Templo de San Pantaleón, sobre la Peña Colorada, en el Valle de Losa (Burgos).
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Desde siempre, los seres humanos han relacionado los lugares elevados, peñascos, cerros, montes, con la sacralidad. Subir a un alto para invocar la divinidad, o situar en el un santuario donde adorarla, es elegir un lugar especial en que relacionarse espiritualmente con lo trascendente. Los dioses griegos, viven en el Monte Olimpo; el dios de Israel, hace su alianza en el Monte Sinaí; el paraíso hindú, donde habita el dios Indra, está en el Monte Meru; los pueblos celtas, tenían dioses específicos para determinadas montañas, como el celtíbero Júpiter Ladico en Galicia; etc.
En dicho lugar, se establece una corriente particular entre el cielo y la tierra. Al ser el lugar más elevado, sobre el común cotidiano, se queda situado por encima de lo terreno. Pero sin dejar de estar unido a la Madre Tierra. Aquí se obtiene lo mejor de ambos mundos, la Diosa Madre capta mediante estas alturas la energía cósmica, celeste, divina, de la que se nutre, y con la que nutre a sus criaturas al tiempo que emana su propia energía telúrica.
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Templo de San Pantaleón, s.XII-XIII, levantado sobre un castro de los celtas Autrigones..
En el valle de Losa, sobre la Peña Colorada, se levanta el templo de San Pantaleón, donde se veneraban las reliquias de dicho santo con gran concurrencia de peregrinos. Edificado a comienzos del s.XII, sobre un castro céltico, romanizado, de los Autrigones, resultó arruinado a fines de dicho siglo y fue reconstruido de inmediato, utilizando los elementos más sobresalientes rescatados del templo románico. En fecha tardía se le añadió una nave gótica, al norte, y el baldaquín para el sepulcro del santo. Consagrado por el obispo de Burgos, Don García Martínez de Contreras, en 1207, su fama continuó en alza. Todavía, en 1535, era Casa Prioral de la Encomienda de Vallejo perteneciente a la Orden de San Juan de jerusalén. ¿Había sido antes de la Orden del Temple, como el cercano templo de Siones?
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La forma inclinada, del emplazamiento, condicionó la estructura del templo, con desniveles salvados por tramos de escalinatas. En el ábside, destaca la roca madre que aflora junto al altar. .
Un monje del s.XII, peregrino irlandés, narra ya el milagro cíclico que cada año se producía en este templo: la sangre del santo, conservada en una ampolla, se licuaba y volvía a coagularse. De aquí, a relacionar este enclave con el ciclo artúrico del Grial había un paso, que la voz popular de trovadores y juglares dio rápidamente. Lo cual, salvando el lapso temporal, entronca la tradición celtíbera autóctona con las sagas céltico bretonas. ¿Por casualidad? El prodigio sucedía cada 26 de julio, víspera de su martirio, cuando se retrasaba o no sucedía era un mal presagio sobre grandes desgracias para la humanidad. [Desde 1616, la mítica reliquia se encuentra en el Monasterio de la Encarnación, de Madrid, al que fue donado por el virrey de Nápoles].
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Portada oeste, con los enigmáticos símbolos del "hombre del saco" y el "zig-zag".
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Según la mitología cristiana, san Pantaleón: “el que se compadece de todos”, nació en Nicomedia (Turquía) y llegó a médico del emperador romano Valerio Maximiano. Convertido a la nueva fe, su más famoso milagro sucedió cuando encontró a cierto joven, muerto por una serpiente venenosa. El médico pronunció el nombre del Cristo, entonces el joven resucitó y la serpiente murió, tal como aparece en tres capiteles del templo. Durante la persecución de Diocleciano, como le pidieran que sacrificase a los dioses del Estado romano y el se negara, fue condenado a muerte. Se intentó martirizarlo de seis modos: con fuego, plomo fundido, ahogamiento, devorado por fieras, en la rueda, y ensartado por la espada. Pero no fue hasta el séptimo intento que entregó su alma, el 27 de julio del 305. Murió decapitado y, dicen, junto con la sangre de sus venas brotó leche. Y estos líquidos, hicieron reverdecer un envejecido olivo...
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Ventana absidal, en sus arquivoltas los extraños personajes "prisioneros" de la piedra. ¿O son, los que viven en la piedra? .
Arquivolta de la enigmática portada oeste, uno de los extraños "emparedados"... ¿Son los genios que viven en la piedra? ¿Los espíritus del monte?
. Las esculturas del templo mezclan dos líneas simbólicas, una hace referencia al martirio del santo, la otra... La cariátide del “hombre del saco”, dicen unos que es san Pantaleón llevando medicinas; para otros es Noé, y los capiteles representan el Diluvio, que inicia un nuevo ciclo humano. ¿Al otro lado, falta la escultura compañera, la mujer de Noé? Detrás de ella un zig-zag ¿el agua o un rayo? ¿Y esos personajes “prisioneros de la piedra”, en las arquivoltas de la portada y de las ventanas?
Unos capiteles parecen hacer alusión al martirio de San Pantaleón, aunque con sospechoso parecido temático con la caldera del dios Lug. Otros, aluden al milagro del resucitado y la serpiente, un reptil que adopta forma de “ouróboros”, acompañada de misteriosos frutos. Otros, en fin, contienen inquietantes personajes de oscuro simbolismo.
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Capitel de ventana, un monstruo vampírico devora una columna. .
Capitel de ventana, un personaje que muestra sus grandes manos mientras se tapa la boca... .
El simbolismo de este templo, es tan complejo que haría falta todo un libro para desarrollarlo. Sin embargo, nos habla con claridad en sus aspectos básicos. Está sobre una montaña sagrada; continúa el culto de un santuario céltico; el santo elegido para sincretizar el lugar está relacionado con la "sangre sagrada" y la "leche cósmica" -recordemos la Vía Láctea-, ambos líquidos vitales y revitalizadores; se asocia al renacer de la naturaleza, vegetal, pues su sangre hace reverdecer un olivo; su mitología lo relaciona con el ciclo del Grial, y la Orden del Temple no está lejos...
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El Dios de la montaña, vigila el lugar sagrado.
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Al pie del farallón rocoso, por su espalda, una curiosa roca con forma de rostro mira hacia el santuario y nos observa. ¿Formación geológica natural, o resto de un culto primitivo a la divinidad celta del monte? ¿Qué Diosa Madre, o Dios Padre, veneraban aquí los Autrigones?
Descendemos el empinado camino, con una extraña sensación. ¿Hemos realizado un ascenso sagrado-iniciático, para empaparnos de energía telúrica? ¿O un camino penitencial, para purificar nuestros espíritus? Pero, ¿es que acaso no se trata de lo mismo? En cualquier caso, regresamos llenos de vitalidad.
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Salud y fraternidad.