miércoles, 6 de abril de 2011

Artaiz, sombras de sospecha... (I)

El Camino Jacobeo tradicional, que entra en Navarra por Roncesvalles y desciende hasta Pamplona, tenía una bifurcación menos transitada, que bajaba por Arce, Aoiz y, tras pasar por Artaiz, se unía al ramal que había atravesado el Somport, para marchar directamente a Puente la Reina sin pasar por la capital del reino. Quizá esto, explique la riqueza del grupo de templos románicos al que pertenece San Martín de Artaiz, cuando otros edificios religiosos, de los valles vecinos, hubieron de conformarse con formar parte de una corriente más sobria, y algo retardada de dicho arte, que en pleno s.XIII produce un románico rural bastante modesto.
El templo de San Martín, s.XII, lleva el sello de la escuela románica que, en Navarra, se difundió por la ruta jacobea partiendo de Jaca y Leyre. Artaiz, aparece como cabeza de un grupo en el que se incluyen templos cercanos, como los de Gazólaz, Arce, Echano, Catalain, Navascués, o San Jorge de Azuelo. Aunque, San Martín, destaca sobre ellos porque, dentro de una gran simplicidad arquitectónica, su escultura es de excepcional calidad y belleza, no exenta de un punto de misterio.

Desafortunadamente, el templo de Artaiz carece de historia. Se desconoce quien lo mandó construir, cuando se hizo, o cual fue su Magister. Sólo podemos conjeturar que se trate de un patrimonio señorial, de mediados del s.XII, debido a la existencia aquí de un palacio, quizá del Señorío de Unciti.
Aunque, en apariencia, completo y terminado, hay diversos indicios de que ha sufrido remodelaciones y cambios que, si bien no han desvirtuado el conjunto, no cabe duda que van a darnos en que pensar. De entre todos sus interesantes elementos, sobresale, literalmente, la portada sur, pues se encuentra en un cuerpo adelantado del muro.
El guarda-lluvias, sostenido por siete ménsulas rícamente esculpidas, con músicos, danzarina, exhibicionistas, y un san Miguel "trabajándose" al dragón, contiene una serie de metopas, menos elaboradas, con escenas simbólicas de la mitología judeo-cristiana: pesaje de las almas, parábola del rico Epulón, Jesús en el Limbo...


En las enjutas, campean sendos "leones guardianes". Bajo el del lado derecho, se protege un sonriente personaje, acomodado entre sus garras y en ademán de acariciar las fauces de la bestia. El de la izquierda, guarece a un personaje tendido entre sus patas, al tiempo que parece engullir a otro, del que tan sólo sobresalen las piernas y el trasero... ¡Un trasero bien evidente!
Estas esculturas simbólicas, presentan gran parentesco con los leones, análogos -aunque muy deteriorados-, de la Porta speciosa del Monasterio de Leyre.

La portada, propiamente dicha, consta de chambrana ajedrezada y tres sobrias arquivoltas, cuya única concesión es una serie de escuetos florones. El tímpano, en cambio, tiene cierto aire heterodoxo, pues aunque está presidido por un crismón, semejante al de Leyre, aquí se encuentra escoltado por sendas rosáceas célticas, hexapétalas, inscritas en un doble círculo. Estos símbolos, al igual que el conjunto que los integra, conservan todavía restos pictóricos, en tonos rojos, ocres y azules, aunque lo más seguro es que, durante siglos, se haya repintado sobre los originales. ¿Quién autorizó este maridaje, entre amuletos de la Antigua y la nueva religión, en lugar tan significativo del edificio sagrado?
El tímpano, se sustenta sobre mochetas ricamente trabajadas, en una de las cuales se ve la típica cabeza de león custodio, a la derecha, mientras que su pareja ha resultado destrozada y malamenta sustituida.

Los capiteles de la portada, tres por lado, poblados de personajes y animales entre lujuriosa vegetación, presentan una temática bastante confusa, a la que, ¡cómo no!, los "expertos" han adjudicado intenciones admonitorias sobre vicios y pecados innombrables... Cosa que, por otra parte, hacen siempre que son incapaces de interpretar la "retorcida" simbología medieval. El maestro don Luis Mª de Lojendio, con la honradez que lo caracterizaba, supo desligarse de este tópico y afirmar: "Los capiteles contienen temas no muy claros, pero se trata de esculturas de verdadera calidad, aunque se nos escape su sentido".
Dichas esculturas, por su estética, se vinculan a modelos muy característicos de los talleres de Jaca y Leyre, e incluso algo de Loarre. Estética libremente interpretada, por un Magister que consigue sobreponerse, con singular destreza, al esquematismo amanerado, del románico estrictamente rural, de los ss.XII-XIII.
Nos gusta, especialmente, aquel capitel en que dos hombres, aparentemente "púgiles" afrontados, colocan una mano en la bien peinada nuca del otro, mientras dos grandes aves de cuellos entrecruzados, dejan reposar el pico sobre esas manos. Al lado contiguo, un apuesto león, sentado sobre sus cuartos traseros, lleva sobre su lomo un contorsionista gesticulador bien singular...

(continuará).

Salud y fraternidad. 

2 comentarios:

juancar347 dijo...

No tengo el placer de conocer todavía esta interesante iglesia, pero visto lo visto y leído lo leído, no puedo por menos que coincidir con la opinión de Luis Mª de Lojendio. Sí que me resultan curiosos los dos luchadores descalzos sobre cuyas cabezas se aprecian los dos picos de las aves que mantienen sus cuellos entrelazados, motivo éste que se encuentra con bastante facilidad. El cuerpo de los leones me recuerda, comparativamente hablando, la forma de los toros babilonios, gruesos, bien perfilados y rotundos de ancares. Seguramente el interior del templo esconda también gratas sorpresas. Un abrazo

patadeoca dijo...

...pues que continúe pronto!!
Me gusta Artaiz y ese capitel de pajarillos tan inspiradores...