Aramil (Siero). San Esteban de los Caballeros. Citado
en 1240.
La arquitectura románica asturiana, salida de lo que
podríamos calificar como “taller de Villaviciosa”, se caracteriza por ciertos
curiosos elementos, que determina un grupo específico dentro del románico
ibérico, pero que no está relacionado con el resto del románico peninsular sino
con el de la Europa atlántica. Nos referimos a las “cabezas de pico” o “cabezas
rostradas”, en inglés “beak-heads”.
Se comprueba su presencia en aquellos territorios por
los que la conquista normanda expandió su cultura, partiendo de la Normandía
francesa: Britania, Irlanda, Sicilia, Apulia, Portugal y Asturias. Los países
donde se conservan más ejemplos, son Inglaterra, Irlanda y Francia, y su
influencia penetró en nuestra península a través de los contactos marítimos
comerciales, intensificados por las peregrinaciones jacobeas. En Asturias
dichas construcciones se expanden siguiendo el camino peregrino que, desde la
costa, introduce diferentes ramales secundarios hacia el interior. Y lo hacen
en la etapa tardía del románico, durante el s.XIII.
En las arquivoltas, las “cabezas de pico” van
acompañadas de zigzag, líneas quebradas, dientes de sierra, perlas enfiladas,
etc, elementos propios de las portadas anglonormandas. Debemos citar que, en
territorio ibérico, tales “cabezas de pico” se limitan a las portadas, mientras
que en los templos anglonormandos se emplean también en los arcos de triunfo
interiores. En algunos templos asturianos, además, aparecen unidas a un elemento
orientalizante, musulmán, propio de los talleres leoneses y del Duero: los
arquillos lobulados.
Amandi (Villaviciosa). San Juan. Citado en 1270.
Dichas “cabezas de pico”, consisten en la figuración
esquemática de una cabeza de pájaro, en forma más o menos triangular, según
tiendan al realismo o al esquematismo. Tan singulares y enigmáticas tallas se
sitúan a lo largo de una arquivolta, sujetando dentro de sus picos el baquetón
del arco, mientras nos observan con sus oblicuos ojos entre inquietantes y
misteriosos.
Los ejemplos asturianos, se distribuyen siguiendo las
rutas jacobeas de peregrinación. El primero está en Nuestra Señora de los
Ángeles en San Vicente de la Barquera, hoy perteneciente a Cantabria, pero
antaño incluido en las Asturias de Santillana. El segundo, ya en el actual
territorio asturiano, aparece en Santa María de Lugás, y sigue con San Xuan de Amandi
(ambos de Villaviciosa), continúa por San Esteban de los Caballeros de Aramil
(Siero), y Santa Clara de Oviedo, otro ramal continúa por San Esteban de Ciaño
(Langreo), a enlazar con el que subía desde Santa María de Arbás (León), por
San Antolín de Sotiello (Lena) y San Xuan de Mieres (Mieres) -hoy, esta portada
está en la Quinta de los Condes, en La Pedrera, Gijón-. Y en la parte oriental
de Asturias, aparece en el Monasterio de San Juan de Corias (Cangas del
Narcea).
No podemos excluir su existencia en algunos de los muchos
templos desaparecidos, porque de varios tenemos noticias. Así sabemos, que en
San Antolín de Sotiello hubo una portada semejante a la de Mieres, y que en el
Monasterio de Corias se conserva una dovela, con “cabeza de pájaro”,
perteneciente a una portada del desaparecido templo románico.
Lugás (Villaviciosa). Santa María. s.XIII.
En Asturias se representan, exclusivamente, cabezas de
pájaros, mientras que en los demás ejemplos europeos, principalmente en
Britania, la personalidad de tales cabezas es variopinta: pájaros, lobos, caballos,
leones, humanos y diversos animales del bestiario tradicional. En Castilla existe un único ejemplo, de este modelo mixto, en Colina de Losa (Burgos),
donde encontramos gatos, entrelazos vegetales, manos humanas, y cintas
entrecruzadas. El ejemplar de Santa María de Arbás (Puerto de Pajares, León),
podría encuadrarse en este modelo, puesto que sólo hay una “cabeza de pico”, en
la clave de la tercera arquivolta, presidiendo las demás figuras.
Al aparecer sobre las arquivoltas asturianas en número
variable, las cabezas de pájaro, no pueden orientarnos sobre un especial
simbolismo basado en las cifras: la bandada de Lugás se compone de trece
pájaros, que son quince en Amandi, dieciséis en Aramil, dieciocho en Ciaño, y
llegan a los diecinueve en Mieres y San Vicente de la Barquera.
Su simbolismo es oscuro, formado por varias capas
superpuestas, aunque podemos esbozar un principio de interpretación. Las aves,
con carácter general, representan las almas de los difuntos o los mensajeros
encargados de transportarlas al más allá. Así era en Egipto, donde el
pájaro-alma, llamado Ba, era también
atributo del espíritu de los dioses. En la tradición hindú los pájaros
representan los estados superiores del ser. El mundo clásico, sobre todo desde
Platón, sustenta la creencia de que las almas, al separarse de los cuerpos,
vuelan hacia las alturas de los astros en forma de pájaros. Aunque el origen de
las “cabezas de pico” parece tener más que ver con el mundo celto-nórdico,
puesto que son creación normanda, y con los pájaros de Odín: Huguin
–Pensamiento- y Munin –Memoria-, que en el campo de batalla susurran a las
almas de los muertos para indicarles el camino del Valhalla.
Ciaño (Langreo). San Esteban. 1º tercio s.XIII.
La mitología cristiana, asumirá todos estos antecedentes.
En ciertas representaciones del niño Jesús, que tiene un pájaro en las manos,
el ave simboliza la naturaleza humana que coexiste con la divina en dicho
personaje mitológico, como expresó el padre Martigny: “Cristo estuvo encerrado nueve meses en el seno virginal de María, como
el pájaro en una jaula…”. Y las almas humanas, durante el Medievo, son
figuradas mediante un niño o un pájaro.
Almas que, según Tertuliano, por sus
virtudes, pertenecen a fieles que han trascendido el mundo físico para disfrutar
la vida eterna en el paraíso celeste. Tal como cantaba el mítico rey David,
cuyas palabras fueron adoptadas por la liturgia latina en el “Oficio de los
Santos Inocentes”: “Anima nostra sicut passer erepta est de laqueo
venantium: Laqueus contritus est, et nos liberati sumus”. -Nuestra alma,
como un pájaro, escapó del lazo de los cazadores. El lazo se rompió y nosotros
escapamos (Salmo 124 [123], 7)-.
En dicho salmo parece inspirarse aquella ingenua narración, del Evangelio de la Infancia, donde el niño Jesús moldea doce pajarillos de barro y, soplando, les infunde vida. La mística medieval interpretó este hecho como imagen de los doce apóstoles, que de ser almas indignas -barro material apegado al suelo-, resultaron ser transmutados en espíritus emancipados -pájaros, libres para remontarse y difundir la Palabra- por el aliento divino recibido en Pentecostés.
Mieres del Camín (Mieres). San Juan. Fin s.XIII.
Foto superior hacia 1925. [Estas tres fotos, de MSR/RIDEA, proceden de la Enciclopedia del Románico
en Asturias, Ed. Real Instituto de Estudios Asturianos, vol. 1 p.498].
Estas almas-aves, con sus cánticos armoniosos,
representan también la “música celestial” o “música de las esferas”. Ellas, al entonar
las armonías celestiales de la Creación, conservan el equilibrio entre los astros
y entre las esferas superpuestas de los cielos.
Nuestras “cabezas de pico” se encuentran en las
portadas, concretamente en las arquivoltas. La portada es símbolo de la entrada
a los cielos, y las arquivoltas son los círculos celestes. Al estar “sujetando”
con sus picos las arquivoltas, son imagen de las citadas almas-ave que mediante
sus cánticos mantienen el equilibrio de la maquinaria celeste, proclamando las
glorias de la divinidad. Es lo que parece querer decir Daniel: “Benedicite
omnes volucres coeli Domino; laudate et super exaltate eum in saecula”
–Pájaros todos del cielo, bendecid al Señor, alabadle, exaltadle eternamente
(Daniel 3, 80)-.
También debemos tener en cuenta la “lengua de los pájaros”, el idioma universal cuyo conocimiento permite comprender el “habla” de toda la Naturaleza, ya se trate del rumor de las aguas, el murmullo de la vegetación, o los sonidos de los animales. Y no olvidemos la afinidad formal de las vocales, con las notas musicales y los colores...
San Vicente de la Barquera (Cantabria). SªMª de los Ángeles. Mediados
s.XIII.
Por desgracia nuestras “cabezas de pico” han perdido
los colores que ostentaron en el Medievo, ya que estos determinaban un sentido
secundario de su simbolismo. Así, el azul indicaría las ideas puras, el ideal
del alma. El amarillo, la intuición que ilumina el origen y el destino de los
acontecimientos. El rojo, fuego purificador que enciende el alma. El verde, la
fertilidad de la Naturaleza, el ciclo muerte-resurrección. El blanco, es la
intemporalidad y éxtasis, mientras el negro representa el tiempo cíclico, etc.
Pero nuestros pájaros han perdido las plumas, sus rostros de piedra han
enmudecido.
Que su significado no debía andar lejos de lo expuesto, parece deducirse de algunas tradiciones populares asturianas sobre dos desaparecidas portadas con “cabezas de pico”. En San Antolín de Sotiello, contaban los ancianos que, esa puerta, tenía el privilegio de perdonar ciertos pecados “espinosos”, si los malhechores la atravesaban con sincero arrepentimiento, por lo que eran admitidos de nuevo en la comunidad parroquial. Algo parecido contaban en el Monasterio de Corias, donde los peregrinos jacobeos que no podían continuar el camino, por causa grave, obtenían el perdón de sus pecados -aunque no el jubileo- si pasaban por la puerta “de los pájaros”.
Salud y fraternidad.