En la comarca leonesa de La Valduerna, atravesada por la calzada “Via Nova”, se asentaron los romanos en la ciudad de Argentiolum, cuyo nombre alude a las explotaciones de minerales preciosos que abastecían el Imperio. En sus cercanías se alzó Destriana –del latín dexter, en referencia a un possessor y su fundus, un latifundista tardo romano, relacionado con la minería-, pequeña población que se mantuvo tras las oleadas bárbaras. Durante la invasión musulmana la zona se despobló, hasta que García I (910-914), con la fijación de fronteras en la línea del Duero, trasladó la capital a León, proporcionando impulso a la repoblación de estas tierras.
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Ramiro II (931-951) fundó en Destriana un Monasterio de San Miguel, a instancias del obispo de Astorga, san Fortis (920-931), sucesor del eremita de Peñalba, san Genadio. Este monasterio sería panteón de la realeza y sus nobles: el propio san Fortis –que otros dicen reposaba en Santiago de Peñalba-, el rey Ramiro III (966-984) y sus sucesores, así como cortesanos ilustres, hasta el reinado de Vermudo II (986-999), cuando las razzías de Almanzor forzaron el traslado del panteón hasta Asturias.
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La fundación monástica de Ramiro II fue arrasada por Almanzor, sobre las ruinas de su templo se elevó luego otro más pobre, a fines del s.XI o principios del XII, que en 1167 pasó a manos del Monasterio de San Pedro de Montes, y 1181 sería entregado por Fernando II a la Orden de Santiago. En este edificio se reutilizaron diversas piedras labradas del precedente, las pocas que el musulmán Almanzor y sus tropas habían perdonado.
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Se respetó su planta, de tres naves y triple ábside, añadiendo una gran espadaña, todo ello en rudo sillarejo con lajas pizarrosas y cantos rodados. Este templo tampoco había de perdurar, a fines del s.XVI se reconstruyeron sus naves y solo conservó la cabecera, con los ábsides rebajados. Entonces se perdieron algunas de las viejas piedras mozárabes, salvadas en el s.XII, aunque persistieron las absidales.
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Consisten en dos ventanas, que pueden considerarse como de transición entre lo visigodo-mozárabe y lo románico. Están labradas en un solo bloque y tienen arco de herradura, pero su talla, con capiteles frutales y orlas vegetales, anuncia ya la floración románica consiguiente. También se salvó un pequeño óculo, ornado con una roseta central, y hojas en las esquinas del sillar.
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En su interior se conserva un capitel corintio, de origen romano, que sirve de soporte a la pila bautismal, y también se guarda la joya del templo: una lápida de estilo “visigodo-asturiano”. Se trata de una pieza rectangular, que en su mitad superior contiene una cruz “astur”, que recuerda la “Cruz de la Victoria”, de cuyos brazos cuelgan el Alfa y la Omega. A su alrededor un texto reza:
HOC SIGNO TUETUR PIUS / HOC SIGNO VINCITUR INIMICUS [El piadoso se protege con este signo / El enemigo es vencido por este signo].
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En la mitad inferior de la piedra, otra inscripción sentencia:
SIGNUM SANTUM PONE DOMINE / IN DOMO ISTA UT NON PERMITAS / INTROITO ANGELUM PERCUTIENTEM / AMEN [Coloca, Señor, este signo sagrado en esta casa, de tal forma que no permitas que el ángel exterminador entre. Así sea].
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Dicha lápida, junto con los restos arquitectónicos, permite suponer que Ramiro II mandó edificar aquí un templo de cierta importancia, puesto que fue mausoleo real, emparentado con el “prerrománico astur”, quizá en la línea de San Salvador de Valdediós, su obra más tardía, germen de lo que luego había de venir, arquitectónicamente hablando.
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Ramiro II (931-951) fundó en Destriana un Monasterio de San Miguel, a instancias del obispo de Astorga, san Fortis (920-931), sucesor del eremita de Peñalba, san Genadio. Este monasterio sería panteón de la realeza y sus nobles: el propio san Fortis –que otros dicen reposaba en Santiago de Peñalba-, el rey Ramiro III (966-984) y sus sucesores, así como cortesanos ilustres, hasta el reinado de Vermudo II (986-999), cuando las razzías de Almanzor forzaron el traslado del panteón hasta Asturias.
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La fundación monástica de Ramiro II fue arrasada por Almanzor, sobre las ruinas de su templo se elevó luego otro más pobre, a fines del s.XI o principios del XII, que en 1167 pasó a manos del Monasterio de San Pedro de Montes, y 1181 sería entregado por Fernando II a la Orden de Santiago. En este edificio se reutilizaron diversas piedras labradas del precedente, las pocas que el musulmán Almanzor y sus tropas habían perdonado.
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Se respetó su planta, de tres naves y triple ábside, añadiendo una gran espadaña, todo ello en rudo sillarejo con lajas pizarrosas y cantos rodados. Este templo tampoco había de perdurar, a fines del s.XVI se reconstruyeron sus naves y solo conservó la cabecera, con los ábsides rebajados. Entonces se perdieron algunas de las viejas piedras mozárabes, salvadas en el s.XII, aunque persistieron las absidales.
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Consisten en dos ventanas, que pueden considerarse como de transición entre lo visigodo-mozárabe y lo románico. Están labradas en un solo bloque y tienen arco de herradura, pero su talla, con capiteles frutales y orlas vegetales, anuncia ya la floración románica consiguiente. También se salvó un pequeño óculo, ornado con una roseta central, y hojas en las esquinas del sillar.
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En su interior se conserva un capitel corintio, de origen romano, que sirve de soporte a la pila bautismal, y también se guarda la joya del templo: una lápida de estilo “visigodo-asturiano”. Se trata de una pieza rectangular, que en su mitad superior contiene una cruz “astur”, que recuerda la “Cruz de la Victoria”, de cuyos brazos cuelgan el Alfa y la Omega. A su alrededor un texto reza:
HOC SIGNO TUETUR PIUS / HOC SIGNO VINCITUR INIMICUS [El piadoso se protege con este signo / El enemigo es vencido por este signo].
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En la mitad inferior de la piedra, otra inscripción sentencia:
SIGNUM SANTUM PONE DOMINE / IN DOMO ISTA UT NON PERMITAS / INTROITO ANGELUM PERCUTIENTEM / AMEN [Coloca, Señor, este signo sagrado en esta casa, de tal forma que no permitas que el ángel exterminador entre. Así sea].
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Dicha lápida, junto con los restos arquitectónicos, permite suponer que Ramiro II mandó edificar aquí un templo de cierta importancia, puesto que fue mausoleo real, emparentado con el “prerrománico astur”, quizá en la línea de San Salvador de Valdediós, su obra más tardía, germen de lo que luego había de venir, arquitectónicamente hablando.
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Item mas. Cuando visitamos el lugar era Domingo de Ramos, un hombre llegó en bicicleta hasta el templo, lo abrió de par en par y se dedicó a realizar preparativos para la salida de la procesión. Cuando le solicitamos permiso para visitar el templo, su seca respuesta nos dejó pasmados:
-“No puede ser, no tengo autorización para dejar entrar a nadie. Y yo, sin autorización...”.
Eso incluía, al parecer, cerrarnos en las narices la puerta que hasta entonces había mantenido abierta, para impedir que, ni siquiera desde fuera, fotografiásemos el interior...
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Salud y fraternidad.
-“No puede ser, no tengo autorización para dejar entrar a nadie. Y yo, sin autorización...”.
Eso incluía, al parecer, cerrarnos en las narices la puerta que hasta entonces había mantenido abierta, para impedir que, ni siquiera desde fuera, fotografiásemos el interior...
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Salud y fraternidad.