”, altares, de ahí la prohibición bíblica, seguida al pie de la letra por la nueva religión: “Suprimiréis todos los lugares donde los pueblos que vais a desalojar han dado culto a sus dioses, en las altas montañas, en las colinas, y bajo todo árbol frondoso: demoleréis sus altares, romperéis sus estelas, cortaréis sus cipos, prenderéis fuego a las esculturas de sus dioses y suprimiréis su nombre de ese lugar” (Deuteronomio, 12, 2-3).
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Sobre el ancestral lugar de culto, celta y romano, se alzó un templo cuyas primeras referencias son del 909, ampliado a fines del s.XI. Nombrado Santa María de Vizbayo, ahora es capilla del cementerio local. Su estilo es de transición entre lo mozárabe y lo románico, a base de mampostería de pizarra, sillarejo y cantos rodados, con sillares en las partes nobles. Por desgracia sufrió reformas en los ss.XVII y XVIII, cuando se añadió la espadaña y el pórtico, perdiendo entonces la esculturada portada sur. En 1916 se hundieron las bóvedas de presbiterio y ábside, en cuya chapucera reconstrucción desaparecieron los canecillos románicos esculturados -excepto dos-. A pesar de todo, desde 1982 está declarado Monumento Histórico Artístico Nacional.
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La portada superviviente, al norte, con arco de ligera herradura, muestra una sencilla arquivolta de ajedrezado jaqués, que continúa en las impostas. El tímpano, liso, embutido de mala manera, la ausencia de tejaroz, todo da la impresión de una estructura que ha sido desmontada y vuelta a montar de cualquier modo.
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En el ábside se encuentra el detalle más bello del templo, sobre una gruesa imposta de ajedrezado y bolas –también con aspecto de haber sido recolocadas sus piezas-, se abre una ventana ajimezada, con señales de “retoques” tardíos en sus elementos, tales como la ampliación de los pequeños vanos laterales.
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Bajo un amplio arco, se cobijan dos arquillos de herradura, cuyo parteluz es una corta columna con capitel, en cuyas esquinas hay esquemáticas cabezas de pájaros y una especie de vegetales entre medias; su basa de garras, sogueada, es típica de lo mozárabe. Todo de un simbolismo, apenas apuntado, muy sugerente.
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Al interior, impropio de un Monumento Histórico Artístico Nacional, es imposible apreciar la ventana pues ha sido cubierta con una “vidriera de diseño”, sin embargo se nota bastante bien donde apoyaban las bóvedas primitivas y la chapuza realizada al sustituirlas.
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En ambos laterales del ábside, a nivel del suelo, bajo una imposta similar a la exterior -también en los “retoques”- que recorre el cilindro absidal, hay sendas credencias con arcos de ligera herradura cobijando “esculturas” de santos.
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A cada lado de unión entre presbiterio y ábside, en el arranque de las bóveda, hay una ménsula con aparejadas cabezas de caballo, que no sabemos si serían el sustento de los nervios para la bóveda original, o un “apaño” tras la reconstrucción.
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En el lado sur del presbiterio, sobresale la imagen de un soldado romano al que acompaña un ciervo. Se trata de un general del emperador Trajano, llamado Placidus, el cual, estando de caza, acorraló un ciervo entre cuyas astas se le apareció el Nazareno que le instó al bautismo. Así lo hizo y recibió el nombre de Eustaquio, pero por hacerse cristiano el emperador mandó encerrarlo en un toro de bronce, bajo el que se encendió una hoguera. Por su milagroso encuentro, este mártir (188 d.C.), fue elegido patrón de los cazadores.
Bueno será recordar que, en la religión celta, los ciervos son animales guía, que conducen los héroes hasta el otro mundo. Algunas divinidades celtíberas, como Cernunnos, tienen cuernos de ciervo, emblema de fertilidad y regeneración, si además lleva una serpiente es portador del conocimiento oculto de la Madre Tierra.
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Bueno será recordar que, en la religión celta, los ciervos son animales guía, que conducen los héroes hasta el otro mundo. Algunas divinidades celtíberas, como Cernunnos, tienen cuernos de ciervo, emblema de fertilidad y regeneración, si además lleva una serpiente es portador del conocimiento oculto de la Madre Tierra.
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Recuerdan los viejos del lugar que aquí, cada 15 de agosto, se celebraba una romería popular en honor de Nuestra Señora del Vizbayo, en la que los alimentos típicos de la merienda eran el melón y la sandía, hasta el punto que existían dos “bandos” amigables entre los romeros, el de quienes denominaban el festejo como “Romería del Melón”, por ser este el fruto que aportaban al banquete comunal, y quienes lo nombraban “Romería de la Sandía”, por aportar ellos este otro alimento. Según nos contó una anciana, en agosto de 1981, existía, también, un fraternal pique entre los miembros de cada “facción”, por ver quien entregaba a la mesa común el melón y la sandía más grande, con la gracia pícara, añadida, de que tales ejemplares habían de ser “bautizados”, a espaldas del párroco, en la pila bautismal.
Tradición ésta, la ofrenda de los mejores frutos de la tierra, con su banquete tribal y su “bautismo” ritual, que evoca tiempos más lejanos y divinidades más antiguas. ¿Quizá con cuernos de ciervo...?
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Salud y fraternidad.
Tradición ésta, la ofrenda de los mejores frutos de la tierra, con su banquete tribal y su “bautismo” ritual, que evoca tiempos más lejanos y divinidades más antiguas. ¿Quizá con cuernos de ciervo...?
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Salud y fraternidad.