Ermita de San Miguel, templo del viejo Monasterio, una y mil veces reconstruido sobre tierra sagrada. [Villatuerta, Navarra].
El Camino Jacobeo original que venía desde Puente la Reina, tras rebasar Lorca atravesaba Vilatorta -"villa torcida", hoy Villatuerta-, en dirección al cenobio de Irache, y pasaba ante el Monasterio de San Miguel. Si en la parroquial de Villatuerta, los peregrinos, habían venerado la pila bautismal donde recibió las aguas el prodigioso san Veremundo, en este apartado arrabal tenían una reliquia infinitamente más poderosa.
El pequeño altozano conocido como "Cuesta del Moro", a la sombra del imponente Montejurra, es un lugar cuya sacralidad se pierde en las nieblas del pasado más remoto. La comarca fue romanizada, hacia el s.IV, nombrándola Degium. Sobre el santuario celtíbero-vascón, los latinos alzaron un templo a sus divinidades, cristianizado después por los visigodos.
Por estos alrededores, en el s.IX, tejieron sus historias y leyendas, gentes como la estirpe musulmana de los Banu Qasi; el mismísimo Carlomagno, que tuvo serios enfrentamientos con el caudillo autóctono Furro; o el monarca navarro Sancho Garcés II quien, tras expulsar a los moros, favoreció la restauración del Monasterio de San Miguel y su pequeño templo de estilo prerrománico.
Cuando la monarquía crea el burgo nuevo de Estella-Lizarra, desviando el Camino Jacobeo tradicional, aquel ramal antiguo, que pasaba por el Monasterio de San Miguel, no dejó de ser transitado. Los peregrinos daban un rodeo, porque allí, desde tiempo inmemorial, se veneraba una milagrosa imagen de Nuestra Señora, bajo la advocación "de las Candelas".
Interior de la ermita de San Miguel, sin nada que recuerde su pasado esplendor.
En la actualidad, aunque el lugar está apartado, y el desolado templo carece de mobiliario e imágenes, aparentando un triste abandono, no debemos llamarnos a engaño. Para los modernos peregrinos continúa siendo sagrado, aunque de una sacralidad muy peculiar, como dijimos en nuestro artículo anterior sobre los "milladoiros". Sin embargo, nadie recuerda ya aquella imagen medieval de la Virgen. Y si no hubiese sido por una "milagrosa" casualidad, nosotros tampoco habríamos sabido de su existencia.
En agosto de 1982, durante una de nuestras peregrinaciones por el Camino Jacobeo, quiso el destino que fuésemos a solicitar información en cierta casa de Obanos (Navarra), que resultó ser la del párroco. Así, entablamos relación con el erudito sacerdote don Santos Beguiristáin Eguilaz (1908-1994). Y, entre las muchas noticias inéditas que nos proporcionó, sobre este reino, incluyó las de esta "Candelaria", con dos viejas fotos de la Virgen. Las dos únicas fotos que, al parecer, existen de tal imagen, y que proceden del fabuloso archivo del estudioso don José Esteban Uranga (1898-1978).
Una imagen, que debió ser creada a mediados del s.XII, en tiempos del rey García Ramírez (1134-1150), para sustituir otra anterior, deteriorada, o de menor calidad artística.
Imagen de Nuestra Señora de las Candelas, s.XII, tal como se encontraba hacia 1900. [Ermita de San Miguel, Villatuerta, Navarra].
La milagrosa imagen de Nuestra Señora de las Candelas, una "Candelaria", que recibía fervoroso culto en el Monasterio de San Miguel de Vilatorta, es una obra maestra de la imaginería románica peninsular, del s.XII. Se trata de una pieza de madera forrada con planchas de plata, que en los lados correspondientes al trono se adorna con relieves de temática mariana, enmarcados por piedras semipreciosas.
La costumbre de enriquecer las imágenes marianas, forrándolas de plata, fue muy comun en la Navarra medieval. Los ejemplares más antiguos, parecen ser las vírgenes de Irache y la Catedral de Pamplona, atribuidas al artesano documentado, en 1145, en el Libro Becerro de Irache, como "Rainalt aurifax", el orfebre Rainaldo, quizá originario del Languedoc. Éste, o su ayudante, Rogel Fure, pudieron ser los autores de la imagen de Nuestra Señora de las Candelas, igual de preciosa, pero menos elaborada que las dos anteriores.
Quizá el divino Niño, de Vilatorta, portase una filacteria, a semejanza del de Irache, donde leemos: "Puer natus est nobis, venite adoremos. Ego sum alpha et omega. Primus movissimus Dominus". Pero no podemos saberlo, porque el Niño ha desaparecido. Y la Virgen, también...
Imagen de Nuestra Señora de las Candelas, vista lateral, donde se aprecian los relieves del trono.
Hacia 1900, la ermita de San Miguel de Vilatorta se encontraba en estado ruinoso, y la imagen mariana, abandonada entre sus desolados muros, había perdido el Niño y las manos. Poco después fue llevada a la parroquial de Villatuerta, donde se la fotografió en su sacristía, pero no para restaurarla, sino para malvenderla. Todo ello, con el "nihil obstat" de fray José López Mendoza y García, obispo de Pamplona entre 1899 y 1923, famoso por los "píos latrocinios" que cometió en su diócesis con el patrimonio artístico.
En el diario "El Demócrata Navarro", del 8 de diciembre de 1911, apareció un artículo titulado "Por Navarra ¿Sólo en la brecha?", donde, bajo el seudónimo Claro Navarro, este autor denunciaba el nefasto y reiterado proceder de su eminencia en el terreno patrimonial, dejando constancia de la desaparición de nuestra Candelaria: "Queda sentado, y nadie ha desmentido, que se ha vendido una virgen (creo que bizantina) de Villatuerta..."
Nuestra Señora de Irache, s.XII, "hermana" de la Candelaria de Villatuerta. [Monasterio de Irache, Navarra].
De este modo, se eliminó una peculiar devoción de los peregrinos jacobeos, cuyo culto tradicional no era todo lo ortodoxo que la autoridad deseaba, pues sus rituales y leyendas apuntaban a una antigua Virgen Negra, por más que se hubiese blanqueado su piel. Veamos algunos de tales indicios:
-Los peregrinos le ofrecían velas verdes, iguales a la que sostenía en su mano.
-Se afirmaba que las imágenes de Irache y Villatuerta eran "hermanas", porque "estaban hechas del mismo tronco".
-Su santuario se alza sobre uno anterior, celtibero-vascón y romano, quizá dedicado a las aguas.
-Está asociada, al igual que su "hermana" de Irache, con el prodigioso san Veremundo.
-Justo a cinco kilómetros, se encuentra la importante encomienda del Temple en Aberin.
-No mucho más lejos, está el imponente Montejurra, tejido de mitos ancestrales.
-La tradición dice que la mandó hacer Sancho Garcés I, en el s.X, otorgándole así mayor antigüedad de la que realmente posee.
-Era objeto de un culto pétreo relacionado con los "milladoiros".
Y otros muchos detalles, que alargarían este artículo más de lo aconsejable.
Y otros muchos detalles, que alargarían este artículo más de lo aconsejable.
Altar antiguo, con reconstrucción virtual de la Candelaria, tal como debía estar hacia 1900, poco antes de su desaparición.
Hay un indicio más, sobre el desaparecido "color negro" de estas imágenes románicas. Lo frecuente, era que estuviesen completamente chapadas en plata, incluidos rostro y manos. Existen noticias, en tal sentido, sobre la imagen de Irache: "Un abad de Dicastillo -custodio de la imagen- permitió por ignorancia, que unos industriales se llevasen la plata de las caras y las manos -de la Virgen y el Niño-, porque estaban negras, a cambio del colorido que hoy las afea", según escribió el estudioso don Vicente Lampérez.
A lo cual, cabe objetar una sospecha: ¿Es que el resto de la plata no estaba negra, sólo manos y rostros? ¿Si lo estaba y pudo limpiarse, por qué no se pudieron limpiar rostros y manos? ¿O es que el color negro de manos y rostros era intencionado, porque se trataba de una Virgen Negra? ¿Sucedió otro tanto, con Nuestra Señora de las Candelas de Villatuerta?
Moderno altar, donde los milladoiros han sustituido a la perdida imagen de Nuestra Señora de las Candelas. ¿Una Virgen Negra?
Esta imagen de la Candelaria, si como todos los indicios señalan, era una Virgen Negra, representaría el sincretismo del viejo culto a la Madre Tierra, en su manifestación de "piedra negra", meteórica, venida del cielo, al igual que todas las imágenes negras medievales. Al haber desaparecido la Virgen, que ahora estará en el salón de algún ricacho caprichoso, embalada en el sótano de cualquier museo extranjero, o en la cámara acorazada de algún banquero codicioso, no podemos concretar más.
Aunque aquí, parece haberse producido una especia de "justicia poética". Al eliminar la imagen de Nuestra Señora, negra o no, el lugar ha sido devuelto a su legítima y primigenia propietaria, la Madre Piedra. Porque, a pesar del "anatema sic veneratoribus lapidum...", donde reinaba la Virgen de la vela verde, ahora reinan los "milladoiros", esos montoncitos de guijarros en que habitan los múltiples espíritus de la Madre Naturaleza.
Salud y fraternidad.
Salud y fraternidad.